El "fiscal Cliff" europeo

El "fiscal Cliff" europeo

Quinto año de la agonía desde la "crisis de 2008" y aun no hay señales de vida al otro lado del túnel.

 

En la campaña que condujo a la revalidación del presidente Obama para un segundo mandato en la Casa Blanca, hemos escuchado decir que, por primera vez, la UE aparecía referenciada -por ambos bandos, republicano y demócrata- como ejemplo negativo y como contramodelo. No es exacto: la victoria de Obama lo es también de una aproximación -la demócrata frente a la republicana- a la crisis europea que busca reequilibrar la austeridad con los estímulos. Obama, a diferencia de Rommey, muestra preocupación, no sólo por "propio interés" sino por empatía, con la fatal contumacia con que la hoy dominante correlación conservadora ha empeorado a la UE, a lo largo de la crisis, hasta el punto de poner en dificultades su propia reelección.

La interminable crisis de la eurozona ha sido y sigue siendo objeto de innumerables análisis. Son tantos los ángulos y las implicaciones, que contribuyen, se quiera o no, a la espesura de un bosque que impide ver con claridad los árboles que mejor describen la transformación del paisaje.

El ahora llamado "club med" de los endeudados "periféricos" (antes llamados PIGS) han acumulado años de indecibles sacrificios, sin recortar por ello su desventaja competitiva con el "norte" acreedor que encabeza Alemania. Vistos los tremendos destrozos antisociales impuestos por los recortes, los escasos paliativos administrados con cuentagotas (la "moratoria" a los desahucios del colectivo en riesgo de exclusión) abandonan a su suerte a las clases medias empobrecidas, y a los trabajadores, precarizados y atenazados por el miedo -engrosar en cualquier minuto el ejército de los parados. Además, a todo lo largo de la crisis se ha impuesto un manejo orientado a socializar las pérdidas de los "inversores de riesgo" (especuladores) financieros, que se ha traducido en la práctica en una transferencia de rentas de los más pobres a los ricos (vía de la conversión de la deuda privada de los activos tóxicos bancarios en deuda pública computable como déficit), y de los países en apuros hacia los más solventes (por vía de la garantía de devolución de préstamos a los bancos alemanes).

Este manejo de la crisis se ha traducido en un incremento brutal de las desigualdades fiscales entre los estados miembros de la UE y dentro de los propios estados miembros, con desembocadura en la UE más injusta y menos social que hayamos conocido en nuestras vidas. No por casualidad, esta descompensación marcada por la ausencia de demanda interna de la locomotora alemana abunda en la falta de perspectivas de crecimiento (la previsión de la Comisión para el conjunto de la zona euro en 2013 es del 0,1%) y el endurecimiento de la recesión y los ajustes para los "periféricos". Y no es sorprendente tampoco que tan disparatada agenda carente de estímulos a la inversión e incentivos a los jóvenes sea objeto de preocupación para el recién estrenado Obama II, abocado a negociar un acuerdo bipartito al "precipicio fiscal" ("Fiscal Cliff") sin punto de apoyo ninguno en la interconexión de las economías americana y europea.

Pues bien, la batalla europea en torno a los presupuestos -encuadrada en el debate sobre el Marco Financiero Plurianual (MFP) 2014-2020- describe con crudeza el estado crítico de la UE. De un lado, los autollamados "amigos de la austeridad" (Alemania), postulan un presupuesto europeo a la baja. Con el pretexto de las estrecheces generales, pretenden imponer en la UE la dieta de adelgazamiento que se ha impuesto a los estados miembros, ignorando que la UE no práctica el déficit ni acumula deuda pública, además de que su presupuesto debe tener un carácter inversor y por ende contracílico. De otro lado, los llamados "amigos del mejor gasto" (better spending), Reino Unido, amenazan con vetar si el presupuesto de la UE no reforma sus prioridades y objetivos. Frente a estas fuerzas que amenazan con un "clash of the titans", los partidarios de la cohesión se encuentran objetivamente más debilitados que nunca. El tablero se complica.

De un lado, Francia afronta el duelo con grandes dificultades. La coalición de votos que aupó a Hollande a la presidencia se deteriora a ojos vista, y la pérdida de competitividad de Francia frente a Alemania no ayuda al Presidente francés en su negociación. De otro, los hay que postulan una deconstrucción de cuadros presupuestarios para disociar el grupo de la zona euro respecto del total de la UE. Para empeorar las cosas, los países endeudados no aciertan a defender conjuntamente una posición común. Algunos aspiran incluso a negociar mejor actuando por separado.

