La crisis de refugiados que no es tal
Antes de que nos dejemos llevar por la retórica apocalíptica, debemos reconocer que si hay una crisis, es una crisis política, no de capacidad. La 'oleada de refugiados' es más bien un goteo: sólo supone el 0,068 por ciento de la población de Europa. Teniendo en cuenta la riqueza de la UE y su avanzada economía, es difícil argumentar que Europa carece de los medios para absorber estos recién llegados.
BRUSELAS - Los líderes europeos pueden diferir sobre cómo responder al aumento de los solicitantes de asilo y migrantes, pero sí parecen estar de acuerdo en que se enfrentan a una crisis de enormes proporciones. La alemana Angela Merkel lo ha calificado como "el mayor desafío que he visto en asuntos europeos en mi tiempo como canciller." El ministro de exteriores italiano Paolo Gentiloni ha advertido de que la crisis migratoria podría representar una gran amenaza para el "alma" de Europa. Pero antes de que nos dejemos llevar por esa retórica apocalíptica, debemos reconocer que si hay una crisis, es una crisis política, no de capacidad.
Claro que es dramático que haya miles de personas desesperadas que arriesgan su vida para llegar a Europa cruzando el Mediterráneo en pateras o soportando los peligros de los viajes terrestres a través de los Balcanes. Las cifras disponibles indican que la mayoría de estas personas son refugiados de conflictos mortales en Siria, Afganistán, Irak y Somalia. Los eritreos -otro gran grupo- huyen un gobierno brutalmente represivo. El mayor grupo - los sirios - huyen de la combinación terrible de los ataques indiscriminados de su gobierno, incluyendo ataques con bombas de cañón y asedios asfixiantes, y atrocidades del E.I. y otros grupos extremistas. Sólo una minoría de inmigrantes que llegan a Europa, según estas cifras, están motivados por razones exclusivamente económicas.
Esta "oleada de gente" es más bien un goteo cuando se considera la piscina que debe absorberlo. La población de la Unión Europea es de aproximadamente 500 millones. La última estimación de la cantidad de personas que utilizan medios irregulares para entrar en Europa este año a través del Mediterráneo o los Balcanes es de aproximadamente 340.000. En otras palabras, el flujo de este año sólo supone 0.068 por ciento de la población de la UE. Teniendo en cuenta la riqueza de la UE y su avanzada economía, es difícil argumentar que Europa carece de los medios para absorber estos recién llegados.
Por poner esto en perspectiva, EE.UU., con una población de 320 millones, cuenta con unos 11 millones de inmigrantes indocumentados. Representan alrededor del 3,5 por ciento de la población estadounidense. La UE, por su parte, tenía entre 1,9 y 3,8 millones de inmigrantes indocumentados en 2008 (los últimos datos disponibles), menos de uno por ciento de su población, según un estudio de la Comisión Europea. Dicho de otra manera, casi el 13 por ciento de la población de Estados Unidos (unos 41 millones de habitantes) son nacidos en el extranjero - el doble de la proporción de personas nacidas en el extranjero fuera de la UE que viven en Europa.
El gobierno de Estados Unidos no es precisamente ejemplar en su tratamiento de los solicitantes de asilo, y cuenta con sus Donald Trumps y sus locas ideas para expulsar a 11 millones de inmigrantes indocumentados, pero las encuestas muestran que casi tres cuartas partes de los estadounidenses piensan que los inmigrantes indocumentados que residen en EE.UU. deberían poder quedarse legalmente. De hecho, se puede defender que EE.UU. ha construido su economía en torno a estos migrantes que hacen el trabajo que la mayoría de los estadounidenses no quieren hacer.
Entonces, ¿por qué el pánico europeo? Al igual que en EE.UU., la afluencia de extranjeros proporciona un montón de munición para los demagogos. Algunos sostienen que los recién llegados roban puestos de trabajo o los salarios más bajos. Con la rápida disminución del desempleo en los EE.UU., esta tesis no parece cierta, pero el desempleo en Europa sigue siendo obstinadamente elevado. Sin embargo, muchos países europeos también se enfrentan a un empeoramiento de su problema demográfico, con muy pocos trabajadores jóvenes que tienen que sostener demasiados pensionistas. La afluencia de personas que han demostrado perseverancia e ingenio para escapar de la guerra y la represión en su casa y navegar por los peligros mortales a lo largo de la ruta hacia Europa podría proporcionar esa inyección de energía y dinamismo que Europa necesita.
Una familia camina por las vías del tren en la frontera entre Grecia y Macedonia
Hay preocupación sobre el terrorismo. Muchos de los refugiados están huyendo del EI y similares en Siria o de al-Shabab en Somalia, pero no se puede excluir la posibilidad de que haya terroristas infiltrados también en el flujo de gente. Sin embargo, los grupos terroristas ya han mostrado su capacidad de enviar agentes a Europa - o reclutarlos allí - a través de medios más convencionales. Del mismo modo que ningún refugiado se lanzaría a cruzar el Mediterráneo o a negociar una ruta terrestre a través de los Balcanes si tuviera otras opciones más sencillas, difícilmente esas rutas van a ser utilizadas por grupos terroristas bien financiados. No hay evidencia de que ninguno lo haya utilizado.
