Las madres, ¡son la hostia!
En un momento donde las cosas están tan difíciles, no nos vendría mal un poco de espíritu materno. Y, como en La vida es bella, comprobar que las madres son capaces de sobreponerse a la mayor desgracia si tienen un motivo; en este caso, la felicidad de un hijo.
Comenzaré disculpándome por mis malos modales. Créame que no encontré palabra o expresión que definiese con tanta fuerza, franqueza y sinceridad, la idea que llevaba tanto tiempo pensando y que hoy, feliz, he constatado: las madres, ¡son la hostia!
Asistí a un maravilloso evento el fin de semana del 29 y 30 de marzo, y en él, he podido escuchar a Irene Villa. Una superheroína natural que, seguro, me permitirá atribuirle humilde y subjetivamente, gran parte de su éxito personal a la idea que defiendo en este artículo.
Sabía que había perdido las piernas en un horrible atentado de 1991, pero desconocía que era su madre quien conducía; que ésta había perdido pierna y brazo derecho; o que las habían trasladado a diferentes hospitales. Así, fue la propia Irene quien nos puso el vídeo en el que, por primera vez y gracias a las cámaras de televisión, hablaban por videoconferencia tan sólo 72 horas después del accidente.
Me gustaría que, por un segundo imagine, como trato de hacer yo, no sólo los dolores de una lesión del estilo, sino el sufrimiento de imaginar unas lesiones similares en su ser más querido. No sé qué le diría usted a su hija, pero sí he visto lo que ha dicho la madre de Irene Villa: "Hola cariño mío, pero si estás guapísima... tengo unas ganas de verte... te quiero muchísimo cariño... qué guapa estas". Si usted ve esa sonrisa sincera proclamando plenamente feliz las palabras anteriores, y lo que éstas provocaron en una niña de doce años; entenderá, como digo, que las madres, ¡son la hostia!
Son esas personas capaces de explicarnos con una lágrima, el significado de la vida. O esas que con una mirada, pueden recordarnos que cualquier esfuerzo merecerá la pena. Incluso son esas que con su ejemplo en las situaciones difíciles demuestran que el ser humano es extraordinario. Y por supuesto, esas que enseñan a la humanidad que la vida es bella. Porque sí, sin duda alguna lo es, cuando uno comprueba que hay seres humanos capaces de sobreponerse a todo por amor.
Así, este artículo no es una idea, sino una realidad: las madres, ¡son la hostia!
No tuve que esperar ni dos horas para reafirmar la teoría en el mismo evento. Esta vez, otro ponente contaba su experiencia empresarial, y a mi lado, unas manos femeninas secaban lágrimas en su cara sin parar. Demasiadas lágrimas me llevaron a preguntar: "Es usted la madre, ¿verdad?" La sonrisa más grande que pueda imaginar en un rostro, acompañada de la expresión de orgullo más genial, contestó: por supuesto. Puedo asegurarle por mi experiencia personal, que la parte más bonita de una conferencia, independientemente del número de asistentes o el tipo de los mismos, es encontrar en el público una cara emocionada que te recuerde todo lo que has trabajado para llegar ahí, y que, por supuesto, dé sentido a cualquier esfuerzo.
En un momento donde las cosas están tan difíciles y complicadas, creo que no nos vendría mal un poco de ese espíritu materno. Y así, como en la película La vida es bella, comprobar que las madres son capaces de sobreponerse a la mayor desgracia si tienen un motivo por el que hacerlo; en este caso, la felicidad de un hijo. Un increíble gesto que hacen sin temer, sin pensar y sin esforzarse. Por ello hoy, quiero compartir con usted la realidad que he comprobado y que espero pueda corroborar: las madres, ¡son la hostia!