Las relaciones no son fáciles, pero merecen la pena
La vida es un lío y las relaciones son complicadas. Cuando observo a mis padres, mis abuelos o a otras parejas que llevan décadas juntas, a menudo me sorprende lo diferentes que pueden llegar a ser el uno del otro. Ninguno te dirá que seguirán juntos para siempre porque es fácil, o porque del otro nacen arcoiris bajo sus pies al andar por la calle.
Tengo la sensación de que muchas de las personas que leen mis artículos creen que sugiero que algún día alguien llegará a sus vidas y, de repente, todas las piezas del puzle de su relación encajarán como por arte de magia; que volarán pajarillos de colores a su alrededor, que un coro majestuoso les acompañará durante cada cita, que encontrarán una bolsa de dinero que les hará muchimillonarios y, con ese dinero, se comprarán una Casa de Gominola.
Lo siento, no funciona así, y nunca pretendí sugerir que así fuera.
La vida es un lío y las relaciones son complicadas. Como he dicho en artículos anteriores, no todo lo que necesitas es amor. Se necesita respeto mutuo, compromiso, sacrificio, comprensión y la voluntad de trabajar por la relación y permanecer al lado tu pareja cuando lleguen tiempos difíciles. Hay que estar dispuesto, o dispuesta, a estar al lado del otro no sólo durante los días felices, sino también en los días oscuros. Hay que estar listo para sacar la mejor versión de tu pareja, pero también para amarla y aceptarla tal y como es hoy, y no como podría ser en un futuro.
Tener la concepción de que la persona perfecta pasará por tu lado es creer que las relaciones no conllevan esfuerzo. De hecho, ninguna relación ha funcionado jamás por sí sola. Cuando observo a mis padres, mis abuelos o a otras parejas que llevan décadas juntas, a menudo me sorprende lo diferentes que pueden llegar a ser el uno del otro. Ninguno te dirá que llevan casados treinta años porque el uno era la media naranja del otro y juntos eran un todo. Ninguno te dirá que no hay discusiones ni desacuerdos ni conflictos.
Ninguno te dirá que seguirán juntos para siempre porque es fácil. Ninguno, que han prometido permanecer al lado del otro porque de sus pies nacen arcoiris al andar por la calle.
Pero eso es lo que tiene el amor. Cuando amas a alguien y lo amas de verdad, no es una cuestión de conveniencia. No es algo que sientas cuando todo va bien, sino lo que da sentido a permanecer juntos cuando todo va mal. En los malos momentos. Cuando la vida se pone difícil. Es entonces cuando buscas a la persona que amas, no cuando la alejas. Es la piedra angular de tu voluntad para arreglar algo que crees que ya no sirve, en lugar de darlo por perdido.
Te comprometes con una persona y con todo su ser y no sólo a condición de que permanezca joven y hermosa, porque no lo hará. Ni tampoco tú. El compromiso no dura únicamente hasta que surja una oportunidad mejor, te comprometes a sabiendas de que ni tú, ni tu pareja ni la relación son perfectos. Esa es la persona con quien quieres estar. Te comprometes con la idea de que los dos sois un centro de coherencia y que vuestras circunstancias orbitan a vuestro alrededor.
No te comprometes con alguien porque todo sea perfecto, te comprometes a pesar de que no los sea.
El compromiso no es una palabra perdida en el diccionario. No es sólo una declaración temporal de monogamia. Es una promesa, un voto, una forma de vivir que representa honor e integridad. El compromiso no es una norma ni una regulación, es un acto.
Pero no es el acto de perder tu libertad, sino el de hacer uso de ella al elegir a quién quieres entregar tus más valiosos dones:
Tu tiempo, tus emociones, tu corazón.
Lamento que nunca vayas a encontrar a la persona perfecta. Pero sí encontrarás a la persona adecuada, en el momento que entiendas que lo adecuado no es la perfección.
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Este post fue publicado originalmente en la edición estadounidense de 'The Huffington Post' y ha sido traducido del inglés por Diego Jurado Moruno