Capítulo IV: El osito
Fue hace unos tres años, en un bar de copas. Era la fiesta de despedida del Payaso de Micolor. Ya sabe, una de esas reuniones que haces cuando te echan del trabajo no se sabe muy bien para celebrar qué... Bueno, el caso es que le acababan de despedir y juntó a sus amigos.
- Fue hace unos tres años, en un bar de copas. Era la fiesta de despedida del Payaso de Micolor. Ya sabe, una de esas reuniones que haces cuando te echan del trabajo no se sabe muy bien para celebrar qué... Bueno, el caso es que le acababan de despedir y juntó a sus amigos de toda la vida para empezar a gastarse la indemnización. Era una fiesta bastante aburrida. Yo estaba pensando en irme, pero decidí pasar antes por el cuarto de baño. Y fue de camino hacia allá, cuando escuché un comentario en tono burlón.
- Vaya, mira quién esta aquí, pero si es el calvo de la Lotería...
- Me giré, y allí estaba él. Sentado solo, en un sofá esquinero. Al principio, pensé que era otro el que había hecho el chiste, porque su voz real no se parece... bueno, no se parecía... en nada a la que estamos acostumbrados a oír en la tele. En los anuncios le doblaba una tía, ¿sabe? La misma que hacía de Heidi o de Pikachu, no sé, uno de esos... Él, por su parte, pareció no darse cuenta de mi sorpresa.
- Ah, no, que despistado soy, si es nada menos que el famoso Mister Proper...
- Don Limpio -le corregí yo.
- ¿Don qué? -interrumpió el Capitán Pescanova.
- Don Limpio. Ya se lo he dicho. Hace siglos que no me llamo Mister Proper. Me cambiaron el nombre por Don Limpio. La multinacional a la que represento se gastó una fortuna para comunicárselo a todo el mundo, pero nadie parece haberse enterado. Todos se empeñan en seguir llamándome como antes: Mister Proper, y, todo hay que decirlo, me da mucha rabia. Pero cuando se lo dije a él, me contestó con una de sus andanadas de sarcasmo. Por aquel entonces yo no lo sabía, pero mi osito, no le importa que le llame mi osito, ¿verdad? Pues mi osito -prosiguió Mister Proper sin molestarse en esperar contestación- era tremendamente sarcástico.
- ¿Don Limpio? -contestó aquel día- ¡Don Limpio es una mierda de nombre, tío! No pienso llamarte así. Anda, Mister Proper, siéntate a mi lado, no sea que haya algún director de marketing suelto por aquí y decida rebautizarte de nuevo.
- Joder con el peluche. ¿Y qué hizo usted, grumete?, supongo que le mandaría al diablo.
- Le obedecí. Sin pensármelo... Él tenía algo... no puedo explicarle qué, supongo que no lo entendería, pero tenía una especie de magnetismo increíble. Me hipnotizó desde el primer instante en que le vi. Así que me senté con él. Y luego me fui con él a su casa, me acosté con él, se la chu... , bueno, eso, que hice todo tipo de cosas con él.
- Vale, vale -le cortó Pescanova- tampoco hace falta que sea tan explícito... -al policía marino empezaba a incomodarle el relato.
- Pasamos juntos aquella noche y ya no me volví a separar de él... Hasta ayer.
De nuevo se le humedecieron los ojos. El Capitán Pescanova apagó la grabadora y le tendió un pañuelo. No sabía porqué, pero a pesar de ser maricón perdido, aquel tío sin pelo le caía bien. El pañuelo apestaba a calamares a la romana, pero a Mister Proper le dio no se qué rechazarlo. Tras enjugarse las lágrimas se lo devolvió. El Capitán lo dobló cuidadosamente en forma de vela de barco. Después, presionó de nuevo el botón de rec.
- Está bien, ahora quiero que me cuente lo que pasó ayer por la noche.
- Ayer por la noche... -Mister Proper se quedó unos segundos en silencio. Durante ese breve intervalo, su expresión de tristeza dio paso a otra de rabia contenida.
- Ayer por la noche nos encontramos con su ex...
Era tan suave se publica por entregas: cada día un capítulo. Puedes consultar los anteriores aquí.