Fotoprotección, foto obsesión: a mi niño le ha dado un rayo de sol
Que me perdonen dermatólogos vendedores de cremas y ópticos y oftalmólogos vendedores de gafas solares, pero pienso que las cosas deben ir en su justa medida. Por ahora salida al parque y disfrutar de los niños sin embadurnarlos de factor 50, que se os van a quedar lechales de por vida.
La fotoprotección o protección contra la luz y los rayos solares vuelve a la palestra ahora que parece que ya nos metemos de lleno en la primavera y estamos a las puertas de un tórrido verano. En los últimos años ha habido una gran concienciación sobre el tema y creo que está bien porque los casos de melanoma aumentan y la capa de ozono protectora se desmorona. Pero no solo eso, también las partículas diesel se adhieren a nuestra piel, ataques de radiaciones no solo solares sino extraplanetarias, conjuras de catastrofes y yo que sé que otras amenazas nos acechan para conseguir destruir la delicada piel de los niños.
Creo que todos sabemos apreciar un buen entrecot, chuleton o turnedó bien hecho. ¿Qué se llama bien hecho? Pues que adquiera por fuera un color tostado y por dentro quede prácticamente sin hacer. Ya, ya, habrá gentes que dirán que lo quieren muy pasado, pero eso es estropear la carne. El punto justo es ese para que no sangre.
Pues bien, visto lo gastronómico y sin perder la comparativa pasemos a ver la piel del tierno infante como si de unas chuletas de lechal se trataran. Cierto que es lechal, no carne de buey adulto y aquí el hecho de ponerlas al fuego durante el mismo poco tiempo que al filetón nos llevaría a achicharrar la tierna y blanca carne. Habrá que reducir el fuego y disminuir drásticamente el tiempo de exposición, pero si evitamos hasta el último grado de temperatura en la parrilla, la carne quedará cruda y no apta para el paladar.
No es que esté pensando en cocinarme a un crío, no, pero valga la comparación para recordar que el moreno de la piel es uno de los mejores protectores solares que se han inventado, y es así porque lo ha inventado la naturaleza y la evolución, que ha hecho que en el África abrasada por el sol sus habitantes luzcan un moreno intenso, sin necesidad de cremas. Nosotros no somos africanos, salvo los canarios, pero podemos distinguir en nuestro suelo patrio varios tipos de pieles entre la mediterránea más oscura o árabe, y la rosacea o giri.
Sobre las pieles blancas que cuando toman el sol pasan directamente a rosa, no hay nada que hacer: camiseta, gorra y gafas, y apuntarse a la emigración nórdica como mucho. Sobre la piel más tostada los primeros rayos primaverales y el parque con los niños hace que la piel vaya tomando un tono más oscuro, más moreno, que hace que les proteja de los rayos del sol, preparándonos así para los rigores del verano.
Desde tiempos ancestrales el hombre aprendió a huir del sol cuando pega la caló: se refugiaba en cuevas, granjas de verano, palacetes de recreo, fincas en la sierra o en el chiringuito de la playa, que para eso está. No sé quién confundió al ser humano para que se tumbara al sol en las playas, llenándose de arena hasta los lugares más recónditos de la anatomía y sofriéndose como chuletón en el infierno. Pues bien, mis respetos a tamaña costumbre, pero pónganse cremas protectoras para este fin, por favor.
Que me perdonen dermatólogos vendedores de cremas y ópticos y oftalmólogos vendedores de gafas solares, pero pienso que las cosas deben ir en su justa medida; intentemos no dejarnos arrastrar por la sociedad consumista donde todo tiene que tener una solución a poder ser pediátrica o médica, no. El moreno también existe y las cremas habrá que reservarlas para su momento. Por ahora salida al parque y disfrutar de los niños sin embadurnarlos de factor 50, que se os van a quedar lechales de por vida.