Capítulo XX: Los soplones

Capítulo XX: Los soplones

Ya de vuelta en la ciudad, el Capitán se encaminó hacia los bajos fondos. Buscar al vaquero no iba a ser tan fácil. A saber dónde vivía aquel tío. Desde luego, en la guía de teléfonos no le iba a encontrar. Lo mejor sería recurrir a alguno de sus soplones habituales.

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El Capitán Pescanova sigue tras la que es su pista más sólida hasta el momento para tratar de esclarecer la muerte de Mimosín: en su cadáver se encontraron restos de leche condensada. Tras visitar a la abuela de la fabada, que en el pasado se había dedicado al proxenetismo, para preguntarla por cierta chica relacionada con aquello, ésta le aconseja que para encontrarla vigile al Vaquero. Ahora, tiene que averiguar el paradero de éste.

Ya de vuelta en la ciudad, el Capitán se encaminó hacia los bajos fondos. Buscar al vaquero no iba a ser tan fácil. A saber dónde vivía aquel tío. Desde luego, en la guía de teléfonos no le iba a encontrar. Lo mejor sería recurrir a alguno de sus soplones habituales. Tras dudar unos segundos, se acabó decantando por los Pelochos. Aquellos tíos eran medio subnormales, pero había que reconocer que cuando se trataba de conseguir información, no tenían rival.

Les localizó donde siempre: sentados en el banco de una plaza, en la que se solían reunir putas, yonquis y perroflautas que entrenaban para sus insufribles numeritos de tragafuegos, diábolo y malabarismos con los que pedían pasta en los semáforos.

- ¡Hey, chicos, mirad a quien tenemos aquí! -exclamó el primer Pelocho.

- Vaya, pero si es el Capitán Pescanova, hace tiempo que no le veíamos, capitán, ¿no nos habrá cambiado por el 11811? -preguntó el segundo.

- Sí, creo que al capitán le van los tíos con estropajo en la cabeza -añadió el tercero.

Tras este último comentario, los tres Pelochos se carcajearon al unísono.

- ¡Jajajajajajajaja!

- Yo también me alegro de veros, Pelochos -suspiró el Capitán con resignación.

- Díganos, Capitán, ¿qué se le ha perdido esta vez? -volvió a la carga el primer Pelocho.

- ¿Se le ha vuelto a extraviar la ballena blanca? -inquirió el segundo.

- ¡Por allí resopla! -gritaron los tres al unísono y acto seguido volvieron a retorcerse de risa.

- Estoy buscando al vaquero -dijo Pescanova poniendo los ojos en blanco.

- ¿Al vaquero?

- Eso va a llevar un rato, necesitaremos un poco de ayuda para refrescar la memoria...

- Muy bien, especie de sabandijas peludas... ¿cuánto me va a costar esto?

- Serán 20 euros por establecimiento de pregunta y 5,62 por minuto que nos pasemos pensando la respuesta.

- Pero si nos suelta 100 de golpe igual nos acordamos ahora mismo.

- Sí, es que los billetes de color verde nos inspiran...

El Capitán esperó pacientemente a que acabara un nuevo ataque de hilaridad y sacó dos billetes de 50. Los Pelochos cogieron el dinero y le pasaron un papelito en el que habían escrito una dirección.

- Aquí tiene, dele recuerdos de nuestra parte.

- Y recuerde...

- ...¡Tenga cuidado ahí fuera!

Pescanova no se quedó a ver cómo sus soplones volvían a desternillarse. Sin molestarse en decir adiós, se dio la vuelta y se alejó, prometiéndose que ésta sería la última vez que preguntaba a estos tres payasos en lugar de recurrir al tío de pelo afro de la competencia.

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