Sobre la caída electoral del PP
A la luz de los datos que arroja el barómetro del CIS en enero, aún es pronto para vislumbrar un cambio de tendencia electoral, más allá del desgaste de quien ostenta la responsabilidad del Gobierno. Tal vez falte aún tiempo -sólo es un año de decisiones, por duras que hayan sido- y ahondar en los microdatos.
A pesar de que el trabajo de campo del barómetro del mes de enero del CIS se llevó a cabo antes de que saltaran a la prensa los últimos acontecimientos sobre el caso Bárcenas-Gürtel, los resultados manifiestan cierta caída de la intención del voto al partido en el Gobierno, que se acumula a las experimentadas en anteriores sondeos de las mismas características. Bien es cierto que se trata de una caída en votos que apenas recogen otras opciones políticas, yéndose en su gran mayoría a la abstención (no votaría), la indecisión (no sé) o el voto en blanco. Una vez más, teniendo en cuenta que el 30,3% de los consultados sitúa a los políticos en general como uno de los principales problemas de España y el 17,7% la corrupción y el fraude, lo que parece que se derrumba es la credibilidad en el propio sistema político. Eso, repito, antes de que se publicaran las noticias sobre cuentas millonarias en Suiza o sobresueldos en la calle Génova.
La estimación de voto hecha por el instituto público confirma la aproximación entre los dos principales partidos. Si en el anterior barómetro con estimación de voto (octubre 2012) la diferencia entre ambos era de 7,3 puntos (PP 35,9% de los votos válidos; PSOE 28,6), en el de enero se ha reducido a 4,8 puntos (PP 35,0; PSOE 30,2), con importante presencia de IU, con 9,4% de los votos válidos atribuidos. Es decir, estaría recogiendo aún un descenso pequeño del PP, aun cuando, eso sí, continuo si se observa la serie desde abril de ese mismo año de 2012.
Uno de los resultados más relevantes del estudio, siendo siempre el que mayor atención concita de los expertos y profesionales de las encuestas y el análisis político, está en la denominada tabla de transferencia de votos. Es decir, donde se pone en relación la declaración de voto en las anteriores elecciones -en este caso, las Elecciones Generales del mes de noviembre de 2011- y la declaración de intención de voto actual. Allí puede observarse la caída en la fidelidad de voto al PP. Así, sólo el 53% de quienes manifiestan que votaron a esta formación política en 2011 confirman que volverían a hacer lo mismo, en caso de unas hipotéticas elecciones. Es el indicador de fidelidad más bajo entre los partidos relevantes, ya que llega al 56,7% en el PSOE, al 62,7% en IU, al 57% en UPyD y al 56% en CiU, que tiene una fuga del 10% de anteriores votantes hacia ERC, lo que puede considerarse el coste de su apuesta soberanista.
Lo que parece apuntar este sondeo es que, de momento, lo que está acusando el Partido Popular es el desgaste de su tarea de Gobierno. Un desgaste que, incluso, podría considerarse esperado, teniendo en cuenta el hondo -e impopular- calado de las decisiones que se han tomado en el último año. De hecho, el 66% de los participantes en el sondeo creen que la gestión gubernamental está siendo mala o muy mala. Es más, un 45% de sus anteriores votantes la califican de regular, y son ligeramente superiores los que la valoran de mala o muy mala, que como buena o muy buena. Además, a tal desgaste contribuye la falta de liderazgo de Rajoy, que es valorado con un 2,81 (entre 0 y 10), en la línea de resultados de anteriores sondeos.
Es un desgaste que desde el partido conservador se asume como si fuera una especie de inversión. Algo relativamente negativo al principio que se verá compensado cuando se vean las primeras señales de salida de la crisis. Al respecto, hay que apuntar que en las fechas en las que se desarrolló el trabajo de campo, la prima de riesgo estuvo bastante mantenida y que, salvo las cifras de desempleo, no existieron alarmantes movimientos de los denominados mercados, a los que éstos nos están empezando a acostumbrar.
A partir de los datos disponibles, es pronto para vislumbrar un cambio de tendencia electoral, más allá del desgaste de quien ostenta la responsabilidad del Gobierno. Tal vez falte aún tiempo -sólo es un año de decisiones, por duras que hayan sido- y ahondar en los microdatos. Además, si sólo tenemos en cuenta el hipotético reparto de votos válidos, de los que supuestamente participarían en unas elecciones, se está dejando a un lado lo que viene siendo noticia, la notable desafección política, que afectaría a todos los partidos. En esto, no hay cambio de tendencia.