Inglaterra vence por las buenas
Hacía mucho tiempo que la hinchada inglesa no veía a su selección ser la dueña del encuentro y sin embargo no encontrar las llaves no ya para abrir la puerta, sino para rondar la morada. Una paradoja que explica el escaso botín que se llevó anoche ante una inofensiva Dinamarca.
Hacía mucho tiempo que la hinchada inglesa no veía a su selección ser la dueña del encuentro y sin embargo no encontrar las llaves no ya para abrir la puerta, sino para rondar la morada. Una paradoja que explica el escaso botín -victoria por un tanto a cero con un postrero gol de cabeza de Sturridge- que se llevó Inglaterra de su compromiso de anoche en Wembley ante una inofensiva Dinamarca.
Confió Hodsgon el quipo a la columna vertebral del Liverpool, el conjunto más en forma de la Premier. La pujanza de los reds a estas alturas de campeonato le llevó a colocar hasta a cinco jugadores -cuatro de ellos entre la sala de máquinas y la vanguardia- de la escuadra de Anfield. La espina dorsal fue Gerrard, quien ejercía de base sobre la que pivotar. Fue Inglaterra un equipo armonioso, sin estridencias, irreconocible -para bien- y que permitía contadas alegrías a Dinamarca. Era el resultado de juntar talento sobre el césped. El público, estupefacto ante la puesta en escena de su equipo, dudaba si aplaudir a los suyos ante acciones poco vistas en las islas.
Si bien, solo llegando al final del primer acto estuvieron los pross a punto de convertir en gol las buenas intenciones. Fue en una de las escasas internadas por la banda de Ashley Cole, el veterano lateral del Chelsea que se está jugando su presencia en Brasil con la nueva joya del Southampton, Luke Shaw. El postergado jugador blue centró, tras una combinación con Rooney, para que entre Sterling y el defensa Ankersen remataran al poste de la meta defendida por Schmeichel.
Inglaterra demostró ante Dinamarca estar preparada para la cita mundialista. Foto: J.M.
Timorata Dinamarca, Inglaterra carecía de la verticalidad que imprimen Walcott -fuera de la lista por lesión- o Lennon -ausente por baja forma-. Solo el tradicional balón parado -una suerte que manejan los ingleses como nadie en el planeta fútbol- acercaba a los locales al gol. Así casi llega el primer tanto del duelo al filo del descanso: saque de esquina que botaba Rooney y peinaba Cahill para que el cuero quedara muerto en el área pequeña y el remate a bocajarro de Sturridge lo salvara milagrosamente Schmeichel. Era el colofón a una primera parte vistosa pero que dejaba a la grada escéptica, más acostumbrada al juego directo, de choque y pegada.
El descanso trajo la entrada -y debut con la absoluta- del fulgurante Shaw, un lateral de largo recorrido, quien recuerda a Bale por su zancada y la precisión de sus centros. Se animó Inglaterra y Dinamarca defendió su escudo con varios cambios para dar aire a un equipo que corrió detrás de la pelota la mayor parte del tiempo. Uno de esos jugadores de refresco, Rasmussen, perdonó un mano a mano muy claro con Joe Hart. Inglaterra dominaba pero los contraataques daneses ponían el corazón en un puño a un Wembley un tanto desangelado, como la fría noche en Londres.
Se sucedían las sustituciones y Welbeck, quien había relevado poco antes a Rooney, a punto estuvo de anotar el primero en un tiro desde fuera del área. Aún con todo, escaso bagaje para un equipo que quiere pelear por el Mundial; aunque las casas de apuestas y sus propios medios de comunicación digan lo contrario.
Empujaba Inglaterra ya con más bravura que delicadeza y de las botas de Sturridge -el hombre más iluminado de los de arriba- salían las ocasiones más nítidas. El gol era cuestión de tiempo, hasta que a falta de ocho minutos para la conclusión, el futbolista del Liverpool cabeceó a las mallas un centro medido de Lallana, otro futbolista que se ganó posiblemente una plaza para el Mundial. Era la alegoría perfecta para un Hodgson que se atrevió con el cuarteto de Liverpool y tuvo su premio sobre la bocina.