Sellada de sal y vestida de fuego: La Punta de Fuencaliente
El extremo sur de la isla canaria de La Palma es un territorio marcado a lo largo de su historia por la acción del fuego, el del sol africano, luminoso y picón, y el que nace de las entrañas mismas de la tierra, vestida de volcán. Pero también por las virtudes y fierezas del mar y su sal.
Este texto ha sido escrito por Víctor Hernández Correa, investigador y técnico de Patrimonio Histórico del Ayuntamiento de Santa Cruz de La Palma
Este nuevo reportaje del fotógrafo José Ayut Santos nos trae al extremo sur de la isla canaria de La Palma, un territorio marcado a lo largo de su historia por la acción del fuego, el del sol africano, luminoso y picón, y el que nace de las entrañas mismas de la tierra, vestida de volcán. Pero también por las virtudes y fierezas del mar y su sal.
No ha de extrañarnos, pues, que el ser humano haya conseguido someter a su merced la Punta de Fuencaliente: desde finales del siglo XIX, instalando a sólo 16 metros sobre el nivel del mar un faro que ha sido guía de marineros y seña de identidad para sus pobladores, y, desde 1967, un complejo de producción de sal marina que aprovecha las condiciones del enclave: un mar cristalino y un sol que raja las piedras.
Ambos proyectos han convertido este entorno en un lugar ciertamente privilegiado desde el punto de vista paisajístico, y allí conviven hoy la artesanía vinculada a la extracción de la sal, gracias al Grupo Salinas Marinas de Fuencaliente, S. L., la gastronomía, que esta misma sociedad gestiona a través del ya célebre restaurante temático El Jardín de la Sal, y la luz que, en travesías nocturnas, ha señalado los límites de la costa meridional de La Palma a toda clase de navegantes y pescadores.
La Punta de Fuencaliente concentra hoy dos faros: el más antiguo, cuyos orígenes se remontan a 1880 y que logró ponerse en funcionamiento el 3 de octubre de 1902, realizado en sillares de basalto, y el que se proyectó en 1983 para sustituir al octogenario vigía, arruinado tras la erupción volcánica del Teneguía en 1971. Restaurado entre 1996 y 2010, el interior del faro viejo acoge desde entonces el Centro de Interpretación de la Reserva Marina.
Las salinas son un proyecto familiar iniciado por el interés emprendedor de D. Fernando Hernández y la sabiduría en el oficio del maestro salinero Luis Rodríguez, que incorporó en La Palma el modelo de salinas tipo Lanzarote. Ambos propiciarían el nacimiento de la marca Sal Marina Teneguía, cuyo nombre homenajea la última erupción documentada en la isla, situada a unos metros de las piscinas de sal.
José Ayut se adentra en el contraste cromático del negro profundo de las rocas volcánicas con el blanco puro y brillante de las montañas de sal. Juega a descubrir en el horizonte la silueta del Teide, que parece más cerca siempre desde esta punta. Coloca las dos torres-guías en convivencia pacífica: la honra recuperada de la vieja atalaya con los colores de bandera del faro moderno. Y, en fin, nos invita a seguir soñando un nuevo sol en ese atardecer eterno, en esa hora del día que termina bañada en el Atlántico.