La perpetuación de la bicefalia en el fútbol español
La diferencia proporcional entre lo que reciben Barça y Real Madrid respecto del resto de equipos españoles por publicidad es siete a uno. En cambio, en la liga alemana es de tres a uno. No es por ello extraño las quejas de estas ligas respecto al semidopaje financiero del que gozan los dos clubes españoles.
Cualquier aficionado al fútbol puede pensar que la clasificación en la Liga española al final de la temporada es la consecuencia exclusiva de los méritos deportivos de los clubes. Esto es, de haber jugado bien o mal, de haber fichado exitosamente o no, o en ocasiones también del azar y de los buenos o deficientes arbitrajes. Nada más lejos de la realidad. La verdad es bien distinta: en un porcentaje más alto del que estamos dispuestos a aceptar (porque si no el invento se nos va al traste), la clasificación final es en gran medida fruto de un esquema de favorecimiento económico de los poderes públicos a los dos grandes clubes españoles. Si esto es justo o no, en especial para el resto de clubes, es discutible, como veremos después.
Lo cierto es que la reciente publicación del Decreto Ley sobre reparto de los derechos audivisuales del fútbol da pie a reflexionar de nuevo sobre el modelo deportivo español, en concreto, el que afecta al fútbol. Sobre todo porque se ha perdido una gran oportunidad de reconfigurar la liga de una forma que haga más igualitaria la competición. Como es bien sabido, dicho modelo se sustenta en un claro favorecimiento de los dos equipos grandes, Real Madrid y FC Barcelona, que van a seguir recibiendo la mayor parte de los ingresos por aquellos, a costa de sacrificar los intereses del resto de equipos, aunque también a otros operadores futbolísticos como el fútbol base, el fútbol femenino o a sus protagonistas directos: los jugadores. Esta discriminación flagrante estaba ya instaurada en el anterior sistema de reparto de los derechos audiovisuales y se consolida en el que entra en vigor este mismo mes. Basta pensar que son los ingresos televisivos los que sustentan el poder de estos dos grandes equipos para cada año fichar a los mejores (y más caros) futbolistas del planeta. De esa manera se explica que en los últimos veinte años, ambos clubes hayan ganado la Liga dieciséis veces. Si lo comparamos con otras ligas, la situación es paradójica. La diferencia proporcional entre lo que reciben Barça y Real Madrid respecto del resto de equipos es siete a uno. En cambio, en la liga alemana es de tres a uno. No es por ello extraño las quejas de estas ligas respecto al semidopaje financiero del que gozan los dos clubes españoles.
La impresión de desigualdad aumenta todavía más si tomamos como referencia cómo se lleva a cabo el reparto de los derechos audiovisuales en el fútbol americano (la National Football League). Es cierto que la estructura de esta competición es distinta a la liga de fútbol española al ser franquiciada y al desechar que haya ascensos y descensos. Pero esto no afecta en los sustancial al punto que queremos señalar: los equipos reciben un porcentaje económico de los derechos audiovisuales igual. Como se pueden imaginar, el resultado que genera este esquema es una competición mucho más igualada donde la mayor parte de los equipos optan a ganar el campeonato. De resulta de esta estructura, es el espectáculo deportivo más seguido en EEUU. Lo curioso es que esta competición es completamente privada. Sus miembros son los que han llegado a la conclusión de que este esquema igualitario es el que más beneficia a todos, con independencia del tamaño de las ciudades que alojan a los equipos, de la tradición de victorias, del número de aficionados, etc. Curioso, ¿no?
Ahora bien, podría señalarse que el esquema desigualitario del fútbol español es el que permite que la marca España triunfe en Europa. Y este es un valor al que casi ningún gobierno puede renunciar. Ni siquiera si lo que se persigue es una competición más justa e igualitaria. Un empequeñecimiento de estos dos clubes como resultado de un esquema más igualitario haría difícil que optaran a ganar la Champions League. Y es obvio que los triunfos españoles, a través del Real Madrid y FC Barcelona repercuten de una forma más que notable en el prestigio del país, ya que los seguidores de dichos equipos se extienden por todo el planeta. Pero nada hace intocable esta situación. Es una decisión no deportiva, sino política: ¿estamos dispuestos a perder este factor de orgullo patrio a costa de igualar la Liga?
Pero quizá esta sea una pregunta trampa por dar por supuesto que se trata de objetivos excluyentes. Y quizá no sea así: en Alemania, el reparto es muchísimo más igualitario y esto redunda en un campeonato más equilibrado y donde varios equipos tienen opciones no solo de ganar la Liga, sino también la Champions. Basta recordar que hace un par de años, dos equipos alemanes llegaron a la final. Y lo mismo sucede en la Premier League, a pesar de que en el campeonato europeo, sus últimas participaciones se cuentan como fracasos.
Pues ese esquema bicéfalo y atrofiado de la Liga española es el que ha plasmado y amenaza con perpetuar el nuevo Real Decreto Ley que regula los derechos de retransmisión televisiva con la anuencia de la mayoría de los clubes y de los poderes públicos españoles. Ya lo decía el príncipe de Salina en El gatopardo: que todo cambie para que todo siga igual. Al menos eso va a suceder con el incontestable dominio de Real Madrid y FC Barcelona, una consecuencia del Decreto Ley que ha pasado desapercebida por las otras luchas entre los estamentos que (des)gobiernan el fútbol español. Quizá de eso se trataba.
Este artículo ha sido escrito conjuntamente con Eva Cañizares Rivas, abogada especialista en Derecho Deportivo y vicepresidenta de la Asociación Andaluza de Derecho Deportivo.