¿Está el pop infravalorado? Cuando la música popular no tiene nada de sencilla

¿Está el pop infravalorado? Cuando la música popular no tiene nada de sencilla

Cómo ha evolucionado un género cada vez más influenciado por lo urbano y que ha estado históricamente apartado de la crítica.

Sabrina Carpenter, Dua Lipa o Taylor Swift, tres de las cantantes más escuchadas del momento.

El pop es ese género musical que cuenta con reyes, reinas, princesas y príncipes que van cambiando su reinado conforme van pasando las décadas. Pero que, sin embargo, en los últimos años y especialmente en la industria española ha ido perdiendo su trono en detrimento de lo que se engloba dentro de lo urbano.

Pero esto no ha pasado únicamente en España y sus rankings de Spotify —donde el pasado 2023 lideró Quevedo y en 2022 Bad Bunny—, también en EEEUU, donde a excepción de Taylor Swift, las listas de éxitos Hot 100 de Billboard han estado dominadas por el rap y el hip-hop este 2024 en cerca de un 40%. La mayoría, independientemente del género tenían en común un volumen alto y una bailabilidad y energía elevados, según los datos de CNS Maryland.

Este cambio de paradigma también parece haber empezado a romper otro, el de considerar el pop un género fácil, tonto y orientado a las masas de oído fácil. Algo que se ha reflejado principalmente en la crítica. 

"Creo que tiene que ver con la llegada de nuevas voces al periodismo con una mirada quizás más abierta y menos militante y también tiene que ver con el peso de estas figuras y el poder de atracción que tiene y es que igual una crítica o una noticia en digital de Taylor Swift te vaya a generar más tráfico y la competencia es feroz", apunta el periodista musical Alfonso Cardenal, director del programa Sofá Sonoro en Cadena Ser.

Basta con ver cómo han sido las reseñas de artistas pop como Taylor Swift o Dua Lipa en medios internacionales como Pitchfork o Rolling Stones en los últimos cinco años, la mayoría de ellas por encima de 7. Algo que durante años no se ha correspondido con el sentir popular, sino que la industria se ha ubicado durante años desde un elitismo que poco tenía que ver con las impresionantes cifras de consumo que despertaban fenómenos como Lady Gaga, Rihanna o Beyoncé, o a nivel patrio, Alejandro Sanz, El Canto del Loco o La Oreja de Van Gogh.

Ver históricamente lo mainstream como negativo

El productor Emilio Mercader, que ha trabajado con artistas como C. Tangana, Vanessa Martín, India Martínez o Miguel Bosé, a pesar de llevar años trabajando en la industria y tener formación clásica, reniega de aquellos que se asocian a las "minorías musicales".

"Los jazzistas piensan que solamente el jazz es válido y que todas las músicas demás son absurdas. De hecho, se le pone un nombre a esto, que es la música culta, la música culta es la música clásica y la música jazz", explica Mercader, quien hace una clara diferenciación entre músicas populares y músicas cultas.

"Esta forma estúpida de los músicos profesionales de ver la música popular y exitosa como como el enemigo no la entiendo", explica el productor, que asegura que ha trabajado durante años con el productor de Julio Iglesias y, cuando era joven, no entendía el fenómeno. "Me reía de cómo se podía llegar ahí y él me decía, 'bueno, entonces ¿cómo hacemos? Los cinco millones de personas que compran el disco son subnormales y tú eres el listo", recuerda.

Pablo Ruiz, periodista colaborador con varios blogs musicales, explica que se ha dado durante años dentro de la industria musical y, especialmente, en espacios que se consideraban indies o alternativos.

"Decir que ibas a un concierto de una gran diva como Lady Gaga o de un artista pop como puede ser Pablo Alborán o Alejandro Sanz se ha visto con una superioridad moral impresionante, sin que en muchos casos esas personas valorasen que tienen en sus bandas a músicos de una talla increíble, el sonido está mucho más cuidado que en eso grupos que son la 'remonda' y te los venden como la modernidad más absurda", explica Ruiz.

"Es como la gente que dice que no ve Sálvame y que ve La 2, cuando no hay más que mirar las audiencias, es estadística. Te avergonzabas de escuchar a Lady Gaga y decías que escuchabas todo el tiempo The Smiths y The Cure"
Pablo Ruiz, periodista musical

Para el periodista, esto se ha visto como un "placer culpable" porque las cifras siempre han acompañado, así como el éxito, las ventas y el reconocimiento por parte de la industria: "Es como la gente que dice que no ve Sálvame y que ve La 2, cuando no hay más que mirar las audiencias, es estadística. Te avergonzabas de escuchar a Lady Gaga y decías que escuchabas todo el tiempo The Smiths y The Cure, que son geniales, pero lo haces porque socialmente es música más culta, se presupone que entiendes de música".

