Capítulo XLIII: El primo

Capítulo XLIII: El primo

Aunque el Capitán Pescanova aún no lo sabía, Mister Proper sí había escuchado lo de geolocalizarse. Se conectó a Google maps y puso un SMS con sus coordenadas al número del policía. Pero mientras lo estaba haciendo, escuchó ruidos que provenían de la puerta.

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En capítulos anteriores...

Mister Proper ha conseguido llamar al Capitán Pescanova con el móvil de Cinecito, y a pesar de la deficiente cobertura, termina por enviarle las coordenadas de localización de la casa de campo en la que le tienen encerrado.

Pues sí, aunque el Capitán Pescanova aún no lo sabía, Mister Proper sí había escuchado lo de geolocalizarse. Se conectó a Google maps y puso un SMS con sus coordenadas al número del policía. Pero mientras lo estaba haciendo, escuchó ruidos que provenían de la puerta. Alguien la estaba abriendo. Tan deprisa como pudo, pulsó la tecla de enviar y arrojó el móvil debajo de su camastro justo un segundo antes de que un tipo enorme con aspecto de campeón de culturismo irrumpiera en la celda.

- ¡Buenos días, aquí llega el servicio de habitaciones! -dijo alegremente al tiempo que depositaba un tazón de leche y un paquete de Tosta Rica en el suelo-. A ver, esto es para el recién llegado. No te quejarás, ¿eh? Por cierto -añadió con gesto serio mientras se acercaba hacia Mister Proper- me ha dicho mi primo que te has metido con él.

- ¡No le contestes, no le contestes! -le susurró el Gaitero desde su jaula.

- ¿Tu primo? -replicó Mister Proper extrañado sin atender al consejo del asturiano- ¿Qué primo? yo no conozco a ningún primo tuyo...

- Cagástela, tíu -suspiró el Gaitero.

- ¡¡¡Pero a ti quién coño te ha pedido que contestes!!! -gritó el forzudo, cambiando instantáneamente su tono cantarín por otro que no invitaba precisamente a hacerse su amigo, y acto seguido le propinó una sonora bofetada a un alucinado Mister Proper.

- Te lo advertí -suspiró el enjaulado-. Al primo de Zumosol no le mola nada que le lleven la contraria.

El gaitero no mentía. A aquel primer golpe, le siguió una buena racha de patadas. Mister Proper, incapaz de defenderse de aquel energúmeno supervitaminado, terminó por caer al suelo, donde adoptó forma de ovillo y siguió recibiendo un punterazo tras otro.

- ¡Mi primo tenía razón, eres un auténtico capullo! Todos los que entráis aquí sois unos auténticos capullos. Y por si no lo sabes, yo tomo mucho, pero mucho Zumosol -dijo mientras sacaba un brick de litro y medio zumo de piña y lo apuraba de un trago.

Tiró el envase vacío al suelo y se dispuso a obsequiarle con una nueva coz, pero un pitido electrónico procedente de debajo de la cama le interrumpió.

- ¿Qué coño ha sido eso? -preguntó frunciendo el ceño y sacó una linterna con la que enfocó hacia el lugar del que salía el sonido.

- ¿Eso?... no, no es nada... -balbuceó Mister Proper acojonado, temiéndose las consecuencias físicas que podía acarrearle el hecho de que el carcelero descubriera el móvil.

Pero era demasiado tarde. El Primo de Zumosol ya había encontrado el teléfono.

- ¡Me cago en todo lo que se mueve! ¿De dónde coño ha salido este cacharro? -preguntó mientras sacaba un walkie talkie de uno de los bolsillos de sus pantalones- No sé de quién de los dos es esto, pero os aseguro que no le va a gustar nada al jefe.

- Zumosol llamando a Celta...

Tras unos segundos, hubo respuesta.

- Aquí Celta, ¿qué ocurre? -se escuchó a través del receptor.

