A las puertas de la crisis humanitaria en Níger
La desnutrición y la malaria volverán a golpear a la población de Níger en 2013: esta combinación letal tendrá gravísimas consecuencias en el grupo más vulnerable, los niños menores de 5 años, a menos que se tomen medidas preventivas inmediatas para atajarlas, sin esperar a que la crisis estalle.
Mymoma, de 20 años, cuida a su hijo, Sepinna Abdou, de 2, que padece malaria severa. Níger, agosto de 2012. Foto: © Tanya Bindra/MSF.
La desnutrición y la malaria volverán a golpear a la población de Níger en 2013: esta combinación letal tendrá gravísimas consecuencias en el grupo más vulnerable, los niños menores de 5 años, a menos que se tomen medidas preventivas inmediatas para atajarlas, sin esperar a que la crisis estalle. No queda mucho tiempo, pues no sólo la estación de lluvias se ha adelantado este año, sino que muchas familias ya han agotado sus reservas de alimentos y la próxima cosecha no llega hasta septiembre.
2012 ya fue un año muy duro para Níger. En todo el país, fueron tratados más de 360.000 niños con desnutrición aguda severa (niños que han perdido más de un tercio de su peso), y hubo un pico de malaria más largo y grave de lo normal, con 2,6 millones de casos reportados en todo el país. Pero 2011, 2010, 2009... tampoco fueron buenos años. En realidad, en Níger no hay años realmente buenos: la desnutrición es endémica en muchas regiones. La vida está regida por las estaciones, y la subsistencia depende de un corto e intenso periodo de lluvias entre mayo y septiembre, durante el cual crecen las cosechas. Le sigue una larga temporada seca, entre octubre y abril, en la que ya no crece nada, y en la que la gente se limita a vivir de reservas que siempre se acaban agotando.
Es entonces cuando comienza el llamado "hunger gap", el periodo de escasez, cuando estas reservas empiezan a agotarse y la siguiente cosecha aún no ha sido recogida, más o menos entre junio y octubre. Durante este periodo, incluso en los años buenos, la tasa de desnutrición aguda en Níger se coloca en el umbral de alerta, con picos que a menudo alcanzan y hasta sobrepasan el umbral de emergencia. Es en estos meses cuando la malaria también se dispara, con consecuencias fatales para los más pequeños.
Malaria y desnutrición forman un círculo vicioso: un niño desnutrido y con el sistema inmunológico debilitado tendrá más posibilidades de contraer la malaria, y esta a su vez aumenta el riesgo de que un niño padezca desnutrición. El resultado es una mortalidad que se dispara. Una encuesta de mortalidad retrospectiva realizada por MSF en el segundo semestre de 2012 en Níger arrojó cifras muy alarmantes: en niños menores de 5 años, hubo 7 muertes por cada 10.000 niños al día, tres veces más que el umbral de emergencia. El 60% de estas muertes fueron debidas a la malaria.
¿Y 2013? Nuestros equipos de algunos proyectos del sur del país ya han detectado un aumento del número de niños desnutridos con respecto al mismo periodo del año pasado. En algunos casos, las admisiones hospitalarias han aumentado en un 27%, y más de un 56% en los programas ambulatorios. A principios de junio, sólo en el hospital de Madaoua, estábamos ingresando a más de 200 niños por semana.
Los precios de los alimentos también están subiendo mucho debido a las inundaciones en la vecina Nigeria, que han desestabilizado el mercado regional. Y en estas últimas semanas, además, hemos visto un incremento de los casos de malaria. Si nos dejamos guiar por estos indicios, podemos esperar que este año la crisis en Níger sea peor que la de 2012: de hecho, según estimaciones de Naciones Unidas, 1 de cada 5 casos de desnutrición aguda severa en el Sahel este año se darán en Níger.
Por tanto, en 2013, volveremos a tener una grave crisis nutricional y médica en este país. Llegados a este punto, a un paso de esta nueva emergencia, urge la implantación de un nuevo modelo de asistencia que ataque al mismo tiempo a la desnutrición y a la malaria: puesto que son una combinación letal, deben recibir una respuesta conjunta.
En el ámbito de la desnutrición, Níger ha realizado notables esfuerzos en los últimos años, apostando por un enfoque preventivo y de atención domiciliaria, con alimentos teraupéuticos preparados; gracias a estos alimentos, los niños desnutridos sin complicaciones pueden ser tratados en casa y sólo los casos complicados son hospitalizados, aumentando así exponencialmente el número de pacientes que pueden ser atendidos. También ha instaurado la gratuidad de la atención para los menores de 5 años y ha ampliado notablemente la cobertura vacunal.
El enfoque preventivo también debe aplicarse a la malaria. MSF ha probado con éxito una estrategia de prevención del paludismo recomendada por la Organización Mundial de la Salud, la quimioprevención de la malaria estacional: consiste en proporcionar al niño, durante el pico de malaria, un curso completo de tratamiento antes de que contraiga la enfermedad. Ya la hemos utilizado con éxito en Malí y Chad (con una masiva reducción de las consultas por malaria) y vamos a trasladarla ahora a Níger.
La prevención y el tratamiento de la malaria y la desnutrición deben además integrarse dentro de un conjunto de medidas básicas de salud dirigidas a los niños más pequeños, como la vacunación, y todo ello trabajarse desde la descentralización de la atención médica y el trabajo comunitario. Para ello, obviamente, hace falta dinero. Por desgracia, vemos con preocupación ciertos retrasos en la financiación internacional. Hasta ahora, Níger se había apoyado, entre otros, en el Fondo Mundial de Lucha contra la Malaria, el Sida y la Tuberculosis, pero los fondos se están retrasando.
La comunidad internacional parece ahora mucho más preocupada por cuestiones de seguridad en el Sahel, que se ha convertido en el nuevo escenario de la Guerra contra el Terror. Nos preocupa mucho que, al igual que en otros escenarios de esta confrontación entre las potencias occidentales y el radicalismo islámico, la ayuda humanitaria -vital para miles de niños en Níger- se convierta otra vez en un instrumento de las estrategias militares contrainsurgentes, como en Afganistán. El problema principal no es que la ayuda humanitaria sea patrimonio exclusivo de iniciativas civiles, sino que la ayuda humanitaria militar atrae la sospecha y hostilidad de grupos armados sobre todas las formas de acción humanitaria, dejando a grandes grupos de población en situación crítica sin la ayuda que necesitan.
En Níger desde luego las condiciones de seguridad son complicadas: se han deteriorado mucho debido a los conflictos en Malí y Nigeria, hasta el punto que podrían dificultar mucho el trabajo de las organizaciones humanitarias este año, justo cuando las necesidades crecen. Por eso, más que nunca, la población de Níger, la más pobre del mundo y una de las más hambrientas, necesita un interés internacional centrado en la ayuda que es vital a corto plazo, y necesita una ayuda innovadora que asuma que malaria y desnutrición son una combinación letal.
Nos encontramos a las puertas de otra crisis humanitaria y hace falta un esfuerzo concertado por parte de los donantes y de las agencias de ayuda. Si esta crisis no genera de inmediato la atención pública que la urgencia requiere, nos encontraremos de nuevo, cuando ya sea inevitable, con la muerte de miles de niños en las noticias. Ahora es el momento de prevenir la desnutrición, la malaria, el sarampión, la neumonía, y las demás enfermedades perfectamente tratables que atacan a un niño debilitado. Aún estamos a tiempo.