Cruzada cristiana contra FEMEN
FEMEN va a los tribunales y, por medio de este proceso, dejará constancia de si en España la crítica religiosa es o no una parte de la libertad de expresión, de si la blasfemia es o no contemplada como delito y de si el hecho de protestar libre y pacíficamente en el espacio público es un derecho legítimo de cada ciudadana.
El pasado miércoles acudía a los juzgados para recoger el escrito de acusación que nos abre a cinco activistas de FEMEN en España un proceso de juicio oral en el juzgado de lo penal. ¿La causa? Haber realizado una acción pacífica y simbólica cara a cara con el lobby anti-elección, que se opone al derecho de la mujer a abortar, en el año 2013.
Imagen: Archivo FEMEN
Mientras la acusación pública nos lleva a juicio por desórdenes públicos y resistencia policial, la acusación particular presentada por la asociación Enraizados en Cristo y en la Sociedad, lo hace por exhibicionismo, delito contra el ejercicio de los derechos fundamentales, desórdenes públicos y resistencia a la autoridad. Sin embargo, también han intentado cargarnos con delitos por odio religioso y supuestas lesiones que han sido desestimadas por el juez.
Es curioso que, en el caso de esta acción llevada a cabo en 2013 con un mensaje pro-elección en el espacio público, la acusación privada se dirija a los tribunales mediante una asociación católica al igual que lo ha hecho en relación a lo sucedido en la Almudena en 2014, firmando además la misma persona. Todo ello establece un nexo de colaboración entre Abogados Cristianos (los mismos que denuncian la acción feminista en la capilla de la UCM y a la Procesión del Santísimo Coño Insumiso de Sevilla) y Enraizados en Cristo, abriendo así una cruzada contra FEMEN y el derecho a decidir.
Si bien para una activista de FEMEN es común enfrentarse a cargos como desórdenes públicos o resistencia a la autoridad (aunque no estemos en absoluto de acuerdo con ellos, pues nuestras acciones constituyen un ejercicio pacífico del derecho a la libertad de expresión), verse las caras en los tribunales con la religión tampoco es una novedad. Así ocurrió con FEMEN en Francia por acciones como la de Notre Dame o la Madelaine, donde las activistas salieron totalmente libres de cargos.
Todo este proceso se abre al visibilizar por medio de una acción pacífica, con un mensaje por el derecho al aborto, la naturaleza de los colectivos anti-elección. La motivación principal de estos grupos para enfrentarse a FEMEN es el hecho de ver cómo mujeres insumisas, feministas, ateas, desenmascaran su verdadera cara ante la sociedad y los medios de comunicación: mientras las activistas emplean símbolos, palabras y sus cuerpos desnudos de manera política, ellos usan la violencia física, psicológica y estructural. Física, evidenciada en las imágenes, con tirones de pelo, aerosoles que se emplearon contra las activistas, golpes y patadas; psicológica, por medio de la falsa propaganda médica que distribuyen a partir de grupos como Red Madre; y estructural, llevando a juicio a cinco mujeres por haberse atrevido a disidir en el espacio público con consignas políticas escritas sobre un cuerpo que no era pornográfico sino político. Cinco mujeres que desafiaron una moral medieval que aboga por la imposición de un pensamiento religioso y no científico.
Imagen: Archivo FEMEN
El aborto es un derecho sexual y reproductivo, y por lo tanto ha de ser legislado sólo en función de criterios estrictamente médicos y científicos perfectamente y de sobra probados. Sin atender a creencias o morales sean cuales sean.
Al cuestionar los actos de estos grupos religiosos anti-elección, FEMEN no sólo motiva un debate en torno a los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres, sino también sobre el papel y el poder que aún hoy la religión y sus dogmas tienen sobre el Gobierno y las leyes.
Con nuestras acciones trasladamos mensajes que no atacan a personas sino ideas, ideas todas igualmente susceptibles de ser criticadas, cuestionadas, debatidas. La religión no es una excepción. Atacamos los dogmas que promueven violencia en múltiples formas: discriminación, opresión, sexismo...
Y es que existe, por parte de los gobiernos democráticos, una petición constante para que la religión se conserve como una cuestión intocable, un tema tabú: no caben bromas, preguntas o críticas. La libertad de expresión existe hasta el momento en que se traspasan los límites que aquellos que nos gobiernan han impuesto. En nuestro caso, con un Estado supuestamente laico que beneficia, no sólo económicamente sino también legislativa y socialmente, a la Iglesia Católica.
