Cuando las doce uvas de Nochevieja pasaron a ser trece
Así lo dejó escrito Emilia Pardo Bazán.
La costumbre de cada hogar es la que rige qué se hace y qué no en Navidad. Algunos decoran el árbol a principios de mes, otros apuran hasta el final. Los hay que cenan en las fechas especiales en familia, los que se decantan por pasar las fiestas en petit comité, etc. Lo que sí está más unificado en casi todas las casas es tomar las doce uvas al final del año.
Doce uvas o doce piezas de otra fruta, trozos de chocolate o de lo que sea, al gusto del consumidor. Pero siempre doce. Sin embargo, hubo un tiempo en el que la tradición no era esa, sino la de consumir trece de estos frutos que da la vid.
Así ha quedado constancia en algunos escritos de principios del siglo XX. En concreto, en dos de los textos que la novelista Emilia Pardo Bazán redactó para la revista Ilustración artística.
En uno de ellos, que data del 16 de enero de 1905, decía "al sonar de las doce del último día del año, no fundo grandes esperanzas de ventura en las trece uvas que comemos en algún palco del algún teatro, entre bromas".
De esta manera, la autora de Los pazos de Ulloa registraba otro dato: que se trataba de un acto que solían hacer las clases más altas. Según El Correo, es una costumbre que encuentra su origen en el Madrid de finales del siglo XIX propia de la burguesía de la época. Sin embargo, se extendió por el resto del país en pocos años.
Y no fue la única referencia que dejó por escrito la condesa de Pardo Bazán. En otro posterior, en concreto, del 22 de junio de 1908 hacía otra mención a las mismas uvas. En él, la escritora hablaba de las supersticiones del momento. "No creáis en el cerdito, ni en las trece uvas", decía.
Pero ahora la costumbre ha cambiado. Y lo propio es consumir un total de doce uvas, una por cada mes del año. Lo que no ha cambiado es la confianza en que es un acto que da buena suerte.