Segundo tiempo para Obama
En Europa, debemos congratularnos porque Obama debe ayudarnos a desmontar el fundamentalismo de la austeridad impuesto por la derecha europea, por Alemania, y del que nuestro Gobierno también de derechas no parece saber encontrar escapatoria.
El sentido común se ha impuesto al final de una intensísima campaña, la más cara de la historia, en la que los ciudadanos estadounidenses han decidido volver a dar su confianza a Barack Obama para permitir que complete su todavía inacaba obra. Aunque ha podido pasar lo contrario, su derrota hubiese sido un golpe muy duro para los sueños de tantos, para el propio sueño norteamericano que Obama ha defendido con uñas y dientes aunque en algún momento le haya faltado la chispa de 2008.
En agosto, en la convención de Charlotte los demócratas lograron contraponer un proyecto de país muy distinto al de los republicanos invocando al espíritu de solidaridad colectiva, de comunidad, que Obama traduce en unas políticas públicas que contribuyan a que el esfuerzo individual conduzca a ese sueño sin dejar a nadie abandonado por el camino. Obamacare, la apuesta por la educación, el rescate de la industria del automóvil o la defensa de los derechos de los dreamers -los hijos de emigrantes ilegales llegados de niños a los EEUU- han marcado esa pauta.
Es verdad que la victoria de Obama llega con el desempleo por encima del 8 por 100 -sólo el gran Ronald Reagan había logrado imponerse en unas elecciones con cifras similares- pero con la sensación clara de que la profundidad de la crisis económica exigía al menos otro mandato para consolidar el rescate del país bajo ese esquema colectivo, de unión. La fórmula económica republicana, la del Mitt Romney desmantelador de empresas, en cierto modo un retorno a lo que provocó la crisis, ha sido la gran derrotada. Veremos si con ello se logra un cambio en la actitud que los republicanos han mantenido en la Casa de Representantes, una cámara que sigue controlada por ellos.
Con Obama gana el mejor y también el candidato preferido por el resto del mundo, alejando los fantasmas que generaba la posible victoria de Mitt Romney y que desde muchas perspectivas podía conducir de nuevo al punto de partida, a 2008, con un republicano de nuevo al mando. Está por ver cual será el futuro papel de Mitt Romney en su partido, que ha hecho una buena campaña, ganó el primer debate y ha logrado dejar atrás las dudas de su perfil -obispo mormón, tiburón financiero- o sus contradicciones -impulsor de una reforma sanitaria bastante, digamos, progresistas, en Massachussets-.
Sin embargo al partido republicano se le nota demasiado que ya no es el partido que más se parece a los EEUU, posición que sin duda ha logrado consolidar el Partido demócrata que se lleva el apoyo masivo de latinos, afroamericanos, mujeres y jóvenes. Un partido, el republicano, que parece cada vez más un partido de blancos a la defensiva. Un partido controlado desde las sombras por el siniestro Tea Party al que Romney ha intentado esconder sin éxito durante la campaña.
En Europa, debemos congratularnos porque Obama debe ayudarnos a desmontar el fundamentalismo de la austeridad impuesto por la derecha europea, por Alemania, y del que nuestro Gobierno también de derechas no parece saber encontrar escapatoria. Gracias a Obama y sus políticas los EEUU llevan 30 meses creando empleo, creciendo, aunque cuentan, claro está, con la inestimable ayuda de una Reserva Federal libre de falsos paradigmas fundamentalistas y comprometida con el crecimiento económico y la creación de empleo. Una buena noticia también porque los demócratas serán más firmes a la hora de controlar y regular los mercados financieros.
En la escena internacional, y a pesar de que el Obama de este primer mandato que ya acaba tampoco ha sido el que todos esperábamos en 2008, no cerró Guantánamo y ha firmado actuaciones unilaterales utilizando drones o a los marines de difícil justificación, tampoco debemos esperar el retorno al unilateralismo que practicó George W. Bush al que probablemente nos habría devuelto Romney y que tan graves consecuencias provocó.
Finalmente, desde una perspectiva de izquierda, o Europea incluso, la reforma sanitaria, Obamacare, la sanidad universal, sobrevivirá a su impulsor y creador. La victoria de Obama ha frustrado las ansias del otro fundamentalismo que con más y más peso ha colonizado el partido republicano, el cristiano, y que sin duda va a sufrir viendo como se legaliza el matrimonio homosexual a escala federal, se mantiene intacto el derecho al aborto y se progresa en los derechos de las mujeres.
Obama tendrá más margen de actuación ahora que no se juega reelección alguna y ello debe permitir que se perciba mejor con hechos su perfil más socialdemócrata -apuesta por la educación, políticas industrial y de empleo proactivas, igualdad, leyes migratorias, cambio climático y lucha contra la pobreza en el mundo, recuperación del impulso de las energías renovables- y algo más que guiños a la izquierda de su país como la defensa de la acción sindical. Obama va a contar con un segundo mandato en el que debe completar su obra y, quizás, pasar a la historia como uno de los grandes, al menos el de toda una generación.