Estas elecciones demuestran cómo ha tratado siempre el país a las mujeres
"Vale que el tío es un depredador sexual, pero ¡VAMOS¡ ¡Hay problemas REALES!", dijo uno de ellos. Casi se me atraganta el bagel. Mi novio me apretó la mano para expresar su horror (o para evitar que me abalanzara sobre esos trumpistas, no estoy segura).
'Donald Trump, por fin alguien con pelotas', se lee en la camiseta.
Todavía no eran las 10 de la mañana del domingo cuando un hombre sentado detrás de mí en un autobús que se dirigía al estadio de los Giants abrió dos latas de cerveza y le pasó una a su amigo. "¡Por Trump!", dijo, alzando su cerveza mañanera. Brindaron y yo me incliné hacia ellos porque me produjo curiosidad su brindis.
El primer hombre suspiró antes de entrar en una espiral en la que se puso a despotricar sobre el amaño de las elecciones por parte de Obama. Su amigo le daba la razón, añadiendo: "Vale que el tío es un depredador sexual, pero ¡VAMOS¡ ¡Hay problemas REALES!".
Casi se me atraganta el bagel. Mi novio me apretó la mano para expresar su horror (o para evitar que me abalanzara sobre esos trumpistas, no estoy segura). Intercambiamos unas miradas comprensivas, pero no tuvimos una conversación sobre lo que acabábamos de oír. Ya habíamos pasado varias semanas de octubre hablando de lo generalizado que está el acoso sexual y lo poco que sorprende, ya que está presente en la vida de casi todas las mujeres. Ya contamos las razones por las que las mujeres no denuncian casos menores (e incluso mayores) de acoso. Ya me ha oído gritarle a la televisión en varios debates que las mujeres tienen un millón de veces más posibilidades de ser víctimas de un ataque terrorista, lo que él llama un "problema real". En tres semanas hemos hablado más de la cultura de la violación que en tres años.
'La beso y ya está. Ni siquiera espero'... 'Puedes hacer cualquier cosa'... 'Cogerlas por el coño'... Son algunas de las citas célebres de Trump.
Esas conversaciones siguieron a un año de discusiones sobre los ataques a Hillary Clinton por cuestión de sexo, sobre la crueldad con la que la sociedad trata a las mujeres ambiciosas que buscan puestos de poder, y sobre cómo a los hombres les aterra perder el poder frente a la evolución de los roles de género.
No soy la primera en señalar que la campaña de Trump nos hizo un favor al exponer lo profundamente arraigada que está la misoginia en nuestro país, y que está descontrolada. De repente, durante unas elecciones presidenciales, las conversaciones que una vez estuvieron relegadas a las esquinas feministas de internet pasaron a ser debates que dominaban los titulares de los principales medios.
Las mujeres empezaron a hablar más de estos temas con sus novios, sus maridos, sus padres, sus amigos y sus compañeros de trabajo. En "Pantsuit Nation", un grupo privado de Facebook compuesto por más de tres millones de seguidores de Clinton, varias mujeres escribieron que habían hablado abiertamente sobre sus experiencias personales con el sexismo en un esfuerzo por convencer a sus padres para que no votaran a Trump.
Este tío, en el mitin con su mujer y sus tres hijos y con una camiseta que dice: 'Ella es una zorra. Vota a Trump'.
Después de que saliera en los medios el comentario de Trump sobre "coger a las mujeres por el coño", la escritora Liz Meriwether redactó la experiencia de introducir a los hombres en las conversaciones sobre la misoginia del día a día.
"Me ha hecho (triste) gracia ver cómo los hombres se dan cuenta de repente de que estas cosas le han pasado a casi todas las mujeres en su vida... Fue gratificante y raro ver que a los hombres les importa, escuchar sus torpes intentos por encontrar las palabras", escribió en un artículo para la revista New York en octubre.
