Acuerdo con Felipe González... y con Borrell
No ha habido sistema de financiación autonómica que no haya sido discutido, pactado y votado afirmativamente con y por Convergencia y Unión de Cataluña. El resultado político y propagandístico de esos acuerdos siempre fue el mismo: cuando votaron sí en el Consejo de Política Fiscal y Financiera, se hizo creer a los españoles que el Gobierno de la Generalitat había salido ganando; a mitad del partido, sin embargo, se hacía creer, al mismo público, que, de nuevo, Cataluña había resultado perdedora. Pero no era cierto.
La semana pasada escribí en estas mismas páginas un artículo que llevaba por título Acuerdo y desacuerdo con Felipe González. Después de lo visto, del desmentido de Felipe, y del silencio posterior, no tengo más remedio que titular este con el de Acuerdo con Felipe González, puesto que el desacuerdo ya no existe. Creo que no dijo lo que el periodista de La Vanguardia dijo que dijo, y no tengo ganas de preguntar por las razones que llevaron al periodista a entrecomillar una frase que Felipe no dijo. Si hubiera sido un político el que hubiera manipulado algo tan transcendente en estos momentos, se hubiera pedido su dimisión inmediata.
Y también estoy de acuerdo con lo que dice Borrell en los medios en los que le dejan decirlo. Doy por sentado que Josep Borrell y Joan Llorach, autores del libro que lleva por título Las cuentas y los cuentos de la independencia (La Catarata. Madrid, 2015), no leyeron el artículo que El País me publicó el pasado 23 de abril de 2013 con el título de Cuentas y cuentos, y el subtítulo Los datos que ofrecen los nacionalistas sobre el déficit fiscal catalán son falaces . Por lo tanto, si hubiese existido un plagio, no me cabe la menor duda de que hubiese sido un plagio inconsciente y, además, plagio con gusto, no pica. Las cuentas que Borrell y Llorach echan en su libro coinciden sustancialmente con las que yo denunciaba en el artículo de marras. Y los cuentos que nos han contado sobre financiación autonómica y el trato que ha recibido Cataluña por culpa de la misma, sobre las balanzas fiscales y sobre el principio de ordinalidad coinciden en la denuncia de la farsa.
No ha habido sistema de financiación autonómica que no haya sido discutido, pactado y votado afirmativamente con y por Convergencia y Unión de Cataluña. El resultado político y propagandístico de esos acuerdos siempre fue el mismo: cuando votaron sí en el Consejo de Política Fiscal y Financiera, se hizo creer a los españoles que el Gobierno de la Generalitat había salido ganando; a mitad del partido se hacía creer, al mismo público, que, de nuevo, Cataluña había resultado perdedora con unos modelos de financiación que parecía que se habían hecho a su medida, pero que, sin embargo, resultó que se habían elaborado para perjudicarla. No entiendo, por tanto, a aquellos que sin aportar un solo dato se dan golpes de pecho y afirman que Cataluña ha estado maltratada con la financiación autonómica.
El hoy nacionalista Antoni Castells, consejero de Hacienda socialista en 2009, declaró tras la reunión del Consejo de Política Fiscal y Financiera del pasado 15 de julio de 2009, cuando se aprobó el actual modelo de Financiación, que el nuevo sistema "no sólo es bueno para Cataluña, sino que también lo es para el conjunto de España". Castells celebró que "por fin se haya podido llegar a este momento, tras un largo y difícil proceso de negociaciones", y valoró el acuerdo porque, "con él, se cumple estrictamente el Estatuto de Cataluña y por el hecho de que se produzca un cambio de modelo y no un mero retoque de sistemas anteriores". Eran esos días en los que la prensa valoraba la astucia de los negociadores catalanes que, frente a los de otras regiones, siempre salían de las reuniones donde se debatía la financiación de las Comunidades Autónomas con las alforjas llenas.
El principio de ordinalidad, versión nacionalista, no tiene desperdicio: una comunidad autónoma debe mantener el mismo lugar en el ranking por impuestos recaudados per capita en dicho territorio que en el ranking por gastos per capita realizados posteriormente por la Administración General del Estado en esa comunidad. Ni siquiera en países donde se supone que lo de solidaridad coge demasiado lejos, como en EEUU, se practica semejante despropósito. California, por ejemplo, contribuye con 8.028 dólares por persona y recibe 6.709. Connecticut entrega 11.522 dólares y recibe 8.795. Si en EEUU hicieran lo que quieren los nacionalistas catalanes, California -que con su aportación per capita se coloca en el puesto noveno y se sitúa en el 38º en el ranking federal de ingresos per capita- o Connecticut -que resulta ser el mayor contribuyente per capita de EEUU, y pasa a ocupar el puesto número 13º en ingresos federales- estarían reclamando la independencia por no sentirse cómodos en un sistema tan solidario y tan alejado de las tesis nacionalistas catalanas.
Alguien ha dicho que por qué no se argumentó en su momento con estos datos. Algunos lo hicimos, pero no se hizo caso porque la verdad de los nacionalistas nublaba el razonamiento de los que no lo son. El nacionalista periférico se consideró superior y muchos lo creyeron, hasta que las papas comenzaron a quemarse y, entonces, se hizo tarde para retirarlas del fuego.