Charlotte arranca en frío
Demócratas y republicanos son en 2012 más distintos que nunca y por ello estas elecciones son las más trascendentes en décadas. Para el resto del mundo el reto es también formidable por las consecuencias del camino que elegirá la primera potencia para salir de la crisis.
Con un ambiente muy distinto al de hace 4 años en Denver, la Convención Demócrata ha arrancado este martes en Charlotte, Carolina del Norte. Demócratas y republicanos han optado en estas elecciones por reducir a 3 los días de convención, quizás por ahorrar algo en tiempos difíciles, quizás por imposición de los todopoderosos medios de comunicación. También, ambas convenciones se celebrarán en estados con resultado incierto, los "swing states" -los de Mitt Romney eligieron Florida-, dos estados que en 2008 apoyaron a Barack Obama y que en noviembre podrían caer del otro lado.
Uno de los problemas del sistema de colegios electorales -el ganador se lleva todo- es que en los grandes estados claramente decantados hacia el azul demócrata como California o Massachusetts, o el rojo republicano como Texas - aquí los colores van al revés-, los candidatos ni están ni se les espera porque concentrarán su presencia en los estados que decidirán el resultado, los cruciales campos de batalla como aquí los llaman. Desde la victoria de George Bush hijo en el año 2000 contra Al Gore, a pesar de que Gore obtuvo más voto directo, el debate sobre la reforma del sistema electoral sigue vivo. Un sistema que constitucionalmente pretende ponderar población y territorio, y que falló estrepitosamente hasta el punto de que fue el Tribunal Supremo quien realmente eligió al presidente de los Estados Unidos. ¿Se imaginan algo así en España?
El ambiente, decía, es muy distinto al de hace 4 años cuando a pesar de que la crisis ya había comenzado nadie podía imaginar hasta dónde iba a llegar. Entonces Obama parecía tener la fórmula para sacar a su país e incluso al resto del mundo de la crisis financiera y económica que todavía no había cruzado el Atlántico y arrasado Europa e, incluso, parecía saber cómo resolver problemas que entonces ocupaban las primeras páginas de la prensa mundial como el cambio climático o las consecuencias de una guerra basada en mentiras como la de Irak.
Hoy, por contra, no se respira el entusiasmo, la esperanza e incluso el vértigo de 2008 cuando parecía un sueño que un candidato con el perfil de Barak Obama pudiera ganar. Sin embargo, todo el mundo sabe que en estas elecciones las opciones que se confrontan son con toda probabilidad las más distintas desde hace décadas. El modelo de país que proponen y desean Romney y Ryan es radicalmente diferente al que Obama y Biden no han conseguido culminar y mucho menos consolidar desde 2008. Probablemente la reforma sanitaria que logró que los casi 40 millones de estadounidenses que carecían de cualquier tipo de cobertura la tuvieran por primera vez en su vida, y que los piadosos republicanos quieren desmantelar, simboliza la dimensión de la batalla que se avecina.
Un duelo a muerte con un partido republicano más escorado a la derecha que nunca dominado por el tea party, un partido que en Tampa ha demostrado lo que es hoy, un partido blanco sin apenas presencia de las minorías que en la próxima década serán mayoría, y ultraconservador en todo y sobretodo en lo religioso -por supuesto cristiano con multitud de apellidos-. Un amigo laborista británico que acudió a Tampa por, digamos, cortesía de partido, me contaba hoy que allí un delegado se le acercó y transmitió sus condolencias porque su país -el Reino Unido- había sido tomado por los musulmanes.
Los republicanos quieren reducir los impuestos a los más ricos para reducir el gasto público al 20% del PIB mientras machacan en los medios de comunicación con un solo mensaje: ¿Está Ud. mejor que en 2008? No sólo es la reforma sanitaria que asegura cobertura aunque sea con pólizas privadas, es también el sistema público para los jubilados -Medicare- el que quieren herir de muerte.
Demócratas y republicanos son en 2012 más distintos que nunca y por ello estas elecciones son las más trascendentes en décadas. Para el resto del mundo el reto es también formidable por las consecuencias del camino que elegirá la primera potencia para salir de la crisis generada por unos principios que la han sobrevivido -los de Romney y Ryan-, y el intratable modo de relacionarse con el resto de países al que puede llevar una victoria republicana.