Historias de mi consulta (los mocos)
Entran por la puerta esos padres amorosos con su bolita de niño, 5 ó 6 capas de abrigo que no le han quitado durante los 15 minutos en la sala de espera, que el niño tiene ya los ojos como un pescao cocido. Asomando tímidamente por un orificio de la nariz se atisba lo que parece que es algo líquido y transparente, un moco.
Madre.- Buenas tardes Doctor, mi bebé tiene mocos.
Dr.- Ya...
Madre.- No tiene fiebre. Le tenemos que limpiar constantemente.
Dr.- Bien, Tenga un kleenex... silencio... ¿quería algo más?... silencio...
Hasta aquí una parodia de una consulta tipo en pediatría. Una consulta que todos los pediatras vivimos a diario y que a buen seguro no respondemos así, aunque ya nos gustaría. Lo hemos visto más de una vez en las series televisivas y hemos pensado que ya nos gustaría poder hacerlo. Más de uno, me consta, que lo ha hecho. Yo lo hago con frecuencia, unas madres lo entienden, otras se enfadan.
La entrevista clínica en pediatría no se realiza con el enfermo, evidentemente. Se entrevista a los padres, se les pregunta sobre lo que ellos piensan que le ocurre a su retoño. Proyectan sus miedos "no sea que se le vaya a bajar al pecho". Otras veces repiten mitos adquiridos a través del tiempo "son muy verdes estos mocos", luego el germen debe ser muy feo cuanto menos. En ocasiones el progenitor que consulta preferiría no hacerlo porque entiende que es una tontada: "Dirá usted que es una tontería". Pues sí, lo digo, o mejor lo pienso pero no lo digo, y usted también lo piensa, pero por no oír a su madre o a su pareja, traga y se encamina al centro de salud con el mocoso para no oírlos.
Entran por la puerta esos padres amorosos con su bolita de niño, esos mofletes regordetes, esa carita que rebosa salud, 5 ó 6 capas de abrigo que no le han quitado durante los 15 minutos en la sala de espera, que el niño tiene ya los ojos como un pescao cocido. Pero eso sí, asomando tímidamente por un orificio de la nariz se atisba lo que parece que es algo líquido y transparente, un moco.
Llegados a este momento y ya desde la puerta todavía con un servidor saludando a los padres veo con el llamado ojo clínico que el niño no presenta patología grave. Nos sentamos y la madre en este caso toma la palabra y dice aquello de que "mi niño tiene mocos". Entonces se confirman mis temores, efectivamente vienen para una tontada, pero uno tira de empatía, educación recibida en colegio de curas y trayectoria profesional y comienza la entrevista clínica.
Con mi ojo clínico ya sabía que no tiene disnea, ni tiraje al respirar. El color de la cara, lo poco que asomaba debajo del verdugo y los abrigos con orejeras, me dejaba entrever que no presenta cianosis (labios azules), palidez o cualquier otra alteración de la circulación y oxigenación sanguínea. He podido observar con un primer coup d'oeil (vistazo) que no tiene taquipnea, respiración agitada o todo lo contrario. Además gracias a mi exquisito trato y dedicación abnegada he confirmado con las palabras de la madre que su preocupación se dirige exclusivamente a los mocos. ¿Por qué? Porque no hay otra cosa, signo o síntoma que le haya llamado la atención. Ese es el dato más relevante, la percepción de la madre. Hay que estar muy atento a lo que le preocupa a una madre, porque de una u otra manera siempre tendrá razón y caso de no hacerlo nos arrepentiremos de no haber escuchado con atención.
Bien, ya tenemos todos los datos, tenemos el diagnóstico confeccionado. Ahora tendríamos que dar nuestro veredicto final y despedirnos cortesmente, pero no, hay un algo, una costumbre, un savoir faire, un no sé qué, que nos impele a tener que hacer algo para justificar nuestra sabiduría y entonces decimos aquello de "... bien, vamos a la camilla de exploración..." ¿Pa qué? ¿Qué necesidad hay? Si ya sabemos lo que vamos a encontrar ¿Por qué agredir al pequeño con un palote para ver las amígdalas? ¿Qué esperamos encontrar en esos oídos? ¿Una mina de oro? ¿Qué escuchamos con tanta atención en esos bronquios? Si ya nos lo dijo la madre, sólo tiene mocos.
Por favor escuchad a las madres, hablemos con los padres y no perdamos el tiempo en paripés inútiles. ¿Acojona verdad? Es más fácil dar una receta con algún jarabe y solucionado el problema. ¿Cierto?