Capítulo XLV: El barco

Capítulo XLV: El barco

Esta vez, además de atarle las manos y los pies, le habían vendado los ojos. Una precaución inútil, porque los tenía tan hinchados tras la paliza recibida que le resultaba casi imposible abrirlos. Aún así, se dio cuenta de que le metían de nuevo en el maletero de un coche.

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Mister Proper ha conseguido llamar al Capitán Pescanova con el móvil de Cinecito, y a pesar de la deficiente cobertura, termina por enviarle las coordenadas de localización de la casa de campo en la que le tienen encerrado. Por desgracia, los sicarios le sorprenden y tras propinarle una tremenda paliza, consiguen escapar, incendiándolo todo antes de irse. Pero cometen un error: dejan al Gaitero con vida, pensando que morirá asfixiado antes de que llegue la policía. Cuando Pescanova le encuentra, éste, antes de exhalar su último aliento, le da una pista sobre el posible destino de los secuestradores: un barco.

Esta vez, además de atarle las manos y los pies, le habían vendado los ojos. Una precaución inútil, porque los tenía tan hinchados tras la paliza recibida que le resultaba casi imposible abrirlos. Aún así, se dio cuenta de que le metían de nuevo en el maletero de un coche y le volvían a llevar de viaje. En esta ocasión no hubo paradas en todo el camino. Hasta que llegaron a lo que, guiándose por los sonidos que escuchó, supuso que sería un puerto de mar. En cuanto el vehículo se detuvo, se oyó de nuevo la voz del Celta, que, por cierto, a juzgar por su tono, tenía toda la pinta de seguir estando bastante cabreado.

- ¡Vale, sacad a ese cabrón de ahí y metedle en el barco!

Unos brazos enormes, imaginó que serían los de Michelín, le sacaron del coche y le arrastraron hasta un camarote en el interior de ese dichoso barco del que todos hablaban. El forzudo le dejó caer encima de un colchón, le quitó la venda de los ojos y le desató. A duras penas, Mister Proper consiguió abrir una rendija entre sus doloridos párpados y echó un vistazo al lugar. Era en un habitáculo minúsculo con aspecto de servir de almacén. Lo único que había aparte de la cama eran unas estanterías metálicas completamente vacías.

- Me voy -se despidió secamente Michelín-. Si tienes ganas de mear o lo que sea, hazlo en esa botella. Dentro de un rato te traeré algo de comer. Pórtate bien y no hagas más gilipolleces -Después salió y cerró la puerta por fuera.

Haciendo un esfuerzo sobrehumano, Mister Proper consiguió levantarse de la cama y vació su vejiga en el recipiente de vidrio tal como Michelín le había indicado. La verdad es que lo necesitaba. No lo había hecho desde su meada matutina en el caserío. Después, volvió a acostarse. Le dolía todo. Desde luego, aquellos tipos sabían pegar. Pobre Mimosín, pensó. Estaba claro que eran ellos quienes le habían matado, aunque ahora ya no le serviría de mucho haberlo averiguado, porque estaba seguro de que iban a hacer exactamente lo mismo con él. Lo que no acababa de entender es por qué no le habían liquidado todavía. ¿Por qué le querría vivo aquel famoso Gran Jefe? En fin, imaginó que no tardaría en averiguarlo. De momento, más le valía aprovechar el tiempo para dormir un poco.

Era tan suave se publica por entregas: cada día un capítulo. Puedes consultar los anteriores aquí.