Mongetes a Feira: 9 cosas que podrían haber pasado de estar Cataluña en Portugal
Una receta de una Cataluña portuguesa que fusiona a la perfección la tradición mediterránea de las alubias, les mongetes, y la atlántica (más que portuguesa, gallega) al combinarla con el pulpo y el pimentón. Dos tradiciones que se llevan a las mil maravillas. Ojalá que todo fuera tan fácil... ¿O sí lo es?
Si las aguas del atlántico hubieran acariciado las costas catalanas allá por los s. XIV y XV, el debate sobre la propuesta del Parlament de transferir la competencia para celebrar la consulta soberanista jamás se hubiera planteado, y muchas cosas hubieran sido totalmente diferentes. Tal vez nada hubiera cambiado un día como hoy, pues San Jordi es patrón de Cataluña como lo es de Portugal, y es probable que en una Cataluña atlántica se siguiera regalando un libro y una rosa, porque la sensibilidad no entiende de localismos y ese jardín de bolsillo fecundo en párrafos y fértil en ideas o ese tratado silvestre al que le sobran las palabras para declarar su amor, se seguirían regalando con la complicidad salina de las aguas oceánicas. Sin embargo, de haber sido así, éstas son algunas de las consecuencias que pudieron haberse dado:
- Cristiano Ronaldo, Mourinho y Pepe serían hijos predilectos de Cataluña y el Sporting de Lisboa más que un club.
- Cataluña se hubiera convertido en una potencia global al crear nuevas rutas hacia las Indias orientales y poseer el control comercial de sus productos.
- En Brasil se hablaría catalán y los gallegos lo harían con acento.
- Cataluña le hubiera disputado a castilla la hegemonía comercial y la conquista y control de bastos territorios repartidos por todos los continentes. En el tratado de Tordesillas, donde se repartirían el mundo bajo la supervisión Papal, no hubiera hecho falta intérprete de portugués.
- Oporto sería hoy en día la capital mundial del cava.
- El Fado se bailaría a ritmo de Sardana y Serrat y Sabina serían el paradigma de dos países hermanados a través de la música y la cultura.
- Las toallas de media Europa llevarían un burro bordado.
- Las catalanas no tendrían bigote, como en el tópico portugués, porque una cultura tan emprendedora y cuidadosa con el estilismo hubiera puesto de moda la fotodepilación muchísimos años atrás para evitarlo.
- El 1 de diciembre sería su fiesta nacional, porque tal día como ese de 1640 hubiera proclamado su independencia, se habría desvinculado de la monarquía hispánica y definitivamente convertido en un reino soberano.
No es más que una ucronía divertida, una especulación histórica, que nos anima a imaginar y fantasear con las consecuencias de unos hechos que hubieran desembocado en la separación definitiva de Cataluña y España, si por aquel entonces, en lugar de estar encerrada entre una castilla cada vez más poderosa y un mar mediterráneo del que era potencia indiscutible (pero cuya importancia languidecía al ritmo que lo haría ella misma) hubiera estado en la vertiente atlántica en el momento en que el futuro se abría enorme y rico por el oeste, y no en unas aguas cuajadas de cultura, pero con los días contados.
Exactamente igual que ahora, pues gran parte del futuro político catalán parece depender de las decisiones que se tomen al oeste, en Madrid. Lo que se plantea hoy es el mismo sueño nostálgico con brillos de modernidad que anida en el corazón de muchísimos catalanes, orgullosos de un pasado y una identidad que en tiempos de tanto desencanto les ha empujado a creer y desear que en solitario las cosas irán mejor; unos tiempos con tanta decepción política que ha convertido en soberanistas incluso a los más moderados.
Jordi Pujol decía que "El gran éxito es que haya chonis y Fernández soberanistas". Cabría preguntarse si todas las chonis y los Fernández lo son o se sienten sólo catalanes y orgullosos de serlo, además de decepcionados. Es lo de menos. La realidad es que la crisis catalana, el problema catalán, como todas las crisis, como la crisis económica en la que estamos, sirve para mostrar el descontento del ciudadano, para hacer aflorar y achicar toda la porquería que estaba enquistada. Muestra la necesidad de hacer algo frente a la insatisfacción generalizada con la manera de gestionar los territorios desde Madrid y frente a los políticos regionales; en definitiva, de tirar en una dirección donde el aire no esté tan viciado y permita respirar o hacerlo mejor.
