El vino tinto confirma su muerte a manos del blanco
La tendencia ha cambiado de forma clara en el mercado y los consumidores tienen clara su prioridad.
Los tiempos cambian y los gustos también. Las tendencias a todos los niveles experimentan cambios y lo que hoy es considerado como moderno o rompedor, en pocos meses -o incluso antes-, se convierte en algo pasado o anticuado. Pues bien, algo parecido está ocurriendo en el mercado vinícola debido a las nuevas preferencias de la población.
Y es que, aunque el vino tino lleva siendo, desde tiempos inmemoriales, el vino más consumido, en los últimos tiempos, la tendencia está siendo muy diferente, y la preferencia mayoritaria parece haber cambiado de bando en favor del vino blanco.
Esto, aunque al consumidor le suponga un 'simple' cambio, tiene una trascendencia mayúscula en el mercado y en los productores de vino, que ven cómo tienen que, bien adaptarse y cambiar sus viñedos, en casos más extremos, cambiar el producto cultivado, como en muchos casos en los que los productores han decidido dedicar sus tierras al cultivo de olivos o frutos secos, o en última instancia, resignarse y dejar morir sus viñedos.
Todo esto, tiene una explicación que se puede ver respaldad con datos. Según los datos del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación, durante las últimas dos semanas, el precio del vino blanco ascendió hasta los 47,57€, mientras que el tinto se quedó en 44,60€. Esta tendencia se ha convertido en la norma en los últimos tiempos, y si se mira con mayor perspectiva, se puede comprobar que el precio del blanco se ha incrementado en un 20% respecto a la campaña anterior, mientras que el tinto apenas ha crecido un 10%.
Pero este dato es mucho más evidente si se compara con las últimas cinco campañas, ya que el precio actual es un 45% mayor que el precio medio durante el último lustro. Y, al igual que esto deja a unos claros perjudicados, también provoca que haya otro grupo beneficiado.
En este caso hablaríamos de la variedad de uvas 'airén', que han sido las grandes vencedoras de esta transición popular del vino tinto al blanco. Y pese a ser considerada como una variedad residual y poco rentable, en los últimos tiempos se ha convertido en la gran aliada para los vinicultores, ya que con ella se pueden conseguir vinos de gran calidad, espumosos, mostos y vinagres, además de adaptarse perfectamente a las extremas temperaturas del lugar en el que se cultivan, destacan los expertos.
Por el contrario, y como ya hemos mencionado, hay unos grandes damnificados, y estos son aquellos productores que tienen viñedos viejos y les será especialmente complicado cambiar la variedad, de tintas a blancas, principalmente por el elevado coste de transformar cada hectárea de viñedo, entre 15.000 y 20.000 euros.