Capítulo V: El gigante

Capítulo V: El gigante

Con el tiempo, me fui enterando de que antes de conocerme, Mimosín había tenido una actividad sexual bastante intensa. Pero de todos sus antiguos novios, el peor de todos es el Gigante Verde. Un auténtico gilipollas que me ponía, y me sigue poniendo, de los nervios...

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- ¿Su ex?

- Bueno, no era su único ex -respondió Mister Proper-. Con el tiempo, me fui enterando de que antes de conocerme, Mimosín había tenido una actividad sexual bastante intensa. Pero de todos sus antiguos novios, el peor de todos es el Gigante Verde. Un auténtico gilipollas que me ponía, y me sigue poniendo, de los nervios...

- Y dice que ayer se encontraron con él... -inquirió Pescanova con curiosidad.

- Sí, en un bar en el centro. Habíamos salido de copas y entramos allí a tomar unas cañas. Él apareció de repente e interpretó su numerito habitual.

- ¿Numerito? ¿A qué se refiere?

- Estoy seguro de que lo hacía sólo para provocarme. Cada vez que coincidíamos en algún sitio, se acercaba a mi novio y le daba un morreo. Normalmente, Mimosín le mandaba a la mierda, pero ayer, él también debía tener ganas de tocarme los huevos, porque hizo todo lo contrario. Agarró al gigante por el culo y le metió la lengua dentro de su boca.

El Capitán reprimió a duras penas una mueca de repugnancia.

- Yo me estaba empezando a cabrear mucho -continuó Mister Proper- pero no quería darle al gigante la satisfacción de verme celoso, así que me excusé y fui al otro lado de la barra a pedir algo. Pero no sirvió de nada, porque ellos siguieron dale que te pego. Al final consiguieron hartarme. Volví y le dije a Mimosín que me encontraba mal y que si nos íbamos a casa...

En ese momento, Mister Proper paró el relato y se quedó mirando fijamente al vacío.

- ¿Y? -preguntó el Capitán.

- Y él me dijo que me fuera. Que él se quedaba un rato y que volvería más tarde. ¿Se lo puede creer? Así que me fui. Con un mosqueo que te cagas. Me pasé la noche en vela, esperándole, en vano. Debí haberle llamado, pero mi estúpido orgullo me lo impidió. Finalmente, a eso de las 5 de la mañana, me tomé un par de pastillas para dormir y me quedé sobao, hasta que a las 7 y media sonó el teléfono. Pensé que era él... pero no... era... usted...

Los ojos se le empañaron de nuevo. El Capitán volvió a tenderle el pañuelo, pero esta vez lo rechazó.

- No, no gracias, estoy bien, de verdad...

- De todos modos, creo que por hoy es suficiente -concluyó el viejo lobo de mar. Y dando por acabado el interrogatorio, apagó la grabadora.

- Ahora quiero que se vaya a casa y descanse. Le llamaré si necesito más información... Ah, se me olvidaba, -añadió tendiéndole un sobre mediano de color marrón -aquí tiene sus efectos personales. No llevaba gran cosa encima, pero me imagino que le gustará tenerlo.

Mister Proper agarró el sobre con desgana y se despidió con un frío apretón de manos. El capitán se le quedó mirando mientras se alejaba por el pasillo en dirección a la salida y aprovechó para sacar su pipa. Eso era lo único bueno de trabajar en domingo: que no había nadie para darle la brasa recordándole que existía una maldita ley antitabaco.

Era tan suave se publica por entregas: cada día un capítulo. Puedes consultar los anteriores aquí.