¿Por qué defiendo la Cooperación?
Necesitamos salir del subsuelo presupuestario en el que han sumido a la Cooperación desde el año 2010. Sin embargo, más allá y antes que esto, necesitamos sentir que desde el Parlamento y el Gobierno, desde sectores sociales más amplios que el nuestro, se cree en esta política de solidaridad global y se lidera en consecuencia.
Esta semana presentamos desde Oxfam Intermón el informe La Realidad de la Ayuda que recoge un profundo análisis de las tendencias en la Cooperación Internacional al Desarrollo española e internacional, así como propuestas para mejorar e impulsar esta política pública de solidaridad. Dirigí hace años este informe y he escrito en el mismo, contribuyendo a la reflexión basada en los hechos ocurridos anualmente en nuestro sector. Coincidiendo con su lanzamiento, varias personas de Oxfam Intermón van a escribir artículos sobre los contenidos, explicando la situación de la maltrecha Cooperación Española.
Así que en esta pieza voy por otro registro y comparto las razones y los valores de fondo por los que defiendo la Cooperación al Desarrollo. Quienes lo hacemos hemos sufrido acusaciones de todo tipo, que van de ser unos vividores viajantes a costa de los recursos públicos a conformar una pandilla de espíritus bienintencionados que nada saben del mundo real ni de la vida económica de verdad. No dudo que haya de esto en nuestro sector, como hay personas en otros que responden a los clichés correspondientes. Sin embargo, les aseguro que en éste, la mayor parte de las personas que lo habitamos somos serias, buscamos la colaboración de la sociedad y no solo del Estado, nos preocupamos por nuestra formación y sobre todo, tenemos una gran motivación. Comparto las razones que sustentan la mía.
- Una fuerte vocación, enraizada en mis principios más hondos. Da igual el origen, cristiano, humanista, político... lo relevante es que trabajar en Cooperación conecta con los valores íntimos. Dicho de otra manera, no creo que se pueda trabajar en esto sin tener una vocación fuerte y consistente con las opciones vitales. O sí se puede, como se pueden hacer tantas cosas sin sentirlas. O sea malamente. Y se nota.
- La Cooperación se hace desde las personas. Manejamos números, formularios y estudios; imprescindibles todos, aunque corremos el riesgo de que despersonalicen lo que hacemos. Máxime teniendo en cuenta que trabajamos con el "prójimo lejano", a miles de kilómetros, a veces no más que una foto o una historia en un dossier. Difícil, aunque salvable, si sentimos lo misional de una Cooperación cuyo "lugar" solo puede ser el de las personas vulnerables violentadas por el hambre y la pobreza. Si no se ha sentido el desgarro por el sufrimiento ajeno, de Haití a Perú o Sudán del Sur, si no se ha compartido la esperanza de una lucha concreta, es difícil defender la Cooperación como algo más que una actividad ocasional. No creo en la Cooperación descarnada.
- Para provocar cambios en estructuras. En leyes, políticas, prácticas, que perpetúan la pobreza y alimentan la desigualdad. La Cooperación que defiendo, y no me refiero solo a la de ONGD, es transformadora, aspira a cambiar y no a asistir. Es precisamente su raíz en las personas que sufren, y no en ideas, la que impele y da fuerzas para luchar por sus derechos. Por lo tanto no es una actividad neutra a efectos de las estructuras que operan en una comunidad, en un país o en el planeta. Se moja y toma partido. Desde el rigor, se arriesga. Buscando resultados e impacto, se equivoca, aprende, cambia e innova. Porque no fabricamos tuercas sino que buscamos generar cambios sostenibles que contribuyan a un mundo más equitativo y justo.
- Con un sentido global. A pesar de los viajes y las redes sociales, estamos en un tiempo en el que lo doméstico nos puede y los localismos florecen. La crisis ha volcado al país dentro de unas fronteras valladas, mirando al exterior solo para buscar alternativas de corto plazo y el rédito económico para unos pocos. La Cooperación al Desarrollo asume una mirada global y solidaria sobre problemas comunes, la pobreza el primero de ellos, que solo resolveremos juntos y fuera de nuestras fronteras. Sin luces largas, sin sacudirse esos intereses locales de corto alcance, es difícil hacer una Cooperación que trascienda el proyecto para aspirar a influir en políticas públicas y en reglas globales.
- Que saca lo mejor de cada casa. Conozco bien el sector de la Cooperación, del personal de la AECID en el exterior a los voluntarios y voluntarias de organizaciones como Oxfam Intermón, pasando por los equipos humanitarios y tantas personas que dejan su energía, ideas y desvelos en esta tarea. Generalizando, con los riesgos que esto tiene, afirmo que es un sector capaz, formado por colectivos diversos, de fuerte motivación y calidad humana y profesional. Lo mejor de cada ciudad está en los grupos de solidaridad y algunos de los mejores profesionales se dedican a la Cooperación.
¿Se cree esto el Gobierno al máximo nivel? Y más allá. ¿Considera que la Cooperación al Desarrollo es una seña de identidad del país en su actuación exterior, que muestra lo mejor de esta casa? O tal vez sigue pensando que solo con una economía interesada y una política exterior de corta presencia se puede ir por el mundo de hoy.
Necesitamos salir del subsuelo presupuestario en el que han sumido a la Cooperación desde el año 2010. Sin embargo, más allá y antes que esto, necesitamos sentir que desde el Parlamento y el Gobierno, desde sectores sociales más amplios que el nuestro, se cree en esta política de solidaridad global y se lidera en consecuencia. Con pasión, convencimiento e inteligencia. No queda mucho tiempo antes de que sea tarde para recuperarnos.