Hay petróleo por arrobas
Leemos casi a diario que el precio del barril de petróleo sube, baja o se mantiene. Pero hagan la prueba: pregunten a cualquiera cuánto cuesta un litro de petróleo, en unidades que sepamos manejar.
Leemos casi a diario que el precio del barril de petróleo sube, baja o se mantiene. Hay incluso quienes se fijan en que este precio es en esta semana de 106 dólares por barril y que la tendencia es a la baja. También, quien más quien menos, es capaz de saber que el litro de gasolina nos cuesta 1,40 euros. Pero hagan la prueba: pregunten a cualquiera cuánto cuesta un litro de petróleo, en unidades que sepamos manejar cualquier ciudadano que lee los periódicos. Porque saber que el dólar está a 0,82 euros (y subiendo) está bastante extendido, pero saber cuántos litros tiene un barril eso es ya harina de otro costal.
Un barril de petróleo contiene 159 litros; aproximadamente la tercera parte de lo que cabe en el depósito de combustible de un automóvil mediano. Aunque existen muchas calidades de petróleo, el que suele servir de referencia para las transacciones internacionales, el denominado tipo Brent, que cotiza en estos días a 106 dólares, con fluctuaciones casi cada hora.
Aunque son operaciones muy sencillas, si echamos manos de la calculadora enseguida podemos averiguar que el litro de petróleo nos cuesta 0,66 euros. La verdad es que entre esta cantidad y los 1,40 euros que nos cuesta la gasolina en el surtidor, hay una diferencia estratosférica. Es verdad que antes de llegar al depósito de nuestro coche, el petróleo ha pasado por un proceso de comercialización y refinado bastante complejo. Hay gastos de transporte, mermas, beneficios de las compañías petroleras y de los suministradadores. Pero por encima de todo, una carga impositiva en cada litro de combustible que duplica el precio final del producto.
En España no tenemos los combustibles más caros de Europa; son en general, más baratos que en los países de nuestro entorno, como Portugal, Francia o Italia. Al menos de momento, porque ya sabemos por experiencia lo fácil que le resulta al Gobierno subir los impuestos.
Pero, sin entrar en polémicas de lo conveniente o no de las tasas impositivas de los combustibles, lo que siempre me ha llamado la atención es lo absurdo que resulta utilizar unas unidades de medida que casi nadie conoce, para referirnos a un producto de tanta repercusión en la economía doméstica y familiar.
El barril, como unidad de capacidad, no tiene la más mínima tradición en España. Aquí utilizamos el sistema métrico napoleónico desde 1880, cuando se dejó de utilizar ofialmente unidades como la arroba o el celemín, que en cada comarca tenían capacidades diferentes. Para algunas tareas concretas, o para mercancías muy especiales, se utilizan medidas que no pertenecen al sistema métrico. Es el caso de la navegación, marina o aérea, que utiliza la milla, la braza o el pié como unidades de longitud; o del quilate, utilizado en el mundo de la joyería. Y por lo que se ve, del barril, que es la unidad de medida admitida en el mundo petrolero.
No vamos a defender la obligatoriedad de utilizar medidas métricas, porque sería tanto como defender la necesidad del esperanto: algo útil, pero superado por los acontecimientos Pero sí que deberíamos pedir a los medios de comunicación que hiciesen la lógica traducción cuando se emplean estas unidades de medida tan ajenas a nuestra cultura. Todo el mundo encuentra lógico que en cualquier información se traduzca a kilómetros lo expresado en millas, o que se traduzca a metros cuando se habla de piés. Es más: con frecuencia, medidas muy frecuentes, como la hectárea, se dice, a modo de apostilla, como un campo de fútbol, que es más fácil que recordar los 10.000 metros cuadrados.
Decir que el petróleo ha bajado la barrera de los 100 dólares por barril (como ocurrió en el pasado mes de junio) es para la mayoría de los ciudadanos no decir absolutamente nada. Lo mismo le da que le digan que ha bajado de los 100 dólares por barril que si le hubiesen informado de un precio de 45 coronas por galón o de 70 arrobas por maravedí.
Que el mundo petrolero quiera enmascarar sus astronómicas cifras detrás de unidades crípticas se comprende; que le apoye en este oscurantismo un aparato del Estado que no tiene mucho interés en que se conozca la carga fiscal de los combustibles, también parece lógico; pero que los medios de comunicación sigan ofreciendo datos tan complejos de entender para el común de los mortales, seguimos sin explicárnoslo... salvo que en las redacciones no sea fácil encontrar una calculadora.