Coches pilotados, una interesante utopía
Tampoco veremos aviones sin pilotos, aunque técnicamente es muchísimo más fácil de resolver que un automóvil autónomo. Las máquinas y los sistemas pueden sustituir al hombre en operaciones cada vez más complejas, pero nunca podrán ser 'responsables' de la seguridad y de la toma de decisiones.
Hemos asistido estos días a un acontecimiento importante en la historia de la automoción: el recorrido entre Madrid y Vigo de un automóvil autónomo. No es exacto decir que se trataba de un automóvil sin conductor, ya que solo durante algunos instantes el asiento detrás del volante estaba vacío. En la mayor parte del recorrido una persona se ocupaba de tomar las decisiones que permitían al coche (un Citroen C4 Picasso experimental) hacer adelantamientos y otras maniobras complejas.
En cualquiera de las decenas de crónicas de este viaje se describen detalles y situaciones sobre las que pasamos por alto para centrarnos en el hecho en sí mismo de la conducción autónoma y lo que puede significar para el futuro de la movilidad personal.
El 20 de julio de 1969 Neil Armstrong y Edwin Aldrin pusieron sus pies sobre la superficie de la Luna. Han transcurrido más de 45 años. Cualquiera que repase los periódicos de entonces puede encontrar decenas de artículos en los que se anunciaba viajes interplanetarios al alcance de cualquier ciudadano, en el horizonte del año 2000. Nadie ha vuelto a pisar la Luna excepto los 12 astronautas que siguieron a Armstrong. Y desde noviembre de 1972, hace 42 años ahí está solitario nuestro hermoso satélite.
Con la llegada a la Luna se demostró el asombroso avance de la técnica espacial (no confundamos un avance científico con un avance técnico), que sirvió de base para otras conquistas técnicas en muy diversos campos de la Ciencia. Este avance continúa hasta nuestros días aunque nadie haya vuelto a pisar la Luna, porque una cosa es el desarrollo tecnológico y otra muy distinta la utilidad que se obtiene.
En automoción, los avances de las técnicas empleadas en los últimos años son enormes. Es, junto con la electrónica de consumo y la técnica quirúrgica, el campo en el que más se invierte en I+D+I. Hay quien cree que es la industria aeronaútica la que más ha avanzado, sin recordar que el avión Jumbo es de 1970, cuando de las cadenas de montaje de los automóviles salían los Renault 12 y Seat 124. Este dato es significativo para darse cuenta del avance de la automoción.
Pero no hay que irse tan lejos. En los últimos 30 años, los automóviles han evolucionado de tal manera que conducir hoy un coche de gama media de 1980 es un ejercicio de humildad nostálgica: ni servodirección, ni frenos antibloqueo, ni sistemas antiderrapaje, ni faros halógenos, ni electrónica, ni airbags... Aquellos coches no disponían de elementos de confort que hoy nos parecen irrenunciables, como los elevalunas eléctricos, el aire acondicionado o los asientos con apoyo lumbar regulable. Hoy ya ni siquiera aparecen como elementos destacables en los catálogos, porque todos damos por hecho de que su ausencia es inimaginable en los coches de 2015.
En los últimos años han aparecido también otros elementos o sistemas que poco a poco van haciéndose usuales: navegadores, advertencia de cambio involuntario de carril, sistemas para mantener una velocidad programada o una distancia al coche que nos precede, aparcamiento automático... Y muy recientemente, la conexión de los sistemas de comunicación personal (smartphones) con el automóvil. Con esta comunicación, el automóvil se convierte en una extensión de nuestros propios hábitos.
Con un 'peligro' para los usuarios: el rápido envejecimiento de los modelos y versiones. De la misma manera que un smarthphone se vuelve obsoleto en 8 ó 10 meses y lo cambiamos antes del año y medio, un automóvil se convierte en anticualla en apenas 2 ó 3 años. Y, con la incorporación de sistemas cada día más novedosos, pierden atractivo velozmente y surge la necesidad de reposiciones cada vez más breve. Buen negocio para los constructores.
El sistema de conducción autónomo que acaba de mostrar Citroën es un paso más en la evolución técnica. Otra cosa es que veamos por nuestras carreteras centenares o miles de coches sin conductor en un plazo breve de tiempo. Como en tantas cosas, esta autonomía de guiado tendrá aplicaciones muy concretas y muy útiles, pero siento ser un aguafiestas para quienes creen en su popularización inmediata. No tiene sentido, como no lo tiene ir a la Luna a pasar un fin de semana.
Quien quiera ir a las Rías Baixas (por seguir con el ejemplo de trayecto) a disfrutar de su gente y sus entornos y no quiera conducir, lo mejor es que coja un estupendo AVE que ya estará en funcionamiento por entonces y que le permitirá reducir 3 horas el tiempo de desplazamiento.
Un AVE que, naturalmente, podría ir sin conductor, pero que no veremos. Como tampoco veremos aviones sin pilotos, aunque técnicamente es muchísimo más fácil de resolver que un automóvil autónomo. Las máquinas y los sistemas pueden sustituir al hombre en operaciones cada vez más complejas, pero nunca podrán ser 'responsables' de la seguridad y de la toma de decisiones. El principal freno a la automatización de la conducción va a llegar de las compañías de seguros, que nunca van a aceptar a una máquina como responsable de la seguridad o que obligarán a revisiones técnicas iguales a las de la industria aeronáutica, lo que es inviable en automoción.
Los coches, como los aviones y los barcos, dispondrán de pilotos automáticos que podrán tomar el control durante trayectos concretos. Incluso me imagino que podrá haber vías específicas o carriles específicos de velocidad constante y desplazamiento pilotado. Pero no me creo que podamos subirnos a un coche, dictar un destino y ponernos a leer el periódico. Entre otras cosas, porque para entonces no habrá periódicos.