Harían bien los gobiernos de Madrid y Cataluña en ver esta realidad, en comprenderla e interiorizarla y orientar sus pasos por el camino que mejor responda a los intereses del ciudadano y no a los suyos propios o de sus partidos. No es cuestión de oportunismo, ni de prepotencia, es cuestión de hacer política, de dialogar con criterio y mostrar la capacidad para convencer. En retos tan delicados como este es precisamente donde hay que hacerla, donde hay que conjugar política y sentimientos, donde hay que mostrar habilidad y competencia; a fin de cuentas, para eso les pagamos.
Es una cuestión de encuentro y no de enfrentamiento: el de un Gobierno, el de Madrid, parapetado en la constitución, y otro, el catalán, atrincherado en el sentimiento; y nadie, absolutamente nadie, cediendo un milímetro. Basta de inmovilismo. Que hablen de una vez, que dialoguen sin prejuicios, y que tengan en cuenta una cosa: en la amistad, como en el amor, hay que saber ceder y perder de vez en cuando para poder llevarse bien, a fin de cuentas no es más que una relación entre iguales... algo de lo que sabe mucho San Jordi, capaz de decirlo todo sin pronunciar ni una sola palabra con un libro y una flor.
Y aunque sea una ucronía gastronómica, un plato que podría haber sido y que difícilmente será, aunque está buenísimo: Mongetes a Feira, una receta de una Cataluña portuguesa que fusiona a la perfección la tradición mediterránea de las alubias, les mongetes, y la atlántica (más que portuguesa, gallega) al combinarla con el pulpo y el pimentón. Dos tradiciones que se llevan a las mil maravillas; dos realidades que comparten el mismo espacio y que lejos de restarse se suman para redondear un sabor que te sorprenderá. Ojalá que todo fuera tan fácil... ¿O sí lo es?
Que lo disfrutes. Feliz día de San Jordi.
NECESITARÁS (para 4 personas)
- 200gr de judías blancas (mongetes) cocidas (un bote pequeño)
- 1 cucharada de tahini
- 1 cucharadita de comino
- ½ cucharadita de pimienta
- Sal
- 2 dientes de ajo
- 2 cucharadas de zumo de limón
- 5 cucharadas de aceite de oliva virgen extra
- 200gr de patas de pulpo
- Pimentón dulce de la Vera
- Escamas de sal o sal negra
ELABORACIÓN
- En un vaso batidor introduce las mongetes, la punta de sal, el zumo del limón, el tahimi, el comino, la pimienta, los dos dientes de ajo fileteados y fritos, y tres de las cucharadas de aceite. Bate hasta emulsionar bien todos los ingredientes. Habremos hecho un hummus de mongetes.
- Filetea las patas de pulpo cocido y distribuye los trozos sobre el hummus. Espolvorea de pimentón dulce de la Vera, escamas de sal y añade el aceite restante por encima.
- Emplatado: en cucharas individuales coloca un poco de hummus y sobre el mismo 1 ó 2 trocitos de pulpo espolvoreado con el pimentón, la sal en escamas y el aceite.
- Umm. Molt, però qué molt bo.
NOTA
Si en lugar de en cucharas de servicio lo pones en unos cuadraditos de pan de pita previamente horneados y con un toque de pimentón y aceite el resultado es espectacular.
MÚSICA PARA ACOMPAÑAR
Para la elaboración: Calle Melancolía, Sabina & Serrat.
Para la degustación: El último trago, Chavela Vargas.
VINO RECOMENDADO
Pazo, joven12. DO Ribeiro.
DÓNDE COMER
En mesa redonda que invite a la conversación distendida y cordial, esa en la que te encuentras tranquilo, pues los invitados o son amigos o te hacen tan fácil y cómoda la compañía que siempre es sencillo llegar a acuerdos ilusionantes.
QUÉ HACER PARA COMPENSAR LAS CALORÍAS
Es bocado ligero y equilibrado y la conversación, tranquila o apasionada, ejercicio suficiente para digerirlo cuando la acompañas de risas y aspavientos.