  Britney Spears en los MTV VMA 2001.FilmMagic

Tanto Mercader como Cardenal recuerdan que mucha de esa crítica musical comenzó cuando el rock era lo que hoy socialmente es el pop, que también era denostado por generaciones anteriores. 

"Entiendo que pensaba la crítica entonces que eso sería para siempre y gestionó mal que lo comercial virase en otras direcciones", explica Cardenal, quien recuerda que el éxito siempre ha sido tratado con desconfianza, independientemente del género. 

"Es algo que se puede ver con grupos como Queen o Dire Staits, que haciendo rock nunca contaron con el beneplácito de la crítica. También ha sido muy abundante la figura del crítico sibarita con gustos y pasiones por formaciones desconocidas para el 99% del planeta que miraba con superioridad al resto desde su atalaya cultureta", señala.

"Es algo que se puede ver con grupos como Queen o Dire Staits, que haciendo rock nunca contaron con el beneplácito de la crítica"
Alfonso Cardenal, periodista y director de 'Sofá Sonoro' (Cadena Ser)

Mercader califica como un "error" que desde los profesionales de la música se haga "oídos sordos" a la música popular, ya no solo al pop como, por ejemplo, a Karol G. "Es reguetón superbásico con cuatro Bernabéus. Esto es una barbaridad", explica el productor, que ha podido trabajar con ella y entiende el porqué. "Conecta con las letras, conecta con la simplicidad de la música, porque para escuchar ciertas músicas complejas necesitas una educación previa", recuerda.

"Para escuchar a Ella Fitzgerald tienes que saber jazz, tienes que saber música y armonía, porque si no te parece que está todo inconexo. Al final es educar el paladar. Es como si a un niño le das toda la vida perritos calientes y un día le pones un potaje, no se lo va a comer", añade Mercader.

Otro punto en el que coinciden Mercader y Ruiz es que la música es una forma de cultura popular, pero también de ocio y que acompaña en la vida a la mayoría de las personas. "Lo que los músicos profesionales o los productores no entienden es que para la gente normal, la música es algo más en la vida, o sea, no es el centro de su vida. Quieren la música para bailar, para divertirse y me parece bien", apunta el productor. "Prefiero ir a un garito y que me pongan a Karol G a que me pongan a Rajmáninov. Quiero pasármelo bien, tomarme unas copas y bailar, cada música tiene su momento", explica.

¿Melodías más simples?

El pop, así como posteriormente las músicas urbanas, han sido asociados a lo simple y lo fácil, especialmente a nivel melódico, algo que no es su único ingrediente. Tal y como recuerda Mercader, la música se divide en tres partes: el ritmo, la melodía y la armonía, a lo que se suma la letra. 

"Cada una de estas cosas engancha o conecta con un sector de la población. Para la música electrónica lo más importante es la rítmica, para el jazz y la clásica lo más importante es la armonía y para el pop lo más importante es la melodía y la letra es súper importante la letra porque conecta con miles de fans", explica y suma otros elementos como el marketing, la estética o el posicionamiento de una imagen determinada.

Según un estudio de la Universidad Queen Mary de Londres, la evolución de las melodías desde el auge de la melodía del hip-hop entre los años 1996 y 2000 hizo que aumentaran el número de notas por segundo, pero los marcadores de complejidad relacionados con el tono y el ritmo disminuyeron. Es decir, según esta investigación, la melodía ha pasado  ser más repetitiva y menos compleja. Sin embargo, no se han valorado otros aspectos.

Otro estudio publicado en la revista Scienceque analizó 352.320 letras en inglés entre 1970 y 2020, apuntó a que las letras eran semánticamente más "simples". 

"Nuestros resultados confirman investigaciones anteriores que encontraron que las letras se han vuelto más negativas, por un lado, y de temática más personal, por el otro", señalan los investigadores, que recuerdan que también está marcado por el género, ya que, por ejemplo, en el rap se ven composiciones líricas más sencillas propias de este estilo. 

"Muestran que el interés de los oyentes por las letras varía en todos los géneros musicales y está relacionado con el año de lanzamiento de las canciones. Los oyentes de rock disfrutan de las letras de canciones más antiguas, mientras que los fanáticos del country prefieren letras de canciones nuevas", señalan.

