Papá Noel me va a traer...
Si fuéramos niños preocupados por la economía familiar, por la empresa de muebles de nuestro padre, por la start-up que nuestra madre está pensando en crear el año que viene, o por las perspectivas de autoempleo de nuestra hermana mayor, ¿qué les pediríamos que les pudiera ser útil? ¿Qué pediríamos, de todas formas, para nosotros mismos?
Este año, las cartas a Papá Noel estarán plagadas de peticiones de cacharros tecnológicos, como de costumbre desde hace tiempo. Pero si fuéramos niños preocupados por la economía familiar, por la empresa de muebles de nuestro padre, por la start-up que nuestra madre está pensando en crear el año que viene, o por las perspectivas de autoempleo de nuestra hermana mayor, ¿qué les pediríamos que les pudiera ser útil? ¿Qué pediríamos, de todas formas, para nosotros mismos?
Hay muchas cosas que podríamos pedir. Por ejemplo, para nuestro padre, antes de que pensase en transitar del convencional sector del mueble al mucho más glamuroso de la biotecnología, con lo que supone en dar por perdidas inversiones aún no amortizadas y adquirir conocimientos complejos y equipos caros que no podemos financiar, pediría a Papá Noel un kit de upgrading de su empresa de muebles. Que le ayudase a concebir y fabricar los muebles del futuro, pues hace poco escuché por la radio que en los próximos veinte años se van a vender más muebles que en los últimos cincuenta, lo que me parece una gran oportunidad de negocio en el sector del mueble, ¿no?
Para mi madre, teniendo en cuenta una conversación que escuché el otro día en la escalera del bloque donde vivo, pediría a Papá Noel un kit de emprendimiento innovador que contuviese un libro de instrucciones sobre cómo crear una compañía de seguros especializada, de nicho, que afrontarse de manera eficiente los enormes riesgos de la economía colaborativa. Con su manual sobre cómo calcular y liquidar los impuestos correspondientes debidos al César y un paquete financiero no bancario adecuado para mi iniciativa.
Para mi hermana mayor, por ejemplo, pediría a Papá Noel, aparte de unas pantuflas de diseño para cuando trabajase en casa, un kilométrico aéreo, un portátil que no pesase más de medio kilo y tuviese todas las maravillas habidas y por haber...Y, sobre todo, pediría que en las grandes ciudades del mundo, en las que creo que le gustaría trabajar a mi hermana, los ayuntamientos o promotores privados adaptasen centros asequibles para los usuarios, que fuesen multipropósito, de estancia temporal para creadores (mi hermana mayor es muy buena creando protocolos personalizados de cumplimiento normativo y responsabilidad corporativa), con facilidades residenciales, de networking y relacionales, de ocio y descanso, etc., en los que interaccionar con pájaros de su especie, con financiadores, clientes, proveedores o socios potenciales.
Creo que hay muchas cosas que se pueden hacer para facilitar la reconversión de la vieja economía y la emergencia de la nueva, sin necesidad de montar fondos imposibles de financiación estructurada. También me parece que es una tontería tirar por la borda los sectores convencionales de los que hemos vivido muy bien, antes de intentar renovarlos, para abrazar, con entusiasmo de paleto recién llegado, las últimas fantasías cosa-tec; que también, ojo, no soy un niño retrógrado. Pero, claro, veo que en mi bloque no hay mucho amor a la ciencia o a la cultura, y pienso que lo más realista es mejorar lo que ya sabemos hacer. Mi madre es actuario de seguros, y buena, pero ha estado hasta hace poco bastante ocupada conmigo y mi hermano más pequeño, y ya no le apetece volver a soportar a según qué jefes, compañeros o subordinados. Lo de mi hermana sí que es amor por el arte, sin embargo.
Ah, casi se me olvida, yo me pediría una impresora 3D para fabricar mis juguetes con software libre descargado gratuitamente de internet. Me ha dicho un primo mío cuyos padres viven en los EE UU que hay una cadena de tiendas de bricolaje que acaba de sacar una impresora de sobremesa por menos de 1.000 dólares. La cosa es... ¿de dónde saco yo 1.000 dólares? Tendré que esperar unos meses a que baje el precio, como dicen por ahí que hay deflación... ¿O es en Europa? Vaya lío.
Este artículo fue publicado inicialmente en la revista Empresa Global