Combatir la pandemia invisible en nuestras carreteras

Combatir la pandemia invisible en nuestras carreteras

Es imperioso y urgente aumentar radicalmente los fondos destinados a la seguridad vial. Así pues, debemos hacer más por alentar al sector privado a que contribuya de manera sustancial. Para ello, reuniré a un panel de expertos en varios campos con vistas a elaborar nuevos mecanismos que permitan obtener los fondos necesarios.

EFE

Si buscamos la definición del término pandemia en un diccionario, encontraremos la descripción de una enfermedad o de un estado que provoca gran sufrimiento a escala nacional, en varios países o, lo que es aún más aterrador, en todo el mundo.

La perspectiva de un acontecimiento de este tipo, que diezmaría a comunidades, afectaría irrevocablemente a la vida de millones de personas y tendría repercusiones económicas desastrosas para el progreso y las aspiraciones de naciones enteras, es absolutamente terrible.

Lamentablemente, debemos constatar que se trata de una situación a la que nos hemos acostumbrado casi sin darnos cuenta, de la que todos somos en cierto modo cómplices -a pesar de que sabemos cómo remediarla.

Quiero hablar de las muertes y traumatismos provocados por accidentes de tráfico. Cada año en el mundo, cerca de 1,3 millones de personas encuentran la muerte en las carreteras. Según la Organización Mundial de la Salud, la inseguridad vial es a día de hoy la octava causa de mortalidad a nivel mundial y la primera para los jóvenes de 15 a 29 años.

Y lo que es aún más alarmante, más de 186.000 niños en el mundo mueren cada año en un accidente de tráfico, o lo que es lo mismo: más de 500 al día y uno cada tres minutos.

Pues bien, en la gran mayoría de los casos, estas trágicas muertes, que en nuestra búsqueda constante de la movilidad simplemente consideramos pérdidas aceptables, no tienen derecho más que a un recuadro en la sección de sucesos.

Esta lamentable situación, como tantas otras en el mundo, es la que estoy decidido a combatir.

Es hora de la acción mundial

Se han logrado enormes progresos en la lucha contra esta plaga. En 2011, las Naciones Unidas, conscientes de la crisis que atravesamos, pusieron en marcha el Decenio de Acción para la Seguridad Vial con el objetivo de salvar cinco millones de vidas en las carreteras de todo el mundo de aquí a 2020. Se han realizado esfuerzos considerables para hacer de esta cuestión una prioridad de la agenda política mundial. La comunidad de la seguridad vial ha conseguido varios éxitos, pero no es suficiente.

Los hechos están ahí: el número de muertes en las carreteras sigue aumentando y, con el Decenio de Acción llegando a su ecuador, corremos el riesgo de no cumplir los ambiciosos objetivos que nos habíamos marcado para frenar esta pandemia.

Ante este hecho, el secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, ha decidido recientemente dar a esta misión un nuevo enfoque, y para ello, me ha concedido el gran honor de nombrarme su enviado especial para la Seguridad Vial.

Esto supone para mí una enorme responsabilidad, pero también una magnífica oportunidad. Estos últimos cinco años como presidente de la FIA he hecho de la seguridad vial una prioridad absoluta de la organización y, con el fin de promoverla como uno de los principales retos de nuestra época en materia de salud y desarrollo, he recorrido el planeta para reunirme con jefes de Estado, ministros y representantes de organizaciones de desarrollo.

Durante estos viajes, he llegado muchas veces a la misma conclusión: para llevar a cabo una campaña eficaz a escala mundial, es necesario expresarse desde una plataforma global.

Coordinar la construcción de una plataforma de este tipo es, en mi opinión, el motivo por el que se ha creado la figura de enviado especial. Esta función puede efectivamente servir de catalizador del cambio, crear un punto de convergencia para orientar la acción de la comunidad de la seguridad vial, de los dirigentes y de los gobernantes de todo el mundo en favor de carreteras y vehículos más seguros y de mejores reglas de conducción.

Primera etapa: movilizar la voluntad política a escala mundial

Ya disponemos de los medios para actuar. En las últimas décadas, bajo los auspicios de la CEE-ONU, las Naciones Unidas han establecido 58 acuerdos y convenios relativos al transporte internacional. Muchos de ellos se refieren a aspectos muy diversos de la seguridad vial, tales como las reglas de circulación, la normalización de la señalización vial y las normas para vehículos.

Estos instrumentos jurídicos están en vigor: sabemos cómo construir coches más seguros; sabemos cómo hacer que nuestras carreteras sean seguras; somos conscientes de la utilidad de un código de circulación y de una señalización vial coherentes y destinados a mejorar la conducta de los usuarios. Y sin embargo, algunos países o algunas regiones aún no han adoptado estos instrumentos. Si conseguimos instaurarlos y regularlos a nivel mundial, asistiremos a una mejora espectacular de la seguridad vial en las regiones más críticas del planeta, los países de ingresos bajos y medios donde se produce el 91% de las muertes en las carreteras.

Será determinante crear voluntad política entre aquellos que piensan que el inmovilismo es la solución más racional. Es una misión que acepto con entusiasmo por la sencilla razón de que los accidentes de tráfico tienen un impacto considerable en el bienestar económico de los países, algunos de ellos acusando una bajada anual de su PIB de entre el 1 y el 3%.

Si logramos convencer a los Gobiernos de que inviertan un poco para tratar los síntomas de esta enfermedad, ahorraremos mucho -no solo a nivel económico sino, sobre todo, a nivel humano.

La votación de los Objetivos de Desarrollo Sostenible durante la Asamblea General de Naciones Unidas marcará una nueva etapa crucial en la puesta en marcha de una plataforma global para promover la seguridad vial. Esta votación debería por lo tanto suponer la integración por primera vez de los objetivos de seguridad vial en la agenda de desarrollo mundial.

Segunda etapa: crear modelos financieros innovadores y eficaces

Es imperioso y urgente aumentar radicalmente los fondos destinados a la seguridad vial. Así pues, debemos hacer más por alentar al sector privado a que contribuya de manera sustancial. Para ello, reuniré a un panel de expertos en varios campos con vistas a elaborar nuevos mecanismos que permitan obtener los fondos necesarios.

Debemos superar los modelos establecidos, a menudo obsoletos e inoperantes, y adoptar una actitud receptiva y flexible para explorar nuevas vías de financiación. Una de las opciones por las que abogo, junto con la comunidad de la seguridad vial, es la instauración de un mecanismo de financiación basado en el modelo de contribución con cargo a los billetes de avión de la UNITAID. Esta iniciativa adoptaría la forma de una contribución marginal sobre las ventas del sector del automóvil.

Este mecanismo podría generar rápidamente fondos importantes, que a continuación se transferirían a un Fondo mundial de la ONU para la seguridad vial destinado a ayudar en sus esfuerzos a los países en desarrollo.

Se trata de objetivos a largo plazo, que lograremos no sin dificultad -a través de campañas de sensibilización al más alto nivel, acciones de presión a escala internacional, nacional y local, la elaboración de mecanismos de financiación más adaptados y con la convicción constante de que el cambio es posible si nos expresamos suficientemente fuerte y con una sola voz, exhortando a aquellos que sigan relegando esta plaga mundial al rango de pérdidas aceptables y soportables a mirar más allá de los meros sucesos y a reconocer que la pandemia está a sus puertas.