"Cualquiera podría pensar que meter una base con un ritmo pegadizo y un estribillo medio mono es muy fácil. Mucho más que hacer un arpeggio y colar tres transiciones en una misma canción. Técnicamente lo será, a nivel de éxito es complicado hacer algo que de verdad funcione", señala Ruiz, quien recuerda que hay canciones muy simples en el mundo del rock. 

"Se ríe de Despacito, uno que te dice que Thunderstruck de AC/DC es un temazo y la mayoría de su discografía tiene tres acordes y una misma base rítmica", apunta Ruiz.

Para Mercader, hay gran cantidad de música urbana "mala" debido a la facilidad de acceso a medios, pero eso no quiere decir que el género sea más sencillo. 

"Hay muchísimo reguetón malo porque hay mucha gente en su casa con un portátil y ahí no hay filtro, cualquiera puede hacer reguetón en su casa. Hay poca música clásica mala porque necesitas a 150 tíos tocando en una orquesta y eso vale muchos millones de euros. Pero si buscas ahí dentro de toda la producción hay muy buen reguetón", recuerda el productor.

"Hay muchísimo reguetón malo porque hay mucha gente en su casa con un portátil y ahí no hay filtro, cualquiera puede hacer reguetón en su casa. Hay poca música clásica mala porque necesitas a 150 tíos tocando en una orquesta y eso vale muchos millones de euros"
Emilio Mercader, productor musical

De hecho, muestra de que no sea tan sencillo llegar al número uno es que esto ha quedado históricamente en mano de unos pocos productores como el sueco Max Martin, responsable desde el mítico ...Baby one more time de Britney Spears a los más recientes éxitos del 1989 Taylor Swift como Shake it off o Blank Space. En total, Max Martin cuenta con 24 números uno en Estados Unidos, solo superado por John Lennon y Paul McCartney.

¿La fórmula secreta? Durante años fue una estructura de menos de cuatro minutos de estrofa, estribillo, estrofa, estribillo, puente melódico, estribillo. Sin embargo, esto parece haber cambiado como lo ha hecho la industria, virando hacia lo urbano y la electrónica con el hyperpop.

Cardenal coincide en que "no es fácil hacer una canción que signifique algo para alguien independientemente del género". 

"La música de Beyoncé o Swift, por ejemplo, no tiene nada de sencillo. Lo que sí es llamativo es que en la producción de muchas de las canciones que triunfan a nivel mundial encuentras los nombres de los cuatro mismos productores o ingenieros, lo que hace sospechar que quizá ellos sí que tengan una lista de ingredientes", apunta el periodista, que recalca que tener un buen estribillo y una melodía pegadiza da papeletas para el éxito.

El estigma de asociar pop y fenómeno fan

Otro sambenito que ha acompañado al mundo del pop, y actualmente a su sustituto el género urbano u otros derivados como el k-pop, ha sido el fenómeno fan. Algo que, sobra decir que ya acompañaba a Los Beatles, eternamente asociado con lo femenino y mirado desde una superioridad moral.

"Las tornas hubieran cambiado muchísimo si el principal público de Patti Smith, por ejemplo, hubiera sido femenino o el de The Backstreet Boys, masculino", apostilla Ruiz, quien recuerda que el factor generacional "distorsiona la realidad y da unos supuestos argumentos de superioridad".

"Estoy en desacuerdo absolutamente con las viejas glorias del rock y del pop que hablan, por ejemplo, de que Antonio Vega hace unas letras increíbles. Claro que sí, pero que también las hace Silvia Pérez Cruz y es contemporánea, es una mujer de ahora", sentencia Mercader.

Esto se ha visto reflejado, por ejemplo, este mismo mes de junio cuando en apenas un mes las swifties llenaban el Bernabéu con sus pulseras de la amistad y los fans de Springsteen hacían lo propio ataviados con camisetas de The Boss y alguno incluso con camiseta blanca y vaqueros imitando la icónica portada de Born in the USA. Dos fenómenos fans desde distinto prisma.

"Los fenómenos fan provocan desconfianza hacia los artistas", sentencia Cardenal, que recuerda que esta manifestación se ve tapada por el "machismo, paternalismo y condescendencia".

