Riesgo, responsabilidad, pactos y coaliciones
Este año va a ser el más electoral de nuestra historia reciente. Las encuestas prácticamente descartan las mayorías claras y, en tiempos de crisis y desafección, esto genera incertidumbre, desasosiego... Pero también provoca que muchos reclamen responsabilidad a la izquierda.
El año 2015 va a ser el más electoral de nuestra historia reciente. Las encuestas muestran que los resultados electorales están más abiertos que nunca, descartando, prácticamente en todas partes, la consecución de mayorías claras. Ello, en tiempos de crisis y desafección genera todo tipo de reacciones, incertidumbre, desasosiego... También provoca que muchos reclamen responsabilidad a la izquierda, al menos a parte de ella.
A estas alturas no existe ninguna duda sobre el grave error de fondo que ha marcado la política económica de la Unión Europea desde el estallido de la crisis. Tampoco sobre las equivocaciones colectivas que en España dilapidaron un ciclo completo de crecimiento entre 1993 y 2008, el tiempo del falso milagro económico que más bien fue una burbuja.
Una de las consecuencias de ese error que todavía perdura es el desplazamiento de los votantes de izquierdas desde el espacio socialdemócrata hacia el populismo como ha sucedido en Grecia. Un logro más de la política económica impuesta por Alemania. Una política basada en conjeturas morales, pero muy alejada de lo que el sentido común y sobre todo la teoría económica recomiendan. Salvo los cruzados del Bundesbank tipo Weidmann, nadie defiende ya lo que se define con la palabra "austeridad". Ningún organismo internacional lo hace, ningún economista relevante la preconiza, pero sin embargo su filosofía perdura.
Había y hay una alternativa de política económica a lo que se ha hecho y lo que se está haciendo como han demostrado los EE.UU. Entre la austeridad y el populismo de izquierdas hay un inmenso espacio en el que hacer políticas progresistas, socialdemócratas. Políticas que aúnen el aumento de la productividad total de los factores y la mejora de la competitividad con la lucha contra la pobreza, la creación de oportunidades y la reducción de la desigualdad. Políticas que permitan recuperar renta y empleo de manera mucho más rápida, como ha logrado la administración Obama.
Desde luego en España los acontecimientos podrían haber sido muy distintos si se hubiera seguido una ruta alternativa. Algo que era factible a pesar de que la insostenibilidad de nuestro modelo de crecimiento dejaba poco margen de actuación. Sin embargo no se hizo. ¿Pudo hacerse? ¿Actuamos con responsabilidad o no había alternativa?
La realidad es que nuestro país asumió la terapia Merkel sin cuestionar el fondo de la misma.
Como explica José Luis Rodríguez Zapatero en su libro El Dilema, "temí que la caída en un rescate nos devolviera a un estado de ánimo colectivo similar al sentimiento del noventa y ocho", al tiempo que era consciente de que las medidas que se vio obligado a impulsar le obligaban a actuar "en una intersección en la que tus ideas y compromisos se bifurcaban probablemente de manera irremediable". El sincero relato del expresidente recoge con precisión el extremo contexto en el que bajo el principio de responsabilidad en el ejercicio de su cargo dirigió al gobierno de la nación. También, muestra cómo por diferentes razones y desde una perspectiva socialdemócrata, de izquierdas, nunca hubo una alternativa factible a lo sucedido y aplicado. Se pretendió y se logró evitar el rescate, y punto. Hoy sabemos que había una opción mejor. La hegemonía del paradigma conservador y la aplastante mayoría de la derecha en el Consejo Europeo no lo permitieron entonces, ni tampoco ahora. ¿Cómo se pudo llegar a ese extremo?
Ser responsable siempre implica un riesgo: el riesgo de equivocarse. En el epílogo de El Dilema queda patente que apenas había alternativa porque el error de fondo venía de mucho antes tras casi veinte años perdidos por culpa de un modelo de crecimiento equivocado e insostenible. Antes de las durísimas decisiones de 2010 y 2011, la izquierda gobernante había perdido el pulso de la realidad económica de fondo, lo cual no hizo sino ampliar la posibilidad de equivocarse. Otra enseñanza clara, la de la importancia de no perder nunca la visión crítica sobre la realidad, sobre el fondo de las cosas, y no caer en la complacencia.
