"Decían que tenía que pasar por un comité de ética": gestación trans y las trabas en ginecología para el colectivo LGTBI
El trato a las personas trans o de las mujeres cis lesbianas en consulta hace que en muchos casos retrasen o espacien sus citas.
Hace poco más de dos años, Rubén Castro dio luz a su criatura. Pero el camino de Castro, persona no binaria transmasculina gestante, no ha sido de rosas dentro del mundo de la obstetricia y la ginecología. "He tenido momentos buenos y malos, ha habido trabas sociales, burocráticas y legales", confiesa. A pesar de que el proceso de gestación era uno de los momentos más deseados de su vida y lo ve como un "sueño cumplido", el sistema sanitario ha tratado de expulsarle varias veces de ese camino de paternidad gestante.
Esta no es la única discriminación que existe dentro en el ámbito ginecológico en el colectivo LGTBI. Tanto personas transmasculinas que no gestan como las mujeres bisexuales y lesbianas en ocasiones no encuentran un trato adecuado en consulta, lo que las lleva a tener que elegir profesionales dentro de la sanidad privada con la limitación económica que esto supone.
Aunque tenía planificado desde hace años el proceso y Castro había congelado sus óvulos antes de empezar la hormonación con testosterona, la realidad que se encontró en la sanidad pública no le acompañó.
"Me dijeron que no sabían si iban a poder llevar a cabo el proceso [de la reproducción asistida] y eso que, gracias a la ley de 2016, ya se contemplaba el paso de las personas trans por reproducción asistida", relata. "Pero decían que no tenían protocolos ni antecedentes de otra persona trans. Decían que mi caso tenía que pasar por un comité de ética, esto quiere decir que personas de distintos ámbitos iban a reunirse —por supuesto, sin mí— para decidir si yo podía o no podía tener acceso", explica y se queja del eterno tutelaje de los médicos sobre las personas trans y sus cuerpos.
El proceso fue lento. Mientras ese comité le evaluaba decidió pedirle a su endocrino un informe sobre sus niveles hormonales, óptimos para la gestación, según el sanitario: "Pasaron seis meses y me contactaron diciéndome que sí podía ser".
Castro empezó el proceso por la sanidad pública, pero las experiencias que vivió durante la inseminación le llevaron a seguir el embarazo en la privada. "Sabía que en lo público esto no lo iba a tener porque hay mucha aleatoriedad de quién te toca y tengo que estar todo el rato explicando quién soy, defendiendo mi identidad", señala.
Precisamente, esa aleatoriedad hizo mella en su salud mental y la ansiedad se le disparaba cada vez que tenía que ir a consulta.
"En mi caso, no se respetaba mi identidad. Había una doctora en particular con la que veía el cielo abierto, que yo la veía y sabía que iba a poder estar a gusto y cómodo y estar atento a la información que me estaban dando y el proceso en sí. Pero por lo general, cuando entraba estaba con unos niveles muy altos de estrés y ansiedad porque ya sabía que me iban a tratar en femenino y no iban a respetar mi nombre y mis pronombres", señala. "Me hacía muy chiquitito en la consulta y no sabía cómo plantarles cara, era muy complicado eso", confiesa.
Estos episodios fueron especialmente duros en una de las inseminaciones en la que la profesional le acusó de no tener la vejiga suficientemente llena. "Estaba en una inseminación bocarriba abierto de patas y además con la señora regañándome y haciéndome daño intentando meterme la sonda a través del cuello del útero. Fue horrible lo pasé fatal", añade.
Eso le llevó al madrileño a Zentro Empatía, cooperativa de salud integral inclusiva con la comunidad LGTBI, donde dice haberse sentido cómodo desde un primer momento a pesar del desconocimiento del personal. "Estos cambios en una misma consulta en un mismo hospital público hacen que no llegues a tener confianza con el profesional. Es complicado porque no conocen tu realidad, tus pronombres...", señala.
Aunque esto suponga un importante desembolso que no todas las personas, especialmente teniendo en cuenta la precariedad del colectivo trans, pueden permitirse.
