La 'detective' Ruiz interroga a Cervantes

La 'detective' Ruiz interroga a Cervantes

Fruto de un gran trabajo de investigación se ha publicado recientemente el libro Los Autógrafos de Cervantes, donde la investigadora y catedrática emérita Elisa Ruiz analiza distintos aspectos de doce documentos cervantinos. Unos fueron escritos por el autor del Quijote al cien por cien. Otros, parcialmente. Y los hay donde sólo es suya la firma.

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Foto de una estatua de Cervantes en Alcalá de Henares/AFP

Cuando se necesita resolver un enigma, hay investigadores para todos los gustos. Los hay que son detectives flacos, rebeldes, con sombrero y que fuman cigarrillos sin filtro, como el Samuel Spade, de Dashell Hammet. Y las que son hackers, tatuadas, perforadas e igual de indomables, como la Lisbeth Salander de Stieg Larson. Pero luego hay una versión que despista un poco, la de la señora mayor, a lo Miss Marple, de Agatha Christie: al principio de la novela o la película, no parece que vaya a ser el centro de atención, como si una viejecita así ya no tuviera la energía que los jóvenes malgastan para que su ego esté presente en escena. Pero al final, esa posición más discreta es la que le permite estar en ese lugar más apartado desde el que ve absolutamente todo. Y siempre tiene la clave para unir los pedazos sueltos de la historia.

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A unir esos pedazos, pero en bibliotecas y archivos, lleva dedicándose durante toda su vida profesional la investigadora y ya catedrática jubilada de Paleografía y Diplomática de la Universidad Complutense Elisa Ruiz (en la imagen). Lo hace desde que llegó a Francia en los años sesenta acompañando a su marido, que tenía un puesto en la diplomacia cultural de España. Recién licenciada en Filología Clásica por la Complutense, quería hacer su tesis doctoral, pero la universidad del franquismo no reconocía los títulos de doctor en el extranjero si luego uno quería regresar a dar clases en España. Así que acordó con un catedrático de la Complutense, Luis Gil, que haría su tesis desde París sobre Menandro, un escritor griego de comedias del siglo IV a.C. sobre el que apenas había material. Pero la vida está llena de casualidades, y algunas son maravillosas: un buen día se descubrió que en el vendaje de una de las momias egipcias del Louvre había una obra de Menandro. "Tuve que luchar con unos trozos de papiro medio putrefactos y con la escritura en griego de la época. Y a partir de ahí me di cuenta de dos cosas: una, que me gustaba esa especie de búsqueda detectivesca. Y la otra, que hay que ir a las fuentes primarias. Una obra publicada en una época puede sufrir bastantes variantes respecto a la voluntad del autor por temas de censura u otros intermediarios. Y a mí lo que me gustó fue ir directamente a la voluntad del autor".

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Ir a la fuente es lo que ha hecho Elisa Ruiz al analizar algunos escritos de Miguel de Cervantes que forman parte del libro Los Autógrafos de Cervantes, en el que ella participa y que fue presentado durante el reciente Congreso Internacional de la Lengua Española, que se celebró en Puerto Rico, donde conversó tan amablemente con El Huffington Post. En el libro se incluyen doce documentos, uno de los cuales se ha conseguido completar gracias a la localización de la parte heterógrafa que faltaba, fruto del trabajo de Elisa Ruiz en el archivo de Simancas. Unos son autógrafos de Cervantes -escritos por él- al cien por cien. Otros, parcialmente. Y luego los hay donde sólo es suya la firma.

En ellos podemos ver las circunstancias vitales y la evolución del autor de El Quijote. Hay una carta escrita cuando tenía sólo 34 años (más abajo, a la derecha), dirigida al secretario de Consejo de Indias, una especie de ministro que llevaba los asuntos de los territorios españoles en América, a quien le pide una recomendación para que le den un puesto y poder viajar a las Indias. "A los 34 años, Cervantes está ya desesperado, viendo que no consigue solucionar su vida y prefiere 'hacer las Américas". Al finalizar la carta, Cervantes dice: "Bueno, y ahora me entretengo en criar a Galatea [en escribir la novela La Galatea], y cuando esté crecida, irá a besarle las manos [cuando esté terminada, se la llevaré). "Dice 'me entretengo'. Él no se gana el pan escribiendo, está buscando un puesto de trabajo como todos los españolitos de hoy en día, y se entretiene en escribir Galatea. Esas pinceladas te permiten descubrir un montón de cosas de los autores".

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En otro documento, ya más adelante en su vida, tiene que responder a las dudas de la Hacienda, que le acusa de que las cuentas de su trabajo como recaudador de impuestos no están claras (es la segunda de las cartas que hay dos párrafos más abajo). Por eso le piden una declaración jurada sobre unos asuntos, y él responde que no puede disponer de esos documentos que le piden porque está en la cárcel. "Y entonces, él dice: 'En cuanto salga, le mandaré las cuentas, porque ya sabe usted que puntualmente las mantengo al día", parafrasea jocosamente Elisa Ruiz ante los devaneos fiscales de Cervantes.

