Madrid olímpica
Los Gasol, Nadal, Fernando Alonso o Iniesta -por no hablar de las formidables mujeres medallistas- son inmejorables embajadores en el extranjero de las virtudes de la España moderna, combativa e internacionalizada en la que vivimos.
Muy frecuentemente, tendemos a comparar deporte y empresa en tanto ambos sistemas son fuertemente competitivos. De hecho, es común utilizar la expresión "campeones nacionales" para denominar a esas grandes y exitosas compañías que además tienen una fuerte presencia internacional. La vinculación es explícita en el ámbito de la publicidad, cuando los deportistas venden o incluso emplean una marca que a su vez les patrocina. En ocasiones, el sponsor cubre incluso un campeonato y así lo hace por ejemplo el BBVA con la Liga de fútbol española o el baloncesto norteamericano o el Santander con el automovilismo. Ahora bien, no es menos exacto asociar el mundo del deporte con la política, o incluso con ciertas formas de arte, debido a la compensada alianza que en ambos ámbitos se produce de emotividad y cálculo racional. Tal y como afirmaba Nabokov al hablar de la literatura, deportistas y políticos también han de saber combinar "la pasión de un científico con la precisión de un poeta" para triunfar. No obstante, es asimismo cierto que la pugna deportiva, al igual que el comercio, encauza suavemente los antagonismos (Montesquieu), propiciando la resolución pacífica de los conflictos sin eliminar una sana rivalidad.
Este espíritu, alimentado por una particular querencia helena -mens sana in corpore sano- fue el que a finales del siglo XIX animó, contra viento y marea, al barón de Coubertin a reeditar los Juegos Olímpicos y ser el presidente del Comité Olímpico Internacional durante casi treinta años. Como resulta fácil de imaginar, las reticencias con las que se topó tenían un marcado cariz político: su proyecto implicaba articular una cooperación interestatal prácticamente inédita hasta entonces, 20 años antes de que el presidente estadounidense Woodrow Wilson impulsará la Sociedad de Naciones, en una época en la que las alianzas entre naciones todavía se fraguaban frente a terceros. Y, en efecto, una vez puestos en marcha, la periodicidad de los Juegos Olímpicos se ha visto interrumpida como consecuencia de conflictos bélicos, o bien boicoteada por alguno de sus integrantes.
Sin embargo, este acento político se ha ido atemperando en las últimas décadas, acomodándose a la lógica más sutil del poder blando, de modo que la celebración de unos Juegos Olímpicos proporciona un escaparate único para que la ciudad y el país que los organizan proyecten su potencial simbólico y ganen en reputación internacional: junto con los deportistas, la ciudad es objeto de todas las miradas y aparece sometida a una especie de juicio global. Así sucedió en el 92 con los Juegos de Barcelona -auspiciados inteligentemente por Juan Antonio Samaranch, quien también ocupó durante más de 20 años la presidencia del COI- y más adelante en Sidney, Pekín o Londres, cuyo acto de inauguración combinó con brillantez la tradición británica y su cultura pop.
Así las cosas, resulta natural que la iniciativa gubernamental Marca España incluya al deporte y apoye con decisión la candidatura de Madrid 2020 en un momento en el que nuestro país requiere de una fuerte inyección de optimismo y autoestima. La inclusión resulta aún más pertinente por dos razones añadidas: primero, porque la buena imagen exterior de un país se robustece cuanta más convicción y unión interna exista, esto es, elevando el nivel de orgullo propio, cosa que logran como nadie nuestros futbolistas, jugadores de baloncesto o balonmano (los hispanos), nuestros tenistas y motoristas, etc. Y además porque los Gasol, Nadal, Fernando Alonso o Iniesta -por no hablar de las formidables mujeres medallistas- son inmejorables embajadores en el extranjero de las virtudes de la España moderna, combativa e internacionalizada en la que vivimos. En este punto, muchos son los países que nos admiran y por qué no, hasta envidian. Confiemos por tanto que el próximo 7 de septiembre las palabras del presidente de los evaluadores del COI, sir Craig Reedie, pronunciadas en su visita se conviertan en proféticas y que esta vez la tercera sea la vencida para la candidatura madrileña.