Siete personas forman parte del selecto club del aceite de oliva premium
"Creemos firmemente en la calidad y su verdadero valor", afirma el fundador de una de las mejores almazaras del país.
En un rincón pintoresco de Jaén, el Castillo de Canena se erige majestuoso, no solo como una joya arquitectónica renacentista, sino como el epicentro de una revolución en el mundo del aceite de oliva. Dentro de sus muros, Francisco Vañó y su hermana Rosa, han forjado el camino hacia la excelencia en la producción de oro líquido premium.
Hace dos décadas, la escena del aceite de oliva era completamente distinta. En aquel entonces, la calidad excepcional se asociaba principalmente con los productores italianos, mientras que en España, el panorama era más desafiante. Fue entonces cuando un selecto grupo de visionarios, inspirados por el mundo del vino, decidió llevar su experiencia al campo del aceite de oliva.
Entre estos pioneros se encontraban figuras como Alfredo Barral, Carlos Falcó y Agustín Santaolaya, quienes en 2005 fundaron Grandes Pagos del Olivar. Este exclusivo club, que actualmente cuenta con siete miembros, incluyendo a Castillo de Canena desde 2012, se erige como un faro de la excelencia en la promoción y producción del aceite de oliva premium.
"Creemos con prudencia, no cualquiera puede unirse a nuestro selecto grupo", explica Vañó al portal Directo al paladar. Esta mentalidad selectiva se refleja en su enfoque hacia la extrema calidad y la proyección internacional. Con un legado familiar arraigado en la visión empresarial de concentrar esfuerzos en la mejora constante, Castillo de Canena ha trascendido los límites convencionales en la producción de aceite de oliva.
Su apuesta por la calidad extrema se ha plasmado en una de las mejores almazaras del país, inaugurada en 2020, y en la instalación de la mayor planta fotovoltaica flotante de Andalucía, un testimonio de su compromiso con la sostenibilidad.
Sin embargo, su innovación va más allá: explorando variedades de olivo poco conocidas en España, han seleccionado seis tipos que han dado vida a una gama de aceites monovarietales y blend, un concepto habitual en Italia pero excepcional en suelo español. Además, su incursión en aceites aromatizados demuestra su determinación por diversificar el mercado y expandir los límites gastronómicos.
"Creemos firmemente en la calidad y su verdadero valor", afirma Vañó. Y es que, aunque los desafíos económicos hayan marcado este año para la industria del aceite de oliva, Castillo de Canena mantiene una visión optimista. Ven esta crisis como una oportunidad para educar al consumidor sobre el verdadero costo de un producto que refleja años de dedicación, cuidado y pasión.