Hay también cuestiones formales interesantes. En esos documentos, Cervantes no pone ni comas, ni acentos, ni signos de acentuación. También tenía una cierta tendencia a un uso un poco arbitrario de las mayúsculas que Elisa Ruiz ha denominado "iniciales inmotivadas". En medio de una frase, Cervantes dice, por ejemplo, que algo es "Justo", con mayúscula, como si así quisiera enfatizar este adjetivo.

La letra de Cervantes cambia mucho de la primera a la última carta, del estilo cancilleresco del principio a algo mucho más sencillo cuando escribe desde la cárcel (comparar las dos cartas que hay más abajo): "Como decía Pedro Salinas, 'la carta es un retrato de uno mismo a través de la caligrafía'. La primera carta busca una recomendación, está todo mucho más medido. En la de la cárcel, comprenderá en qué situación anímica y material estaba para poder escribir esa carta. Unas mazmorras de finales del XVI no debían ser un lugar muy adecuado".

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También llama la atención la cuestión de las firmas, llena de volutas en su juventud y mucho más sencilla en la madurez: "Hay al principio una firma más pretenciosa, más arrogante, típica de una persona joven, cuando pretendemos y queremos conquistar un puesto en el mundo: 'Aquí estoy yo'. Pero cuando no está en un contexto en el que quiere quedar bien, hace una firma más modesta. Hasta que ya al final, se queda con lo esencial, sólo 'Miguel de Cervantes': 'aquí estoy, hecho polvo, viejo, con el pie en el estribo, lo que nos ocurre a todos cuando estás cerca del final, que te das cuenta de que sólo hay tres o cuatro cosas importantes en la vida".

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Elisa Ruiz tiene una trayectoria muy interesante desentrañando la vida de personajes históricos a través de sus documentos. Reconstruyó la biblioteca de Leonardo, de quien dice que era una persona "apasionante, un personaje fuera de serie". Dedicó más de dos años a poder entender los escritos de Leonardo. "Un trabajo hercúleo". Y ahí se dio cuenta de que Leonardo no pensaba verbalmente, sino en imágenes, con pequeñas anotaciones, "muy torpemente, en una lengua muy poco desarrollada, casi como un recordatorio".

Se nota que Elisa Ruiz disfruta mucho con los detalles humanos de los personajes a los que investiga: "En medio de ese interés por todo, de esa imaginación calenturienta, existían esos momentos. Como un día en el que está en medio de una teoría sobre la gravedad -porque antes que Newton, él ya se había dado cuenta de que ahí había algo que no encajaba-, y en medio de un montón de definiciones y elucubraciones, dice: 'Lo dejo aquí porque se me enfría la sopa ("perche la minestra si fredda")'. Luego se enamora de un discípulo de diez, once años, casi un pederasta, pero este le hace sufrir muchísimo. Se trata de una vida llena de todo. Un genio con un montón de pinceladas de humanidad que lo hacen mucho más interesante. Una cabeza privilegiada, pero con todas las cosas de un ser humano, buenas y malas".

Esa actitud cainita de los españoles es de las cosas más deleznables que tenemos.

Sobre todo, llama la atención la manera desprejuiciada con la que Elisa Ruiz ha investigado a estos personajes históricos. Otra persona cuya biblioteca reconstruyó fue Isabel la Católica: "Me conmueve bastante, es una mujer de su época". Dice que lo primero que tiene uno que hacer cuando se pone a trabajar sobre un personaje o una época es leer bastante los libros que se escriben en ese momento. Hay que situarse y comprender qué cosmovisión existía, qué visión sociológica, qué visión religiosa, qué pensamiento político. "Porque lo que no se puede hacer es mirar a estos personajes desde tu visión del siglo XXI, porque no va a ninguna parte".

Tanta apertura no impide que uno identifique comportamientos despreciables. O ejemplos de cómo las personas y los pueblos repiten sus errores una y otra vez, cual veneno metido hasta el tuétano. Como ese espíritu fratricida y cainita tan típico de España en muchos momentos de su historia. "Se detecta a menudo. Toda la inquisición tiene detrás una actitud cainita. La inquisición, en el 90% de los casos no eran causas reales objetivas de tipo religioso, de heterodoxia, simplemente había odios, envidias. Esa actitud cainita de los españoles es de las cosas más deleznables que tenemos. Es horrible. Ese fanatismo, ese sectarismo injustificado a mí me espanta, de las cosas que más miedo me dan de una sociedad. Es el gran pecado".

Y una vez puestos, es imposible no hacerse eco de lo que ocurre más allá de nuestras fronteras pero en lugares tan cercanos: "Ahora, viendo lo de Siria y los refugiados, uno tiene la sensación de que nos merecemos un diluvio, de todas todas. Ni somos occidentales, ni somos civilizados, ni somos nada, con esta Europa y estos señores con unos sueldos fastuosos convocando reuniones mientras la gente está muriéndose y ellos no buscan solución. Es un genocidio".

Ya ven, a la señora Ruiz no se le escapa ni una.

Las imágenes de los textos de Cervantes han sido cedidas por Elisa Ruiz

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Jorge Berástegui, nacido en La Laguna (Tenerife) en 1980, estudió en La Escuela UAM/EL PAÍS y luego se doctoró en Lenguas Modernas y Literatura por la Universidad de Alcalá. Tras ocupaciones varias en países diversos, ahora trabaja en El Huffington Post como editor de blogs.