El cuestionamiento lógico hace uso de palabras, símbolos, gestos, o protestas pacíficas que cuestionan el oscuratismo de este dogma. La religión utiliza el miedo, compra al poder, trafica con influencias políticas mezclando Iglesia y Estado, e incluso llega a crear leyes que no sólo protegen su moral, sino que la motivan, haciendo discurso, obligando a seguirla, como con el caso de la reforma de la ley del aborto propuesta por Gallardón y el Partido Popular.
Debemos oponernos al hecho de que exista un privilegio a la hora de hablar de la religión, de manera que aquellas personas llamadas creyentes, pertenecientes a una Iglesia, sea cual sea, sean las únicas capaces de hablar sobre ella. Las personas ateas, agnósticas, laicas, humanistas en definitiva, también tenemos nuestras convicciones, nuestras ideas, y merecen ser tratadas con la misma importancia y relevancia que las de aquellas que creen.
Es un error plantear la crítica a la religión, incluso desde el laicismo, bajo la premisa de la no- ofensa. Esto es, criticar la religión sin hacer que las personas creyentes se sientan ofendidas. ¿Pero qué hay de las ofensas constantes de la religión hacia las mujeres y sus derechos? ¿O de las ofensas de la religión hacia la comunidad LGTBI? ¿Y hacia Derechos Humanos fundamentales como el derecho al asilo, (recordemos las declaraciones del Arzobispo de Valencia) o hacia la paz? Porque no hablamos sólo de cristianismo, hablamos también de islam, hablamos también de judaísmo, y de todas aquellas religiones patriarcales que han enfrentado pueblos y generado conflictos armados a lo largo de la Historia.
La religión per sé constituye un sistema en el que los seres humanos están por debajo
de Dios y su nombrada institución: La Iglesia. Configura una ideología que propone y perpetúa una estructura no sólo jerárquica, sino también discriminatoria y separatista en su naturaleza más primaria.
Y si vamos a hablar de odio religioso, hablemos del odio diario y constante que proyectan estas instituciones, iglesias y afiliados a grupos ultra-religiosos. De la homofobia, de la anti-elección y de la misoginia. Ese es el odio que no se castiga: comportamientos asimilados, normalizados, difíciles de evidenciar, denunciar y enfrentar.
La critica a la religión, ser capaces de hablar sobre ella y cuestionarla, es una de las claves para la emancipación de la sociedad. Ser ateo/a hoy en día sigue siendo una actividad de riesgo en muchos lugares del mundo, especialmente en aquellos países donde existen regímenes confesionales, como es el caso de Bangladesh o Arabia Saudí. Pero también es real que existe una censura que se aplica en los países supuestamente democráticos por medio de mecanismos legales que cuestionan la crítica sin entenderla como una parte indispensable de la libertad de expresión.
Ser mujer y atea son dos condiciones que, en cualquier religión, quedan relegadas al escalafón más bajo en la escala humana. Desde dicho estatus, la doble disidencia ejerce una presión que pone en evidencia los cánones del dogma religioso: no ser hombre y no creer equivale a ser sancionada, rechazada, excluída.
Imagen: Archivo FEMEN
FEMEN podría preocuparse con cada amenaza, un hecho constante por parte de grupos religiosos, pero en realidad lo verdaderamente preocupante, lo que nos aterra, es la incapacidad de los individuos para criticar una idea por el hecho de estar arraigada en la base del sistema patriarcal y haber sido aceptada como patrón cultural. Privilegiar cualquier idea que no responda a la igualdad y los Derechos Humanos es una amenaza para la democracia real.
Dejar nuestra libertad en manos de aquellos que promueven la opresión, la violencia, y el sexismo es peligroso. Por tanto, no cejaremos en el ejercicio de nuestra libertad de expresión y en el cuestionamiento de la religión en pleno siglo XXI.
FEMEN va a los tribunales y, por medio de este proceso, dejará constancia de si en España la crítica religiosa es una parte de la libertad de expresión o no, de si la blasfemia es o no contemplada como delito y de si el hecho de protestar libre y pacíficamente en el espacio público es un derecho legítimo de cada ciudadana.