La mayor preocupación entre los pregoneros de la crisis parece ser el temor sobre la cultura. EE.UU. tiene muchos más inmigrantes indocumentados que la UE y siempre ha sido una nación de inmigrantes. La vitalidad de Estados Unidos se debe en gran parte a la energía y las ideas que oleadas de inmigrantes han traído a sus costas. Si bien las políticas anti-inmigrantes de vez en cuando estallan en EE.UU. - incluyendo la exclusión de China en la década de 1880, el internamiento de japoneses-estadounidenses en la década de 1940, la interceptación de haitianos en la década de 1990 y la detención de madres y niños pequeños que huyen del peligro en Centroamérica hoy - muchos estadounidenses reconocen que su vida se enriquece con la diversidad. Pero la mayoría de los países europeos no piensan en sí mismos como naciones de inmigrantes. Muchos europeos temen que la afluencia de extranjeros socavará sus confortables culturas. Algunos estudios sugieren que esta preocupación es un factor importante en el apoyo a los partidos extremistas populistas en muchos países de la UE. Ese temor se acentúa en la Europa mayoritariamente cristiana por la religión musulmana que profesan la mayoría de los recién llegados. Algunos gobiernos - Polonia, Bulgaria, Eslovaquia - han expresado su preferencia por acoger sólo refugiados cristianos.
Esta inquietud se ha estado construyendo durante décadas al tiempo que la población de Europa cambiaba lentamente. Como era de esperar, el partido UKIP en Gran Bretaña y los políticos como Marine Le Pen en Francia, Geert Wilders en Holanda, Matteo Salvini de Italia, Milos Zeman en la República Checa están usando la oleada de refugiados a acentuar estos temores.
Este es un desafío político, lo que requiere un liderazgo político en las respuestas: no es una cuestión de la capacidad de absorción de los nuevos inmigrantes. Algunos políticos están dando la talla. Merkel, el ministro de exteriores francés Laurent Fabius y el presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, entre otros, han hablado en contra de los demagogos para defender los valores europeos que ponen en peligro. Sin embargo, hay más que decir, y más líderes que tienen que decirlo.
Los líderes europeos deben recordar públicamente cómo otros respondieron generosamente durante la II Guerra Mundial, cuando los europeos fueron los que se enfrentaron a la persecución e incluso de convirtieron en refugiados. Después de la guerra, las naciones europeas adoptaron el derecho internacional que les exige dar la bienvenida a todos los solicitantes de asilo que puedan demostrar que huyen de la persecución. Fiel a este principio, Alemania y Suecia ya han dicho que aceptarían todos los refugiados sirios que crucen sus fronteras y no enviarlos de vuelta al primer país de la UE por el que entraron bajo las problemáticas normas de asilo de la Convención de Dublín II. Otras naciones europeas deberían seguir su ejemplo, y la UE deben reconocer una lista más amplia de países que producen refugiados y revisar las normas de Dublín, que pueden atrapar los solicitantes de asilo en los países de la UE que carecen de la capacidad para protegerlos y obligar a los solicitantes de asilo a pagar a las mafias para escapar de esos países.
Respecto a los que todavía no están en Europa, es inadmisible usar el riesgo de ahogarse en el mar o de ser víctimas de los traficantes como mecanismo para disuadir a otros solicitantes de asilo. No proporcionar rutas seguras y legales favorece a los traficantes ilegales que están haciendo dinero mientras los niños se ahogan en su huída. Los solicitantes de asilo que llegan a Grecia - miembro de la UE - deberían acceder a un transporte organizado hacia países del norte de Europa que están más capacitados para procesar sus solicitudes en condiciones humanitarias en lugar de verse obligados a afrontar los riesgos de las redes de traficantes sólo para cruzar los Balcanes.
Aún queda mucho por hacer para abordar las causas de los flujos de refugiados en su origen. Los líderes europeos y otros tienen que ejercer más presión para detener las bombas de barril que el ejército sirio lanza sobre los civiles. Al usar bombas de cañón para atacar a civiles en todo el territorio controlado por la oposición, alejarse del frente como estrategia de supervivencia es ineficaz, y ello anima a más sirios a abandonar el país. Estos líderes tienen que hacer más por que los vecinos de Siria, como el Líbano, donde los refugiados sirios forman ya un un 20% de su población, mucho más que cualquier país europeo.
Los líderes políticos no deben dejar que los demagogos desvíen la atención sembrando la alarma sobre los solicitantes de asilo y migrantes. Los que avanzan hacia Europa, aunque numerosos, son manejables. La verdadera pregunta a la que se enfrenta el liderazgo político europeo es qué representa Europa. ¿Cuáles son los valores que guían a Europa en un mundo cuyos habitantes no se van a quedarse quietos? Cuantos más líderes europeos respondan a este reto reafirmando los valores de Europa, como los consagrados en el tratado de protección al refugiado, más a salvo estará la cultura europea, incluso en estos tiempos de migraciones y confusión.