Oiga, perdone, si no le importa, cómprese mi libro

Oiga, perdone, si no le importa, cómprese mi libro

En este titular se resume todo lo que quiero contar, pero igual suena demasiado directa, por mucho "perdone" y "si no le importa" que le ponga. ¿Cómo he podido llegar hasta este extremo? ¿Quién me iba a decir a mí hace no mucho tiempo que iba a estar suplicando a los lectores de El Huffington que se comprasen mi libro? ¿Mi libro? ¡Pero si no soy escritor! Bueno, vamos por partes...

En esta frase se resume todo lo que quiero contar, pero igual suena demasiado directa, por mucho "perdone" y "si no le importa" que le ponga. ¿Cómo he podido llegar hasta este extremo? ¿Quién me iba a decir a mí hace no mucho tiempo que iba a estar suplicando a los lectores de El Huffington que se comprasen mi libro? ¿Mi libro? ¡Pero si no soy escritor! Bueno, vamos por partes...

Me atrevo a afirmar que a usted, como a mí, en algún momento de su vida, le ha asaltado el siguiente pensamiento: "¡Cómo molaría escribir un libro!". Este tipo de ideas --que siempre comienzan con la frase "cómo molaría..."-- suelen durar escasos segundos. El cerebro humano tiene un mecanismo aguafiestas, una especie de extintor mental que apaga al instante esas llamaradas espontáneas (vaya metáfora más hortera me ha salido). Y las apaga con la siguiente frase: "¡Cómo vas a escribir un libro, alma de cántaro, si no tienes NPI de escribir!". Este mecanismo de autodefensa es utilizado por el cerebro para poder centrarse sin distracciones en las preocupaciones que realmente importan: "¿Por qué coño hice la hipoteca en yenes?" o "¿Cómo me las ingenio para salirme del chat de madres del colegio sin quedar fatal?"

Por suerte, yo no tengo ese extintor instalado en mi sistema operativo. En los 80 toqué en Los Nikis sin tener NPI de música, compuse canciones sin tener NPI de componer y ahora he escrito un libro sin tener NPI de escribir.

¿Cómo me ha dado por escribir un libro, si yo soy de ciencias puras? La culpa la tienen aquí, porque el que esto escribe, puede afirmar orgullosamente que es bloguero de El Huffington Post. ¿No se lo creen? Pongan mi nombre en el buscador de arriba. Vale, solo he publicado tres entradas, pero ya puedo pavonearme en las cenas diciendo que soy bloguero de El Huffington, que es algo que viste mucho. ¿O es que acaso hacen falta cien entradas para conseguir el título de bloguero? Cuando escribí esos tres textos --de menos de un folio cada uno-- y ya me sentí bloguero consolidado, me di cuenta de que si eres capaz de hablar, eres capaz de escribir. Quizá porque hace treinta años llegué a la conclusión de que si eres capaz de tararear, eres capaz de componer. La audacia del ignorante, vamos.

Así que enseguida tuve claro que había llegado el momento de escribir un libro, pero... ¿sobre qué?

Un amigo editor me propuso que escribiera la biografía de Los Nikis. La idea no me gustó. Me parecía un poco prepotente porque nunca fuimos un grupo de primera fila. Decidí que, en lugar de unas memorias, iba a escribir un manual sobre cómo montar un grupo y dar el pego sin tener NPI de música. Creo que se debe escribir sobre los temas que se dominan, y, en esto de dar el pego, soy doctor honoris causa.

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Concierto de Los Nikis en 1982

Está feo que yo lo diga, pero el libro me ha salido bastante ameno. El hecho de que sea un anti-manual en lugar de un manual te pone las cosas en bandeja para hacerlo entretenido. Además, te puedes meter con los grupos que se lo toman muy en serio, y eso siempre da mucho juego. El texto está tan aderezado con anécdotas marcianas de Los Nikis que al final parecen las memorias que en un principio no quise escribir. Cuando tenía el texto prácticamente terminado, tuve un golpe de suerte de última hora: encontré en el altillo de un armario en la casa de mis padres un alijo olvidado de 400 diapositivas que había hecho a primeros de los 80. Esparcí unas cuantas por el libro y así, al final, todo ha quedado bastante resultón. Bueno, por eso y porque me he rodeado de los mejores: Alex Cooper con sus sabios consejos, David Pérez con su espectacular diseño gráfico, Miguel Trillo con la foto de la portada y Jesús Ordovás con su descacharrante prólogo.

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Los Nikis actuando en el programa La Edad de Oro, de Paloma Chamorro

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Imagen del público viendo a Los Nikis actuar en el programa La Edad de Oro, de Paloma Chamorro

Este último párrafo es el clásico de autobombo moderado escrito con un único fin: que no sea usted remolón y se compre el libro de una vez. Entre en edicioneschelsea.com y verá toda la información sobre puntos de venta, compra online, etc.

Pensándolo bien, voy a cambiar a otra táctica mucho más eficaz. Busque el sillón más cómodo de su casa, relájese y lea el párrafo que viene a continuación:

Mire fijamente el movimiento de este colgante. Le pesan los ojos, está cansado, está ausente. Escuche su respiración; su cuerpo ya no pesa nada, su mente está bajo mi control. Ahora, lentamente, repita conmigo esta frase:

--El libro de Joaquín Rodríguez es buenísimo y necesito comprármelo.

--El libro de Joaquín Rodríguez es buenísimo y necesito comprármelo.

--El libro de Joaquín Rodríguez es buenísimo y necesito comprármelo.

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Aquí puedes acceder a un extracto del libro

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