Vetados por el sistema informático y sin formación para los profesionales
El caso de Rubén no es aislado. Según un estudio de 2019 publicado por FELGTB, el 50% de las personas trans anula o retrasa su cita al médico para evitar situaciones de discriminación. Esto es todavía más sangrante en las consultas de ginecología, a las que el propio sistema informático de comunidades como Andalucía o la Comunidad de Madrid excluye a los pacientes que tengan un sexo registral masculino.
"Estamos hablando de una primera barrera que ya es que el sistema no te permita acceder ni a esa atención especializada", explica el activista e investigador trans Benjamín Cristian.
Con esta dificultad se encontró también Castro, que cada vez que se ha visto con este problema de derivación, especialmente en atención primaria ha puesto una reclamación a la Gerencia Asistencial de Atención Primaria de la Comunidad de Madrid. "Los sistemas informáticos están en nuestra contra, no contemplan las realidades trans. Las personas trans, que figuramos en masculino en la documentación legal, nos encontramos con que el sistema informático da error para derivarnos a ginecóloga", se queja.
En la respuesta de la gerencia lo achacan a "medidas de seguridad para evitar errores de citación". Desde El HuffPost nos hemos puesto en contacto con la Gerencia Asistencial de Atención Primaria de la Comunidad de Madrid para conocer si este protocolo sigue vigente o si hay algún tipo de formación en materia LGTBI para los profesionales, sin haber obtenido respuesta por el momento.
A Castro le negaron revisiones rutinarias de ginecología y solo se las concedieron por estar tomando testosterona e incluso lo desviaron desde la atención primaria al hospital para intentar pedir una cita.
"Las opciones son que fuera a urgencias con un papel para ver si allí me podían atender porque desde primaria no te pueden derivar o que fuera directamente al mostrador de ginecología", recuerda Castro.
Tanto Castro como Benjamín han vivido la desinformación del colectivo en primera persona, tanto a nivel clínico como simplemente en el trato. "No saben tratarnos directamente desde lo más básico, no saben utilizar los pronombres correctos o qué hacer porque en uno de los papeles aparecía mi deadname, el nombre que yo cambié hace años en mi historia clínica. Me dieron una excusa muy vaga de que no lo habían cambiado para que no cambiara la historia o algo así", explica Castro.
"Falta formación interna, que parta desde una visión global y no patologizante. No podemos seguir tratando a las personas trans como si tuvieran una patología, un diagnóstico. Se nos busca poner ese diagnóstico, el problema. En 2023 ya es hora", reivindica y se queja de tener que estar refiriéndose a la legislación tanto estatal como autonómica en materia LGTBI constantemente.
"En mi proceso tenía que ir con la ley en la mochila y lo que pasaba es que cuando me encontraba con la puerta cerrada y no podía pasar, sacaba la ley y me remitía a ello", recuerda.
Benjamín apunta a que no solo el desconocimiento puede resultar violento en una consulta ginecológica, incluso las propias salas de espera pueden ser hostil. "Es un espacio donde prácticamente todo el mundo es o una mujer cis u hombres que están acompañando. Un hombre solo empieza a llamar la atención y no para bien", añade.
El joven apunta que, aunque no tiene especial experiencia a nivel ginecológico, sí se ha encontrado discriminación incluso en ámbitos sanitarios especializados. "El que se forma lo hace a nivel individual. En Andalucía, al menos, la ley trans que hay vigente en Andalucía desde 2014 establece que el personal sanitario tiene que formarse. Yo no sé dónde ha quedado esa formación, tengo dudas de que exista, y si existe quién la recibe", señala.
Tanto él como Castro recuerdan que esta inseguridad provoca retrasos en las consultas médicas, con consecuencias en su propia salud. Por ejemplo, Benjamín pone sobre la mesa las cifras de cistitis entre el colectivo trans, ya que según una encuesta sobre la población trans de EEUU el 59% de las personas trans evitaban ir a baños públicos. "Muchas veces piensan que no se cuidan y no es así. Es que si tienes un sistema sanitario que no te cuida, huyes de él salvo que no te quede otro remedio", explica.
En otros casos, las consecuencias son psicológicas. "Necesitaba bastantes días antes como mentalizarme y coger mucha fuerza para solo vivir esa consulta y no poder hacer mucho más. Como caer a plomo, una ansiedad de días de qué me voy a encontrar, cómo me van a tratar... Esto no lo puedes hacer cada pocos días porque tu cuerpo no lo aguanta", señala Castro.