El martes 8 de noviembre, el país demostró que su misoginia es más profunda de lo que la mayoría había imaginado. Preferimos elegir a un hombre que ha admitido acosos sexuales antes que al candidato más cualificado de la historia, que resulta ser una mujer. Y una mujer que ha tenido que familiarizarse con este hecho. Algo muy, muy doloroso.
Así que, los hombres que hayan vivido algún momento revelador sobre las realidades del sexismo en el último año... esto es lo que las mujeres estadounidenses necesitan ahora de vosotros:
Acordaos del 2016 cuando vayáis a votar a las elecciones locales. No podemos olvidarnos de cómo el Partido Republicano sentó las bases para que la misoginia de Trump floreciera. En un artículo de octubre en la revista New York, Rebecca Traister se preguntaba:
Cuando votéis a un político en el futuro, elegid a los que crean que las mujeres son personas.
Acordaos del 2016 cuando seáis testigos (o perpetuéis) la cultura de la violación. Reprende a los hombres que lancen piropos. Deja de preguntar por qué las mujeres no denuncian el acoso. Deja de enviar mensajes vulgares por Tinder. Cuestiona a tus amigos cuando hagan un comentario que menosprecie a las mujeres. No basta con no ser Donald Trump.
Acordaos de 2016 a la hora de criar a vuestros hijos. Este año hemos aprendido que usar la excusa de "los chicos son chicos" para consentir a los niños una mala conducta resulta inaceptable. Enseña a tus hijos a respetar a las mujeres, no sólo porque tengan madre y hermanas. Enseña a tus hijos que las mujeres son iguales que ellos, porque son igualmente seres humanos.
En un juego de palabras con el término 'suck', que significa 'apestar, dar asco' y 'chupar, hacer una mamada', el lema de la camiseta de la izquierda podría traducirse como: 'Hillary da asco, pero no la chupa como Monica [Lewinsky]'. El segundo eslogan, en el que la palabra 'Trump' se utiliza con la acepción de 'sobrepasar', significa: 'Supera a esa perra'.
Acordaos de 2016 cuando os beneficiéis del privilegio de ser hombres. ¿Os imagináis que Donald Trump -el grosero, baboso y desaliñado Donald Trump- fuera una mujer? Reconoced que el doble rasero al que se enfrentó Clinton refleja la dinámica de género con la que se sienten identificadas la mayoría de mujeres.
Como contó Sarah Goodall, una joven de 29 años de Minnesota, a la edición estadounidense de The Huffington Post:
Acordaos de 2016 cuando estéis en el trabajo. Deja de alzar la voz por encima de la de las mujeres en las reuniones. No des por hecho que otros hombres están más cualificados para un trabajo sólo porque estén programados para actuar así.
Acordaos de 2016 cuando penséis que ya no existe el sexismo porque casi hemos elegido a una mujer presidente. Muchas mujeres se han pasado el último año registrando nuestras propias experiencias con la misoginia y el sexismo al mismo tiempo que Clinton las miraba desde un escenario nacional.
Cada vez que a Clinton le decían que sonriera. Cada vez que la llamaban "chillona". Cada vez que la llamaban "fría". Cada vez que la responsabilizaban de las acciones de su marido. Cada vez que Trump clasificaba a alguien según su follabilidad. Cada vez que Trump (y otros republicanos) hablaban de las mujeres como si fuéramos víctimas de nuestros malos juicios, incapaces de tomar la mejor decisión sobre nuestra vida o nuestro cuerpo. Cada vez que un comentarista excusaba el "comportamiento de vestuario" de Trump como si fuera algo que las mujeres deberían esperarse de los hombres. Cada vez nos estremecíamos por lo dolorosamente familiares que nos resultaban estos momentos.
Así lo contó al HuffPost Tasha Elizabeth, una chica de 23 años de Luisiana:
Si sólo vais a quedaros con una cosa de la mierda de elecciones que hemos tenido en 2016, que sea esta: escuchad a las mujeres.
"Los derechos de las mujeres son derechos humanos".
Este post fue publicado originalmente en la edición estadounidense de 'The Huffington Post' y ha sido traducido del inglés por Marina Velasco Serrano