Híbridos somos todos

Híbridos somos todos

Hay quien cree que no se investiga más porque hay demasiados intereses en juego; pero también aun hay quien cree que el hombre no llegó a la Luna o que Walt Disney va a resucitar dentro de unos años.

Hace un par de días Audi ha vuelto a imponerse en las míticas 24 Horas de Le Mans (Francia). Por tercer año consecutivo, la marca germana ha vencido en la prueba más importante del Campeonato del Mundo de Resistencia, un certamen automovilístico con una historia tan larga como la de la fórmula 1, aunque con una reglamentación muy diferente. Mientras que los fórmula 1 son monoplazas, los coches de resistencia son biplaza y los conducen dos o tres conductores, que se van turnando a lo largo de 24 horas, 1.000 kilómetros ó 12 horas, según cada prueba.

Lo destacable de esta victoria es que por vez primera la consigue un vehículo "híbrido" y con 4 ruedas motrices. Como la semana pasada hablamos de coches eléctricos y su (todavía) incompetencia frente a los coches con motor térmico, vamos a insistir en este tema, intentando aclarar un poco algunos conceptos que parece que no todo el mundo tiene claro.

El Audi e-Tron que venció en Le Mans no se recargaba con corriente eléctrica; no estaba enchufado a un cable eléctrico; ni disponía de una toma contínua de corriente a través de una catenaria o de un carril como los escalextric. ¿De dónde procedía la energía que le ha permitido recorrer más kilómetros que ningún otro participante? Pues de un motor turbodiésel. ¿Entonces por qué decimos que es un coche híbrido? Pues la verdad es que lo denominamos híbrido porque viene muy bien por cuestiones de marketing, porque es exactamente igual de híbrido que el Ferrari de fórmula 1 que conduce Fernando Alonso, con algunas diferencias de detalle, en las que podemos entrar en otra ocasión.

Desde hace unos años, se vienen denominando coches híbridos a aquellos en los que una parte de la energía que produce su motor de combustión se transforma en energía eléctrica; y esta electricidad se aprovecha para mover las ruedas. Desde los inicios de los motores de gasolina (o diesel), siempre se ha destinado una parte de la energía de la combustión para producir electricidad (a través de dinamos o alternadores) y esta electricidad se almacenaba en acumuladores (baterías, para entendernos) de donde se distribuía a accesorios eléctricos que todo automóvil necesita: arranque del motor, encendido de las bujías, iluminación, instrumentación, limpiaparabrisas... decenas de elementos eléctricos. Desde hace unos años, algunos vehículos, aprovechan esta producción de electricidad para mejorar las prestaciones del vehículo. Es a estos coches a los que denominamos híbridos. Incluso, este energía eléctrica puede llegar a mover el coche durante unos kilómetros, si se agota el combustible.

Los motores de combustión son muy poco eficientes para producir movimiento mecánico, ya que la mayor parte de su rendimiento se destina a generar calor. Un calor que, además, hay que disipar a la atmósfera, ya que de otra manera arruinaría el motor en pocos minutos. Desde hace ya muchos años, los especialistas en motores buscan mejorar su eficiencia y no hay más que comparar los consumos de algunos coches de hace 25 años con los actuales. Mejorar al mismo tiempo las emisiones de gases contaminantes ha sido igualmente prioritario para los constructores de automóviles.

Hoy día, un automóvil es capaz de transportar a 4 personas, a 1.000 kilómetros de distancia en un tiempo de 10 horas con 60 litros de combustible, que se cargan en un depósito en menos de 5 minutos. Es decir, con 15 litros de combustible por persona un ciudadano de Zaragoza llega hasta París en una jornada. Esta capacidad de desplazamiento ha configurado una sociedad imposible de imaginar sin el automóvil tal como lo conocemos hoy día. El trabajo, los negocios, el ocio o el comercio son imposibles sin esta movilidad de los transportes de todo tipo. El ferrocarril o el metro, exponentes de la eficiencia del transporte eléctrico colectivo, desempeñan un papel importante en este complejo sistema, pero no son más que una parte reducida del conjunto.

Es cierto que los combustibles derivados del petróleo son finitos y producen un serio impacto medioambiental. También es cierto que los científicos, ingenieros, empresarios y técnicos siguen buscando alternativas para reducir los aspectos negativos de los motores térmicos. Se ha avanzado una enormidad, pero aun hay que seguir progresando hasta lograr cero emisiones contaminantes sin que la movilidad se vea drásticamente reducida. Lamentablemente el progreso es lento y muy caro, pero es imprescindible.

La victoria del híbrido de Audi (con Toyota siguiendo el mismo camino) es el mejor ejemplo de las posibilidades de mejora que aun tienen los motores térmicos. Y se sigue investigando en esta tecnología porque los resultados que por ahora se obtienen con otras opciones (eléctricos puros, aire comprimido, hidrógeno, pila de combustible y alguna otra cosa más) son escasamente satisfactorios, aunque no tan decepcionantes como para abandonar estos campos de investigación. Hay quien cree que no se investiga más porque hay demasiados intereses en juego; pero también aun hay quien cree que el hombre no llegó a la Luna o que Walt Disney va a resucitar dentro de unos años.

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