Hay una semilla que puede traer la paz a Siria
Perder esta generación siria ensombrecerá el futuro del país, reforzando así la lógica de la guerra. A los jóvenes que no reciban una educación les espera un futuro marcado por la marginación, la pobreza y la desesperanza, o que un persuasivo sargento les reclute para formar parte de grupos armados y del extremismo. Otra razón de peso más para huir.
El conflicto sirio pronto cumplirá seis años. Seis largos años de violencia y destrucción que han dejado 250.000 muertos, que han creado la peor crisis humanitaria global y que han obligado a unos 4,6 millones de sirios a abandonar el país. El impacto ha tenido gran alcance en los países vecinos, que albergan a un gran número de refugiados, y en Europa, donde aumentan las demandas de los solicitantes de asilo.
Obviamente, la comunidad internacional se ha centrado en cubrir las necesidades humanitarias inmediatas y en encontrar soluciones políticas para la crisis.
Después de seis años, ha llegado el momento de pensar más a largo plazo, porque existe el riesgo de perder a toda una generación de jóvenes sirios debido a la desesperanza y al extremismo violento. En el futuro, los cimientos de la paz se verán minados si se ignora esta realidad.
La ONU estima que hay 2,1 millones de niños y adolescentes no escolarizados en Siria. Y a esa cifra hay que sumarle otros 0,7 millones de refugiados sirios en edad escolar, que actualmente están viviendo en cinco países de acogida, que tampoco están escolarizados. Como ellos, hay muchos más que necesitan apoyo de manera acuciante, tanto dentro como fuera de Siria, y que necesitan educación básica, secundaria y superior.
Para resolver el conflicto sirio es necesario invertir en el proceso de paz de Siria en sí misma. Pero la construcción de una paz duradera requiere invertir en el futuro de la sociedad siria, en los niños y en los jóvenes. Se trata de un imperativo de desarrollo a largo plazo y de un imperativo de seguridad para Siria, para la región y para Europa y más allá de sus fronteras.
Perder esta generación siria ensombrecerá el futuro del país y la estabilidad de la región, reforzando así la lógica de la guerra. A los jóvenes que no reciban una educación les espera un futuro marcado por la marginación, la pobreza y la desesperanza o que un persuasivo sargento les reclute para formar parte de grupos armados y del extremismo. Otra razón de peso más para huir.
Para abordar esta crisis, tenemos que actuar en tres niveles.
Primero: la educación debe dejar de ser el primo pobre de los esfuerzos internacionales. En 2014, las necesidades de educación general incluidas en los llamamientos humanitarios recibieron solo un 36% de financiación en comparación con el 60% de media que recibieron los otros sectores. Únicamente se dedicó al sector de la educación un 3% de la financiación humanitaria mediante mecanismos de reserva de fondos.
Esto no puede seguir así ni en el caso de Siria ni en el de otras crisis. Es necesario invertir más en educación, ya que es una parte vital tanto de la ayuda humanitaria como de la ayuda al desarrollo. La educación no debería seguir cayendo en las brechas existentes entre la ayuda humanitaria y la ayuda al desarrollo, porque la educación es la mejor manera de proteger los brotes de paz. Suele ser el primer dividendo de paz tangible para los niños, los jóvenes y las comunidades que soportan una tremenda carga y luchan por recuperarse.
Segundo: tenemos que apoyar más a los vecinos de Siria y a los países de acogida cubriendo las necesidades educativas tanto de los refugiados sirios como de la juventud de la comunidad de acogida para proporcionarles aptitudes, conocimientos y oportunidades para que puedan participar en la sociedad y tener un empleo digno.
Se está llevando a cabo un importante desarrollo de este tipo de avances en los países vecinos de Siria. Unos avances que deben ser respaldados mediante el apoyo a la recuperación de todos los niveles del sistema educativo.
Y tercero: en lo relativo a todo este asunto, tenemos que mirar más allá de la educación básica, también hay que prestar atención a la educación secundaria, a la técnica, a la vocacional y a la superior.
Ahí es donde los jóvenes se quedan fuera del sistema, y ahí es donde son más vulnerables a picar en el anzuelo de la violencia. La educación secundaria y la superior son esenciales para formar a los jóvenes de siria de manera que puedan llevar una vida de dignidad y paz.
La educación es la mejor manera de acabar con el bucle de violencia a largo plazo, de prevenir el extremismo violento y de situar a una sociedad en el camino hacia la paz. Es un derecho humano básico y un pilar central para el desarrollo sostenible y la paz. Este mensaje se personificó en la revolucionaria resolución del Consejo de Juventud, Paz y Seguridad de la ONU de diciembre de 2015, que subrayaba el papel esencial de los jóvenes en la construcción de la paz y se posicionaba contra el auge del extremismo violento. La UNESCO y sus socios transmitirán el mismo mensaje en la London Syria Conference de 2016, que se celebrará en Reino Unido y contará con representación de Kuwait, Noruega y Alemania.
La educación está en la primera línea de la crisis siria; y debería ser una de las herramientas principales para construir la paz. La educación no puede esperar a que el conflicto termine, las semillas de la paz tienen que sembrarse ya.
Este post fue publicado originalmente en la edición estadounidense de 'The Huffington Post' y ha sido traducido del inglés por Lara Eleno Romero.