Mercader vio nacer al que califica como "mayor fenómeno fan de España desde Los Pecos", los Gemeliers, dos chicos jóvenes que, tal y como él define "hacían baladas, con una compañía pequeñísima y cero inversión en marketing, consiguieron llenar tres WiZink Center y su público era eminentemente femenino: "Había niñas que compraban 10 discos para hacerse 10 fotos con ellos. Esto es el fenómeno fan que sí es más cosa de chicas que de chicos".

"Puede que ellos lo hagan de una forma artística, pero en el caso de Taylor Swift es quiero ser como tú y te veo y si me miras en el concierto lloro y estoy dos días muriéndome, son casi todo chicas", añade el productor.

"Más que con cómo viven ellos la música, lo compararía con algo que siempre sale a relucir en estos casos: el fútbol. No es el mundo artístico, pero lo que despierta en una mayoría masculina, aunque también femenina, es similar y no está ni la mitad de cuestionado", ejemplifica Ruiz. 

Para Mercader, el marketing es algo fundamental. Aunque esto no solo se da en el pop, recuerda que el concepto de popstar en el mundo anglosajón es muy distinto al español.

"Allí Taylor Swift es como una especie de diosa intocable. Es como alguien que es casi como un anhelo que tú tienes como ella de guapa, de inteligente, de exitosa, de todo. Es alguien a quien tú nunca vas a tener acceso. Aquí, Rosalía que está a esta altura de la fama, pero ella se promulga de una forma mucho más cercana. Coge a los fans por la calle y habla con ellos. No es Taylor o Beyoncé que se meten en el coche y ya. Pero Aitana, por ejemplo, es un modelo mucho más anglosajón", señala.

La barrera entre géneros, cada vez más difusa

Cada vez repunta más el discurso de que el pop ha muerto. Sin embargo, además de todo terrenos como Taylor Swift (aunque aborde otros géneros) o Dua Lipa, el hyperpop con discos como el Brat de Charli XCX o el k-pop con fenómenos con Blackpink, BTS o Lisa no lo dejan tan claro.

En un momento donde a nivel de cultura pop la vuelta a los 2000 y los 90 está más viva que nunca, el género está resurgiendo, pero mezclado con otros. El reguetón o la música latina entró como música pop en los 2010 después de una incursión en el mercado anglosajón de artistas como Shakira o Ricky Martin, un culmen que llegaría con Despacito de Luis Fonsi en 2017, que sigue siendo la segunda canción más reproducida en YouTube de la historia. "La última canción de Karol G [Si antes te hubiera conocido] es un merengue con toque pop", sentencia Mercader, "un merengue puro tampoco es".

"Los más independientes también anhelan en éxito y los más populares desean el respeto que esos otros artistas pueden tener. Por eso se ven colaboraciones entre músicos de distintos estilos, épocas y con distintos públicos"
Alfonso Cardenal, periodista musical y director de 'Sofá Sonoro' (Cadena Ser)

Mientras tanto, otros artistas que buscaban ser alternativos han vuelto a un sonido más pop en el plano indie. "El indie tampoco es indie ya", sentencia Ruiz. Ejemplo de ello es que grupos como Viva Suecia, Lori Meyers, Veitiuno o Arde Bogotá están 100% integrados en el circuito comercial haciendo pop-rock. 

"Ha llegado un punto en el que estos artistas comparten cartel con Amaral o La Oreja de Van Gogh, al final las líneas de géneros están muy difusas y lo que distinguía al indie eran las limitaciones y estar en un mercado alternativo a las majors, ya eso tampoco se da salvo casos contados", señala Ruiz.

"Muchos artistas buscan la validación allá donde no la tienen. Los más independientes también anhelan en éxito y los más populares desean el respeto que esos otros artistas pueden tener. Por eso se ven colaboraciones entre músicos de distintos estilos, épocas y con distintos públicos", apunta Cardenal.

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Marina Prats es periodista de Life en El HuffPost, en Madrid. Escribe sobre cultura, música, cine, series, televisión y estilo de vida. También aborda temas sociales relacionados con el colectivo LGTBI y el feminismo. Antes de El HuffPost formó parte de UPHO Festival, un festival urbano de fotografía en el marco del proyecto europeo Urban Layers. Graduada en Periodismo en la Universidad de Málaga, en 2017 estudió el Máster en Periodismo Cultural de la Universidad CEU San Pablo y en 2018 fue Coordinadora de Proyecto en la Bienal de Arte Contemporáneo de Fundación ONCE. También ha colaborado en diversas webs musicales y culturales. Puedes contactarla en marina.prats@huffpost.es