Este es, lamentablemente, el caso del Gobierno de España. De perfil, sin una visión estratégica clara y definida. Ninguno de los sacrificios asumidos en nuestro país ha sido hasta ahora bastante. Ninguno acaba de rentar rendimiento ni esperanza. Tampoco refuerza, al contrario, nuestra posición negociadora. Todo indica que el Gobierno de Rajoy aspira a refugiarse en el rebufo del bloqueo impuesto por la colisión entre los países más grandes, en la intención mariana de que -"virgencita, que me quede como estoy"- una prórroga del actual status quo, por neutralización recíproca, sería más digerible que una decisión que empeorase nuestra posición relativa (de receptor neto a contribuyente neto, sin phasing out sastifactorio para las Comunidades Autónomas más comprometidas en fase de "transición" para los que la demandan). Tamaña falta de coraje quiere justificarse con un oportunista aprovechamiento de los beneficios del abaratamiento inmediato de los costes de financiación que nada tienen que ver con la política adoptada por el Gobierno de Rajoy, sino con el anuncio efectuado en su día por Mario Draghi acerca de la disposición del Banco Central Europeo (BCE) a comprar deuda soberana en los mercados secundarios el día -y sólo ese día-, en que, de una vez por todas, España solicite formalmente su rescate por la Troika. Lo que significa, en breve, que nos comeremos con patatas un Memorandum de Entendimiento (MOU, en sus siglas en inglés) condicional que endurecerá la vida de los paganos de la crisis, la de los que no la causaron pero se han visto condenados a sufragar las pérdidas de quienes sí la provocaron.

La sumatoria de escenarios hace del actual "debate presupuestario" un virtual telón de fondo para todas las batallas que se libran simultáneamente en el tablero inestable del futuro de la UE. No deja de ser una ironía que quienes tradicionalmente han abogado por la federalización -y, por tanto, el refuerzo del vector integrador de la ambición supranacional de la UE- se vean ahora compelidos a pisar el acelerador de la Unión Bancaria frente a su ralentización obediente a la agenda electoral alemana. Del lado de los euroescépticos, los hay que todavía abogan por el endurecimiento de las condiciones a Grecia bajo la indisimulada pretensión de que, abandonando el euro (Grexit), deje de "al fin de ser un lastre". Los hay que, en una confluencia de intereses normalmente contrapuestos, trabajan para que el Reino Unido supere sus actuales impulsos de desvincularse de la construcción europea. Los hay que ven en el Reino Unido la única posibilidad de compensar el exceso de un eje germano-francés. Los hay que temen la definitiva hegemonía alemana en solitario. Los hay que ven en una UE sin el Reino Unido una renuncia irreversible a una política exterior que pueda compensar el reencuentro del tradicional "eje Atlántico" EEUU-Reino Unido.

Preocupa que, en este contexto, los laboristas británicos hayan hecho concesiones en el corto plazo, oportunistas, al tradicional euroescepticismo británico, buscando debilitar a Cameron entre los dos juegos del veto a los presupuestos europeos o la imposición británica de un presupuesto europeo todavía más alicorto, procíclico y regresivo.

Grexit, Brexit, bloqueo, veto. Quinto año de la agonía desde la "crisis de 2008" y aun no hay señales de vida al otro lado del túnel. Tal es el estado de cosas en la hora más oscura de una batalla financiera que arriesga el despeñadero de un "precipicio fiscal" ("Fiscal Cliff") europeo, en el que ni remotamente se vislumbra un liderazgo como el que EEUU tiene en Obama para remontar la inminencia de un nuevo bache recesivo condicionado ampliamente por la ausencia de respuesta anticíclica en la UE.

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Licenciado en Derecho por la Universidad de Granada con premio extraordinario, Licenciado en Ciencias Políticas y Sociología por la Universidad Complutense de Madrid, becario de la Fundación Príncipe de Asturias en EE.UU, Máster en Derecho y Diplomacia por la Fletcher School of Law and Diplomacy (Tufts University, Boston, Massasachussetts), y Doctor en Derecho por la Universidad de Bolonia, con premio extraordinario. Desde 1993 ocupa la Cátedra de Derecho Constitucional en la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria. Es, además, titular de la Cátedra Jean Monnet de Derecho e Integración Europea desde 1999 y autor de una docena de libros. En 2000 fue elegido diputado por la provincia de Las Palmas y reelegido en 2004 y 2008 como cabeza de lista a la cámara baja de España. Desde 2004 a febrero 2007 fue ministro de Justicia en el primer Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero. En octubre de 2007 fue elegido Secretario general del PSC-PSOE, cargo que mantuvo hasta 2010. En el año 2009 encabezó la lista del PSOE para las elecciones europeas. Desde entonces hasta 2014 presidió la Delegación Socialista Española y ocupó la presidencia de la Comisión de Libertades Civiles, Justicia y Asuntos de Interior en el Parlamento Europeo. En 2010 fue nombrado vicepresidente del Partido Socialista Europeo (PSE).

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