El truco definitivo para diferenciar un pulpo gallego del marroquí en el supermercado
Ya hablaremos en otra ocasión del chileno.
Probablemente, uno de los mejores candidatos en la actualidad para coger el relevo de ese viejo refrán de "qué no te den gato por liebre". El pulpo gallego lleva tiempo enfrentándose a esta suerte de metáfora, ante la proliferación de variedades procedentes de otros países, donde lleva una década pegando con fuerza el pulpo marroquí -en realidad y estrictos con la procedencia, suele ser saharaui, pues la mayoría proviene del caladero de Dakhla, ciudad antes conocida como Villa Cisneros-.
Como el consumidor se imaginará, existen importantes diferencias entre un ejemplar de octópodo pescado en aguas gallegas y uno de aguas marroquíes -si bien en los últimos años, el gran reto ya es distinguir estos dos del emergente pulpo chileno-. Cuestiones que no solo afectan al sabor y a la propia presentación del pulpo, atañen directamente a la calidad de este.
En este sentido, un cocinero gallego ha analizado para laSexta las claves sobre cómo distinguir un pulpo gallego de uno marroquí. Se trata de Juan Ramón Vidal, jefe de cocina de O Dezaseis, emblema de la hostelería compostelana localizado en el barrio de San Pedro.
¿En qué se distingue un pulpo gallego y uno marroquí?, ¿cuál es mejor?
De esta forma, el reputado cocinero señala que la primera diferencia es por el aspecto. "A simple vista, el gallego siempre es un poco más oscuro; con color cobrizo, como el fondo marino gallego", detalla, para señalar que, por lo contrario, "el marroquí es más homogéneo, más gris".
Entra en juego también incluso el olor al prepararlo, puesto que el pulpo marroquí desprende menos aroma frente al gallego. Eso sí, para aquellos inexpertos en este plato, es más sencillo aventurarse en el mundo del pulpo con el marroquí, más sencillo de preparar. "Es más fácil trabajar con el marroquí que con el gallego, que pierde antes la piel si no lo cuidas", explica, puesto que el gallego es más sensible y puede quedar chicloso si no se prepara bien.
"Con un poco de pimentón y demás, parece todo igual. Pero una vez te lo llevas a la boca, cambia la cosa. Es más duro el marroquí, el gallego es más blandito", resuelve el chef.