¿Fin de año sin uvas?
Estamos acostumbrados a mantener nuestras tradiciones, máxime si tienen que ver con la comida. O en todo caso a cambiarlas a nuestra voluntad, con una cultura que evoluciona las más de las veces al ritmo del mercado. Imaginen que el cambio climático nos impidiera este fin de año tomar las doce uvas tal y como es tradición en España.
¿Fin de año sin uvas?
Estamos acostumbrados a mantener nuestras tradiciones, máxime si tienen que ver con la comida. O en todo caso a cambiarlas a nuestra voluntad, con una cultura que evoluciona las más de las veces al ritmo del mercado. Por eso resulta chocante siquiera considerar que no podamos tomarnos las doce uvas con las doce campanadas de fin de año, debido a un motivo ajeno e incontrolable por cada uno, como es el cambio climático.
Esto es lo que muestra, en forma de parodia, un video de campaña de Oxfam Intermón que ha tenido amplia difusión en las redes y reconocimiento por varios medios de comunicación.
Claro que no, este año y los siguientes tendremos nuestras doce uvas, y no dos, y podremos atragantarnos con ellas al ritmo de las campanadas. O al que nos dé la respiración. Dicho esto, por supuesto que nuestra agricultura se está viendo y se verá afectada por el cambio climático. ¿O tal vez pensamos que esta calidez sobrevenida y ya regular, en noviembre y hasta en enero y febrero, solo supone tomar la caña en una terraza más días?
Hace poco grabé un programa de TV con un agricultor madrileño en su campo. Y contaba cómo había tenido que cambiar semillas y variedades; cómo los ciclos de los productos se alteraban cada vez más, de forma inesperada; cómo a pesar de la técnica y la información las cosechas se perdían con una frecuencia mayor que antes.
Siento ser tremendista, pero esto no ha hecho más que empezar. Hace un año participé en un seminario sobre cambio climático en el Vaticano, al hilo de la encíclica del papa sobre esta materia. En el mismo intervinieron con análisis solventes, académicos de la talla de Jeffrey Sachs o Nicholas Stern. El primero afirmó, entre otras cosas, que estábamos sentados sobre un desierto: Italia. No pensemos que España se salvará, de hecho es de los territorios con un impacto potencial mayor, sobre todo si el calentamiento global supera los 2ºC. Recordemos que de seguir la tendencia actual de emisiones, sin recortes mucho más contundentes, estamos en la senda de los 3,7-4ºC de calentamiento. Sencillamente devastador. Resulta angustiosa la capacidad que tenemos los seres humanos de observar tranquilamente la tragedia venirse encima, cuando ésta no ocurre inmediatamente.
Pues bien, en muchos lugares del mundo la tragedia llegó ya. Y el cambio climático es sinónimo hoy de hambre y de expulsión del hogar. 22 millones de personas al año se ven forzadas a dejar su casa y su tierra por el impacto del calentamiento global. Sequías recurrentes y más largas y lluvias torrenciales inesperadas, destrozan los precarios cultivos en países como Burkina Faso. El cambio climático en el Sahel y otros países vulnerables es el mejor ejemplo de la desigualdad global. El 50 % más pobre de la población es responsable solo del 10 % de las emisiones de gases de efecto invernadero. Y sin embargo sufre más los impactos del mismo y tiene menos capacidad de adaptarse y sobrevivir al tsunami en forma de fenómenos climáticos extremos.
Oxfam Intermón y otras organizaciones trabajamos directamente con las comunidades de Burkina Faso, de otros países africanos, y de América Latina y Asia, para apoyarles en su adaptación al cambio climático, a través de semillas mejoradas o de sistemas de información meteorológica. También exigimos a gobiernos como el español que contribuyan lo que deben en forma de fondos verdes para adaptación al cambio climático. Por justicia reparadora y por responsabilidad ante uno de los mayores desafíos de la humanidad hoy.
Tras unos años de incipiente liderazgo en energías renovables y de reducción de emisiones durante la crisis, España ha retomado con determinación su ciego camino al abismo climático, impasible el ademán. Somos de los países europeos más alejados de los objetivos de reducción de emisiones, hemos tirado por la borda la reputación e inversión en energías alternativas verdes -especialmente la solar- y apenas aportamos 1 millón de euros al Fondo Verde, menos del 1% de lo comprometido.
#YaNoMasExcusas se llama la campaña con la que pretendemos alertar y cambiar esta política ciega con el futuro e indiferente con el presente de quienes sufren hambre por la contaminación de otros.
Para que toda persona tenga sus doce uvas, o lo que sea su costumbre, este fin de año.