El feminismo ya no es necesario
No es porque no comprendamos el concepto de desigualdad. Los hombres reconocemos bien la desigualdad a nuestro alrededor, la de clases sociales, la de las distintas capacidades físicas o intelectuales, la desigualdad en el uso de la fuerza, etc. Pero cuando nos hablan de desigualdad de género no lo vemos; o si lo vemos, no lo reconocemos.
Como en un destello de iluminación repentina pensé que la mujer existía en absoluto término de igualdad con el hombre.
Superado el argumento de la debilidad y la fuerza y el de las diferencias de lo que colgaba o no por encima o debajo del ombligo, quedaban pocas dudas; hombres y mujeres éramos iguales.
El feminismo ya no es necesario.
En esta bendita epifanía me reconocía como hombre y reconocía a la mujer como igual. Los dos éramos sujetos activos de una realidad simétrica que construíamos igualitariamente, como miembros de un mismo equipo. Distribuíamos nuestras tareas en casa, en el trabajo y en todos los otros espacios de forma absolutamente equitativa. Nos reconocíamos con igual dignidad y derechos.
El feminismo ya no es necesario.
Soñaba plácidamente con esa igualdad y de pronto la azafata me tocó el hombro. Abrí los ojos y me miró con una sonrisa de fingida complicidad adornada con la narrativa impuesta por la compañía aérea. Me ofreció la lista de posibles perfumes y regalos para mi mujer. Le sonreí de vuelta a pesar de, o quizá gracias a que despertaba de un hermoso sueño. Un sueño en el que ella, mujer, era la protagonista.
Ahí estaba la azafata, mujer, haciéndome sentir a mí, hombre, como el Ulises ancestral que regresa a casa. Asumía en su discurso que mi mujer, cuán triste Penélope, no tenía vida propia ni nada mejor que hacer que esperar que su hombre llegase a casa para completar su identidad con perfumes y regalos. ¡Ya está bien de estereotipos! Come on!
Volábamos aún, pero yo aterrizaba bruscamente. Tocando suelo en el aire despertaba a la realidad y reconocía esta vez que el feminismo no sólo es necesario, ¡es esencial!
Queda mucho camino por recorrer hasta que la mujer y el hombre nos reconozcamos mutuamente como sujetos activos en la historia de la humanidad y en una realidad social que ambos estamos construyendo de hecho. Realidad que cuanto más contemplo desde una perspectiva de igualdad, más desigual veo.
Es cierto que la mayoría aceptamos el género, más allá de las diferencias biológica de los distintos sexos, como una construcción cultural. También aceptamos que nuestra participación como sujetos de derechos a nivel social, económico, cultural o político es, o debería ser, igualitaria. Así al menos lo consagra nuestra Constitución, reflejando la Declaración Universal de Derechos Humanos.
Pero la realidad es desigual y creo que con poco que miremos alrededor lo podemos constatar. Pero, ¿por qué a los hombres nos cuesta tanto reconocer esta desigualdad?
No es porque no comprendamos el concepto de desigualdad. Los hombres reconocemos bien la desigualdad a nuestro alrededor, la de clases sociales, la de las distintas capacidades físicas o intelectuales, la desigualdad en el uso de la fuerza, etc.
Pero cuando nos hablan de desigualdad de género no lo vemos; o si lo vemos, no lo reconocemos. Incluso si lo reconocemos, no lo nombramos. Al menos a mí me ha costado 46 años nombrarlo. Ahora lo nombro, porque como dice Isabel Mastrodomenico la desigualdad que no se nombra, aunque se reconozca, no existe, es invisible.
Como hombres es muy importante poder nombrar la desigualdad de la mujer en nuestro ámbito de influencia y una vez nombrada, apoyar la filosofía y acción feminista; paradigma necesario para crear una cultura y sociedad igualitaria. Algo que no es nuevo, aunque sí lo sea para mí y a lo mejor para ti.
El feminismo como filosofía es un pensamiento necesario que se remonta quizá a 1791, cuando Olympe de Gouges publica la Declaración de los Derechos de la mujer y la ciudadana, inspirada en la Ilustración. Aunque como dice Amelia Valcarcel , el feminismo sea el hijo no querido de la Ilustración. Hijo no querido del cual se requiere que los hombres reconozcan su paternidad. Un pensamiento y filosofía con entidad propia y una gran coherencia intelectual, del que tenemos grandes exponentes en nuestro país.
Sí, el feminismo es muy necesario. Y es por esa necesidad que recientemente la ONU Mujeres creó la campaña #heforshe y la actriz Británica Emma Watson lanzó un demoledor discurso pidiendo la participación del hombre en la lucha feminista, del que una vez escuchado resulta muy difícil sustraerse.
Que seamos muchos los hombres que formemos parte de esos nuevos e insólitos pactos y, como una vez me decía el escritor y profesor de Derecho Civil Antonio Manuel Rodriguez, que la siguiente revolución sea feminista - o no será.