El emperador romano 'made in Spain' que el Senado trató de eliminar completamente de la historia

El emperador romano 'made in Spain' que el Senado trató de eliminar completamente de la historia

Ordenó construir edificios históricos como el Templo de Venus y el famoso Panteón.

Retrato del emperador Adriano Publio Aelius HadrianusRALF HETTLER

El emperador Publio Elio Adriano, uno de los líderes más destacados y complejos de Roma, nació en la antigua ciudad romana Itálica, cerca de la actual ciudad de Sevilla. Pasó a la historia por su generosidad con el pueblo y su notable habilidad en la gestión del imperio. 

Sin embargo, también fue un gobernante con un lado oscuro que generó el odio de los sectores más poderosos de Roma, al punto de que el Senado mostró someterle a una damnatio memoriae, es decir, la eliminación de su memoria de la historia oficial.

Uno de los "cinco emperadores buenos" 

Conocido como uno de los "cinco emperadores buenos" del Imperio Romano, Adriano mostró desde su ascenso una gran generosidad, que incluyó aumentos en las raciones alimenticias de los niños pobres y una considerable reducción de deudas para las clases menos favorecidas. 

Además, impulsó importantes reformas sociales, prohibiendo, por ejemplo, que los amos tuvieran autoridad para ejecutar a sus esclavos, delegando esa responsabilidad exclusivamente en los jueces. A lo largo de su gobierno, también promovió la construcción de edificios emblemáticos que han pasado a la historia de Roma, como el Templo de Venus y el famoso Panteón.

Una de las mayores obsesiones de Adriano fue recorrer las provincias romanas para conocer de cerca los territorios bajo su gobierno. Durante sus 21 años como emperador, dedicó ocho a viajar, supervisando personalmente las fronteras, el estado de las legiones y las necesidades de sus súbditos. 

Sus enemistades

Sin embargo, fue en sus últimos años, cuando la enfermedad agrió su carácter, que comenzó a enemistarse con el Senado y la nobleza romana. Su distanciamiento y la acumulación de ejecuciones sumarias de potenciales rivales, algunos de ellos destacados senadores y colaboradores, generaron una ola de recelo entre los más poderosos de Roma.

Entre sus víctimas estuvo Lucio Julio Urso Serviano, un senador venerado que, en un principio, Adriano había considerado como posible sucesor, pero que mandó ejecutar junto a su nieto, acusándolos de conspirar por el trono. Las palabras de Serviano antes de morir fueron una maldición: "¡Dioses, bien sabéis que no soy culpable de ningún delito! Y en cuanto a Adriano, he aquí mi único ruego: que desee largamente la muerte y no la pueda obtener".

También ordenó a otros miembros del senado, Polieno y Marcelo, que se suicidaran, posiblemente por sospechas de deslealtad. Desprestigió a otro compañero, Heliodoro, publicando textos ofensivos contra él para dañar su reputación. Además, permitió que Ticiano, otro personaje del entorno político, fuera acusado de usurpación y condenado al exilio.

La decisión final

Cuando el emperador falleció, el Senado no olvidó la persecución que había sufrido bajo su mandato y valoró seriamente la posibilidad de someter su memoria a la infamia a través de la damnatio memoriae

Sin embargo, la popularidad de Adriano entre el pueblo y su legado arquitectónico y administrativo permitieron que su recuerdo prevaleciera, aunque siempre marcado por la controversia.