Lo que hay que saber sobre las alergias
Pongamos un ejemplo. Tu vecino tiene la desagradable costumbre de poner sus bolsas de basura en tu terreno. En sí, el gesto no tiene nada de amenazante, pero tú tienes miedo de que algún día aparezcan ratones y esparzan por tu jardín su basura. Lo normal sería pedirle que dejara de poner su basura en tu zona. En cambio, si coges una escopeta y te cargas al vecino y a toda su familia, es muy probable que te metas en un lío. Pues bien, la alergia se parece a este ejemplo. Tu organismo considera un elemento extraño como una amenaza real, cuando no lo es. Así que hace todo lo posible por eliminar a ese intruso y eso es lo que te ocasiona problemas.
El intruso en cuestión suele ser una proteína diferente de las que tus genes fabrican, de ahí que se llamen antígenos. Como tu organismo quiere eliminar esos antígenos, sintetiza un arma eficaz: un anticuerpo que desencadena una potente serie de reacciones de defensa. Uno de los primeros soldados en llegar será la histamina, que ordena a las mucosas segregar la mayor cantidad de mocos posible para impedir que el antígeno penetre en las células. Esta reacción, llamada inflamatoria, es totalmente necesaria cuando se trata de una amenaza real (un virus u otro microbio), pero aquí, en el caso de un antígeno, resulta desproporcionada y al final sólo produce molestias: congestión nasal, estornudos, inflamación de los bronquios, tos, ojos llorosos, etcétera.
A qué eres alérgico
El momento en que se manifiesta una alergia es un buen indicio de la procedencia del antígeno responsable. De este modo, si el malestar aparece a principios de la primavera, es muy posible que el polen de los árboles y arbustos sea responsable. Si llega en pleno verano, probablemente sea una alergia al polen de gramíneas, como maíz, trigo, heno, etcétera. Por último, si los problemas surgen en otoño, serán las plantas herbáceas, como el césped, que esparcen su polen sobre todo a partir de julio y hasta octubre. Conocer a qué eres alérgico te ayudará a evitar en todo lo posible el contacto con el alérgeno responsable. Un alergólogo podrá realizar las pruebas cutáneas para determinar el o los antígenos que te hacen reaccionar.
Los métodos para evitar síntomas
La alergia al polen o a cualquier otra proteína transportada por el aire se hace más intensa con un tiempo cálido, seco y ventoso. El tiempo seco y cálido permite a estas sustancias volar más alto en el aire y el viento las expande por todas partes. Esos días los alérgicos deberían limitar en lo posible sus paseos por el exterior y mantener las ventanas cerradas. La climatización siempre sirve de ayuda. Al contrario, los días de lluvia son el momento ideal para airear la casa. En una atmósfera cargada de humedad, el polen se queda cerca del suelo. Con unas gafas de sol se evita el contacto directo entre el alérgeno del aire y la mucosa del ojo. De este modo, se puede reducir y hasta evitar el picor de los ojos. No pongas a secar la ropa en el exterior. Los tejidos húmedos tendidos filtran el aire, acumulando el polen entre sus fibras. Esas sábanas repletas de polen son en las que dormirás esta noche (y, si tienes alergia, será una noche de tos, estornudos y congestión).
Los tratamientos
Si, pese a evitar el contacto con los alérgenos, los síntomas siguen arruinando tu existencia, hay varias soluciones disponibles. La desensibilización progresiva puede resultar eficaz para varias alergias. Esta terapia (DPE, por sus siglas) consiste en inyectar una enzima a la que se añade una débil concentración del alérgeno. Estas inyecciones se repiten aumentando gradualmente la dosis del alérgeno durante un período de 2 a 3 meses. Aparte de la DPE, hay medicamentos que pueden contribuir a aliviar los síntomas, como los antihistamínicos, los corticoides (por ejemplo, la cortisona) y los broncodilatadores (por ejemplo, el Ventolin).
Consejos de uso
Las alergias no se deberían tomar a la ligera. Cabe recordar que un individuo alérgico a una sustancia es mucho más susceptible a desarrollar alergia a otros alérgenos que alguien que no sufre ninguna. El humo de cigarrillos es un potente irritante que favorece los brotes de alergia más frecuentes y severos. Por lo tanto, conviene evitarlo. El polvo es el enemigo número 2 de una persona con alergia, así que mejor evitarlo también.
Las alergias más severas
En este caso no hay síntomas benignos, sino más bien complicaciones que pueden resultar graves o incluso mortales. Se dan particularmente en dos casos: asma y alergias alimentarias.
Básicamente, el asma es una reacción alérgica de los tejidos pulmonares: los bronquios y sus ramificaciones se hinchan, reduciendo así la entrada de aire en los pulmones. Las personas que sufren asma deberían identificar los factores que provocan una crisis. Cabe señalar que, a día de hoy, con una medicación adecuada y un programa adaptado de actividades físicas, la mayoría de la gente que padece asma puede llevar una vida normal, no eliminando el asma, pero sí controlándolo.
Es una reacción alérgica que se produce después de haber ingerido un alimento o un aditivo alimentario. Los alimentos que generan más reacciones en los alérgicos son los anacardos, el pescado, los crustáceos y derivados, la leche y los huevos. Obviamente, algunas personas pueden ser alérgicas a otros alimentos como las nueces, el trigo, el sésamo o los sulfitos. No hay que confundir una intolerancia alimentaria que no ocasiona síntomas alérgicos con una alergia real.
Lo peor que puede ocurrir en una alergia alimentaria es un choque anafiláctico, una reacción alérgica severa que puede afectar a varios sistemas (gastrointestinal, respiratorio, cardiovascular) y que, si no se trata, puede resultar mortal. Los primeros síntomas de la anafilaxia son:
Boca: picor e irritación en los labios, la lengua y el paladar seguido de hinchazón. El paciente nota un sabor metálico en la boca.
Piel: rojez, erupciones, prurito, urticaria y sensación de calor.
Sistema digestivo: náuseas, dolores o calambres en el vientre, vómitos y diarreas.
Respiración: se cierra la garganta. Dificultad para tragar. Los niños pequeños cambian su forma de llorar. Picor e irritación en la nariz y en las orejas. Congestión nasal con moqueo. Sofoco y dificultad de respirar. Tos persistente, voz ronca. Piel azulada.
Corazón: pulso rápido y débil. Palidez, sudores fríos, debilidad, pérdida de consciencia, aturdimiento, dolor en el pecho, bajada de tensión arterial.
Desde las primeras manifestaciones de estos síntomas hay que administrar adrenalina. Evidentemente, las personas que sufran alergias alimentarias tienen que dejar de consumir cualquier alimento que contenga o haya estado en contacto con el alérgeno al que son sensibles, lo cual a veces es más difícil de lo que parece.
Este artículo fue publicado originalmente en el 'HuffPost' Quebec y ha sido traducido del francés por Marina Velasco Serrano