El pueblo es soberano y vota lo que le da la real gana
No se trataba de una segunda vuelta. Eran las primeras elecciones de una nueva etapa. La impugnación al régimen del 78, a la corrupción del PP, a todo lo que venía de atrás, se hizo el 20-D. Y los resultados fueron los que fueron. No había un revolución esperando un apretón más del acelerador. A muchos españoles no les disgusta del todo su democracia. Y si les nombras Venezuela, pues les gusta mucho más.
Foto: EFE
Cuando era más jovencito, fui un día al supermercado de El Corte Inglés a comprar unos embutidos. A unos pocos metros había una chica pidiendo jamón. Una joven "de campo", como decimos en mi tierra, que por suerte no escuchó a la señora mayor con el pelo plateado que estaba junto a mí y que en voz baja dijo: "No sé yo si esa gente del pueblo sabrá distinguir el jamón bueno del malo".
Me he acordado de la anécdota estos días mientras leía y escuchaba a mucha gente de izquierdas hablar de los resultados electorales como si la sociedad española sufriera una especie de deformidad intelectual. Como Juan Carlos Monedero, que decía en su blog: "Ahora es duro asumir que hay una España que no castiga todo lo que ha robado el PP: es la gente que arrastra mucha cultura del pasado y que mide las cosas con anteojeras. Pero la gente más joven, con estudios, formada, ya ha traído un nuevo país. Ahora empieza otra etapa".
Afortunadamente, las gafas que tiene Monedero tiene para ver la realidad no son las únicas. Hay otras. Y aunque no tengan un doctorado, también valen. Aquí, algunas reflexiones e hipótesis, a falta de que los estudios demoscópicos que ha encargado Echenique nos saquen de dudas:
- Pablo Iglesias es un líder quemado. Hay mucha gente hasta la coronilla de él, incluso entre los suyos. Un día raja sobre la cal viva, otro se besa con Domènech y otro va al debate con pinta de jesuita aplicado. ¿Quién es el verdadero Pablo Iglesias?
- A mucha gente no le mola que un partido esté todo el día diciendo lo normales que son, lo sensibles que son, lo impulsivamente honestos que son. No hace falta repetirlo todo el día, porque empieza a parecer un poco impostado. La señora que limpia las escaleras de mi edificio y vota al PP también es normal, sensible e impulsivamente honesta cuando se mosquea con su marido o con sus vecinos.
- Podemos no midió dónde lo pusieron los españoles en las elecciones del 20-D: pasar de cero a sesenta y nueve escaños fue increíble, pero eran los terceros y se comportaron como si hubieran sacado mayoría absoluta. Lo de la performance ofreciendo un Gobierno de coalición y pidiendo la vicepresidencia le ha parecido bastante pretencioso y un poco ridículo a un montón de gente.
- Para muchos progresistas, todo antes de dejar que el PP gobierne, como defendía hace unas semanas el diseñador Alberto Corazón. Si eres tercero y no te pones de acuerdo con el PSOE, abstente. Después ya tienes tiempo de hacer una oposición constructiva, de demostrar que puedes hacerlo mejor que los socialistas, de acabar con los fantasmas venezolanos, de demostrar que la nueva política va a cambiar, de verdad, las viejas formas de esclerosis institucional con las que convivimos.
- No se trataba de una segunda vuelta. Eran las primeras elecciones de una nueva etapa. La impugnación al régimen del 78, a la corrupción del PP, a todo lo que venía de atrás, se hizo el 20-D. Y los resultados fueron los que fueron. No había un revolución esperando un apretón más del acelerador. A muchos españoles no les disgusta del todo su democracia. Y si les nombras Venezuela, pues les gusta mucho más.
Pero los que se lo saben todo creen que el problema es de la gente, que sigue votando al PP. Esto es lo que una chica a la que conozco respondía en su Facebook a tanto sabio:
Míreselo bien, porque usted puede tener un elitista dentro. De hecho, yo tengo uno. Además, los elitistas tienen distintos disfraces. En el tema del Brexit, por ejemplo, van vestidos de europeístas cosmopolitas que creen que los que votaron a favor de abandonar la UE son todos unos paletos racistas. Nada más y nada menos que quince millones de paletos ultraderechistas. ¿Y no será también el último grito de guerra de una clase obrera depauperada y sin expectativas, totalmente marginada y ridiculizada por la élite política y cultural británica, como tan bien describe Owen Jones en sus libros 'Chavs': la demonización de la clase obrera y El establishment? Por algún lugar tenía que salir todo eso, ¿no?
Por cierto, yo también voté a Unidos Podemos en las elecciones del 26-J. Puse a mi hija Gabriela en el porteo y nos fuimos calle abajo con mi chica, Vanessa -que es su madre-, hasta el antiguo convento donde estaba el colegio electoral. Pero tras estos meses de bloqueo y postureo ya no iba con la ilusión del 20-D. Como el amor envejecido, aquel voto sabía un poco a tarde de domingo y de derrota.