Hoy, de nuevo muchos miran hacia el PSOE alegando que es el momento de la responsabilidad. A nadie se le escapa que para muchos de ellos responsabilidad equivale a pactar con la derecha en aras del interés general, que estaría gravemente amenazado, o de cierto interés superior. El dilema entre riesgo y responsabilidad es propio de la izquierda democrática, de la socialdemocracia. Siempre se exige responsabilidad a la izquierda porque es responsable. El problema es que tras 20 años de desregulación y de dominio del paradigma conservador en un mundo globalizado y en rápida transformación los instrumentos tradicionales de política económica ya no sirven. Sin gobernanza económica global real no lograremos preservar nuestro modelo de sociedad. Sin esa gobernanza volveremos a vernos obligados a asumir como inevitable un discurso ajeno. Ser responsable exige un rigor y conocimiento absoluto del medio. Ser responsable exige contar con los instrumentos políticos apropiados, crearlos si no existen y saber utilizarlos. Hoy esa responsabilidad se reclama en el campo económico pero también en el democrático porque es incompatible con la existencia de cualquier atisbo de corrupción o clientelismo en las instituciones.
Para ser responsable, porque nos lo van a seguir exigiendo, la izquierda debe reflexionar sobre los límites de las decisiones o de los acuerdos que vaya a adoptar. No sólo se trata de no abandonar los principios básicos de la izquierda, por supuesto, sino de ser consciente de hasta dónde llegan las consecuencias de las acciones responsables.
El reciente acuerdo contra el terrorismo yihadista es un buen ejemplo del riesgo de la responsabilidad. En este caso, al no existir duda alguna sobre la oportunidad y necesidad de fondo de garantizar la unidad democrática frente a esa amenaza, ha sido posible no sólo suscribirlo sino también explicarlo con coherencia a pesar de las voces que se han levantado en su contra. Un acierto. Y eso a pesar de que la derecha, irresponsablemente, no ha sido capaz de renunciar a imponer la eufemísticamente llamada "prisión permanente", aun a sabiendas de que será derogada en cuanto haya un nuevo gobierno, y a pesar de que arriesgaba el propio pacto. Y es que la derecha no sufre tanto cuando es irresponsable.
Ambos ejemplos, las medidas económicas de 2010 y 2011 y el pacto contra el yihadismo, muestran que el problema no es tanto pactar como salirse del espacio de tus propios principios ideológicos, por la razón que sea. Los pactos siempre deben poder ser explicados manteniendo la coherencia plena con uno mismo. El problema no es pactar o formar coaliciones, el error es asumir como propias políticas ajenas en virtud de la siempre ambigua responsabilidad. Nunca puede ser responsable apoyar políticas no ya injustas, sino inútiles o equivocadas. No se puede ser responsable asumiendo políticas de la derecha. Tampoco es responsable comprometer las posibilidades futuras del principal instrumento de transformación democrática de la sociedad española en siglos.
La sociedad española hoy exige cambios, pero lo hace desde la inmensa sensación de seguridad que genera el pertenecer a la Unión Europea. El formar parte de Europa, sin duda el mayor éxito de la España moderna, sin embargo, propicia ciertos comportamientos irresponsables. Así, a pesar de que Europa es criticada con dureza en esta crisis de desafección política e institucional, y con mucha razón en algunos casos, por contradictorio que parezca Europa sirve de red. Europa como red de seguridad y por tanto como elemento que facilita la exacerbación de opiniones. Por esta razón la crisis entre Cataluña y el resto del país, o el auge del populismo, parecen cuestiones no tan preocupantes, porque nadie acaba de creer que nuestro sistema pueda llegar a romperse. Porque votar contra todo no va a implicar nada gracias a esa red. Creo que esa sensación de seguridad que nos envuelve es peligrosa porque siempre que Europa o cualquiera de sus naciones han caído en el abismo se han aproximado al desastre de manera imperceptible, casi sin darse cuenta.