La negación de pruebas médicas o el desconocimiento de la salud sexual de las mujeres lesbianas
Más allá del colectivo trans, la orientación sexual también afecta a la hora de tener un seguimiento ginecológico. Una de las primeras preguntas que se hacen desde los profesionales es si se tiene pareja estable y si se utilizan métodos anticonceptivos, todo con una presunción de heterosexualidad.
"Las preguntas rutinarias en consulta están hechas para mujeres cishetero, cuando respondes que no tienes métodos anticonceptivos, que no buscas tener hijos, pero que mantienes relaciones y tienes una pareja estable, a nadie se le ocurre que puedas estar con una mujer, solo recibes caras raras", cuenta Alicia, de 32 años.
Ella cuenta que además de comentarios inapropiados acerca de sus prácticas sexuales se encontró con una negativa ante una citología. “Me negaron una citología por estar con una mujer porque según mi ginecóloga no entra en el protocolo. Todo esto cuando también hay ETS entre mujeres y el cáncer de cuello tiene un importante factor hereditario, que parece que no tienen en cuenta", detalla y admite que finalmente la consiguió porque "tuve hace años relaciones con hombres".
Laura Terciado, del podcast Maldito Bollodrama, detalla que también ha vivido una experiencia similar y que, al dar positivo en VPH, no le daban remedios para el contagio entre mujeres. "Me contestó como si fuera imbécil, que utilizara profiláctico y le dije que no podía utilizar y me dijo que sí, que tenía que utilizar, hasta que miré a la otra chica y le dije ‘a ver que soy lesbiana, que no puedo utilizar’, después de los cuatro o cinco segundos en los que flipó me miró y me dijo ‘entonces, no tenéis nada que hacer’. Ni siquiera un consejo de no utilizar ciertas cosas, ciertas prácticas", recuerda.
Terciado pudo contar con asesoramiento externo que le recomendó evitar ciertas prácticas para no contagiarlo a su pareja. "Está un poco en el juego este de ‘qué hacéis vosotras si no hay un pito' o 'si no folláis de verdad cómo os vais a infectar", se queja.
Los preservativos vaginales, las barreras de látex o cualquier método de prevención de ETS que se salga de la penetración de una persona con pene son prácticamente inexistentes más allá de clínicas específicas.
Estas violencias también la ha vivido su compañera en Maldito Bollodrama Bake Gómez, aunque durante su juventud. "Me pasó con un ginecólogo como con 20 años que me preguntó ‘¿tomas la píldora?' Dije no '¿qué método anticonceptivo usas?' Pues le dije mira llevo con mi pareja, que es una mujer cis x tiempo y se quedó pillado. De repente, toda su vida pasó por delante de su cabeza", rememora.
"Que haya ginecólogos así es una mierda porque cuando estás ahí, hay una relación de poder y te sientes un conejillo de Indias, te abres de piernas ante una persona que no sabes muy bien ni conoces. Es una situación desequilibrante", señala y admite que desde entonces intenta cuidar sus profesionales desde la sanidad privada. "Esto sí es una cuestión que es una mierda porque genera una brecha muy fuerte", se queja.
Tanto para Alicia como para Terciado y Gómez, la ginecología es una de las situaciones en la que más expuesta estás y que mayor intimidad necesita el paciente, por lo que una situación violenta genera rechazo. "Me he tirado casi cinco años sin ir por lo violenta que me sentí explicando tres veces que tenía novia", señala Alicia.
Su caso no es el único, según el informe de Human Rights Watch (HRW) las mujeres cis lesbianas y bisexuales pasan menos revisiones para cáncer de colon, pecho y cuello uterino
A pesar de esto, cada vez hay más centros privados en los que se practica medicina general y ginecología LGTBI, pero continúa siendo una excepción especialmente en la sanidad pública. Además, en el caso de las mujeres lesbianas, tal y como señala Alicia, todo está orientado a la maternidad.
“Al final la formación que hay es en centros privados, muchos orientados a la maternidad, a la fecundación invitro o a métodos como el ROPA, no está tan centrado en prevención, salud sexual o salud ginecológica en sí como en gastarse un dinero en tener hijos”, sentencia.