Un futuro sostenible para las cuencas
Los fondos mineros deben mantenerse para darles un futuro sostenible, justo y digno, pero no para mantener la actividad minera. El carbón es el combustible que más CO2 emite por unidad de energía producida.
El debate sobre el futuro del carbón debe tener en consideración dos ejes: el social y el energético. Ambos están necesariamente vinculados, y a ellos hay que añadir también el ambiental, en un contexto en el que el cambio climático se agrava cada vez más. Por ello, apoyamos a los mineros, sus familias y su lucha, al tiempo que creemos que es necesario avanzar hacia un futuro diferente para las cuencas.
El conflicto social está en primer plano por la movilización de los trabajadores que reclaman que se mantengan los llamados fondos mineros que han sufrido un importante recorte por parte del Ministerio de Industria. Esos fondos están regulados por un reglamento europeo que fija su eliminación total en el año 2018.
Hay que aclarar que la mayor parte de esos fondos deben ir destinados a un proceso de reconversión que garantice un futuro diferente para las cuencas. En ese sentido, nuestro punto de vista es que los fondos mineros deben mantenerse en las comarcas mineras para rescatar a las personas que las habitan y darles un futuro sostenible, justo y digno, pero no para mantener la actividad minera de forma artificial, como un enfermo con respiración asistida.
Necesitamos también una nueva política energética, y eso es un factor clave en este debate. Ya dijimos desde EQUO en la campaña electoral que un modelo de producción eléctrica en el que vale todo, finalmente nos aboca al desastre.
La falta de orientación concreta hace que el conflicto con la política energética del Gobierno surja por todas partes: con el carbón, y también con las renovables. Hay una pregunta clave asociada a este debate: ¿Qué política energética quiere aplicar el Gobierno de Rajoy? De momento sólo conocemos su orientación pronuclear.
El carbón es el combustible que más CO2 emite por unidad de energía producida. Su eliminación progresiva es una reclamación global, y no sirve de nada tratar de eludir esa realidad escondiendo la cabeza. En este contexto la política energética del siglo XXI no puede obviar la realidad del cambio climático y debe moverse hacia un modelo basado de manera cada vez más decidida en las energías renovables hasta alcanzar el 100% de la producción eléctrica.
Además de en otros sectores productivos, existen enormes oportunidades de generación de nuevos empleos en el sector de las fuentes renovables, y pensamos que hacia ahí deben dirigirse los procesos de reindustrialización en las cuencas mineras.
Apoyemos por tanto a las cuencas mineras, pero para salir del monocultivo del carbón y encontrar salidas que garanticen de verdad un futuro para las generaciones actuales y de las que vengan detrás.