- Tenemos un problema. Creo que deberías venir.

- ¿¿¿Ahora???

- Sí, creo que es urgente.

- Más te vale que lo sea... Voy para allá.

Cinco minutos después, el Celta hacía su aparición en la celda.

- Muy bien, ¿qué es eso tan grave que no podía esperar a que me terminara mi desayuno?

- Acabo de encontrar esto -dijo el Primo tendiéndole el teléfono.

- ¿Pero qué cojones...? -preguntó el guerrero visiblemente alterado.

- Y me temo que lo acaban de utilizar para enviar un SMS al exterior -añadió Zumosol.

El Celta consultó los mensajes salientes y descubrió el que había mandado Mister Proper con las coordenadas de la finca.

- ¿A quién has enviado esto, hijo de puta? -le preguntó mientras le agarraba por el cuello y le zarandeaba violentamente.

- Yo... yo no...

En ese instante, Michelín entró también en la habitación. El Celta le mostró el móvil.

- ¿No te dije que registraras a este tío, joder? -le espetó. Tenía un cabreo de padre y muy señor mío.

- Pero si le cacheé a fondo antes de meterle en el maletero, te lo juro, Celta... es imposible... salvo que...

- ¿Salvo qué?... Mierda - dijo cayendo en la cuenta de quién era realmente el dueño del aparato- Cinecito... Ese puto maricón enlatado. Pues claro, es su teléfono. A él no le registramos. Y tú se lo cogiste, ¿verdad, calvo de mierda? -inquirió y sin esperar respuesta, empezó a zurrarle con tal violencia que sus propios sicarios tuvieron que pararle los pies.

- Jefe, tranquilícese, no olvide que Él le quiere vivo -le recordó Michelín mientras trataba de separarle de su víctima.

- Dudo mucho que le siga queriendo entero después de esto -contestó resoplando. Luego, un poco más calmado, sacó su propio dispositivo y marcó un número.

- Soy yo. Tenemos un problema -dijo a quien estaba al otro lado de la línea-. Se trata del calvo. Tenía un teléfono móvil y ha enviado un mensaje a alguien con las coordenadas de la finca.

A juzgar por la cara que puso el Celta a continuación, a su interlocutor no debía haberle hecho mucha gracia lo que acababa de escuchar.

- Sí, lo sé -se disculpó como pudo-, lo sé, ha sido un error... vale, un error no, una cagada... pero... de acuerdo, Jefe... bueno, ¿qué hacemos con él?... ¿Vivo?... ¿Está seguro? Pero si ha sido él quien... Vale, vale, lo que usted diga, ¿Y dónde...? ¿Al barco?... Bien, le llevaremos allí -y colgó-. Muy bien. Tenemos que salir de aquí. Cargad todo el material comprometedor en los vehículos. Todo lo demás, rociádlo con gasolina. Prenderemos fuego a este lugar antes de irnos. El calvo se viene con nosotros. El traidor asturiano se queda aquí. Tenéis media hora. Si lo que ha enviado este hijo de puta ha llegado a quien no debe, la policía puede presentarse aquí en cualquier momento.

Mientras todos empezaban a moverse, el gaitero, colgado en la pared, comenzó a revolverse en su jaula.

- ¿Cómo que me quedu?... No... - empezó a reír histérico-. No, no... ¿qué quieres decir con eso de que me quedu?... No estaréis pensandu dejarme aquí... ¡No, esperad!... ¡¡Esperad!! - pero todos sus chillidos fueron en balde. El Celta ya se había ido. Michelín cargó sobre sus hombros a Mister Proper, que estaba semi inconsciente tras la paliza recibida, y salió fuera con él. El Primo, por su parte, sacó de algún sitio una lata con un logotipo de Repsol y empezó a desenroscar la tapa sin hacer caso a los alaridos del gaitero.

Era tan suave se publica por entregas: cada día un capítulo. Puedes consultar los anteriores aquí.