La gestación subrogada vulnera los derechos fundamentales de las mujeres
Se prevé que este otoño el debate sobre los vientres de alquiler formará parte de la agenda política. Ya se escuchan voces argumentando a favor de esta práctica actualmente prohibida en España. Argumentos que se repiten en el tiempo y el espacio, algunos con una carga extra de misoginia absolutamente intolerable.
El último artículo que he leído defendiendo esta práctica, lo firman Mariano Beltrán y Eleonora Lamm. En él se habla de la necesidad de debate sobre una realidad que son los vientres de alquiler. Se ataca despectivamente a lo que llaman "algún feminismo", al que se acusa de oponerse a reconocer la autonomía de las mujeres occidentales, sin perder la ocasión de relacionarlo con un sector de la Iglesia católica. Siguen con un alegato a la libertad de las mujeres, un estudio de lo maravillosamente bien que viven esta experiencia ciertas madres gestantes y las bondades de una regulación garantista.
El citado artículo acaba exponiendo la diversidad de técnicas que se pueden utilizar para subrogar una criatura, dependiendo de las circunstancias con las que se encuentren los padres y/o madres compradores, en un alarde de misoginia sin precedentes.
Se olvidan de que el embarazo es un proceso vital. No somos hornos en los que metes harina y azúcar, o harina y chocolate, y con calor te hacen un bizcocho. No puedo entender que es lo que creen que somos las mujeres, no doy crédito. Se separa, perversamente y sin ningún complejo, el concepto de gestante y maternidad, atreviéndose incluso a afirmar que esta separación es liberadora para las mujeres.
Ni siquiera se puede apoyar este discurso en las situaciones que llevan a una mujer a renunciar a una criatura que acaba de parir, porque ninguna mujer se embaraza a propósito para entregar a su hijo o hija en adopción a otra persona. En un contrato de vientre de alquiler, se embaraza con el objetivo de que los compradores vean realizado su deseo de ser padres o madres y cumplan el capricho patriarcal del que habla Nerea Sanchís Rodríguez en su acertado artículo, "Vientres de alquiler: desmontando el capricho patriarcal".
Se afirma todo un abanico de posibilidades que generan un diversidad de familias, que en realidad es una sola, las familias formadas por adultos y criaturas unidos por la biología.
Solo se obvia un tipo de familia con descendientes. La familia adoptante o acogedora, porque bien sabido es que el público a quien va dirigido este artículo no quiere niños de segunda mano.
El derecho fundamental que tiene toda persona a formar una familia no está orientado exclusivamente a familias formadas por adultos y niñas o niños. Dos personas adultas o un grupo de personas que deciden unir sus vidas son una familia, sea cual sea el vínculo que los una.
El paro femenino sube mes a mes, seguimos siendo quienes reducimos jornada para compaginar vida laboral y familiar, seguimos pidiendo excedencias, escogiendo trabajos a media jornada, seguimos teniendo menos poder adquisitivo, menos oportunidades laborales. Pero no es esto lo que nos resta autonomía a las mujeres, sino que lo que resta esa autonomía es "algún feminismo" que se opone a conceptualizar la libertad de las mujeres como el acto de ponerse abnegadamente al servicio de los caprichos de quien pueda pagar.
¿Hay algo más patriarcal que vender esa libertad como un acto de sumisión imperceptible, una abnegación supina, donde las mujeres elegimos libre y felizmente estar donde el patriarcado nos necesita?
¿Alguien duda del aporte que han hecho feministas como Amelia Valcárcel, Alicia Miyares, Lidia Falcón, Mar Esquembre, María Luisa Balaguer o Ángeles Álvarez al feminismo y a la igualdad de Derechos y oportunidades de las mujeres?
Mujeres clave para los avances en derechos de las mujeres de este país cuestionadas porque se oponen a que no se vulneren estos derechos que tanto costaron en conseguir. ¿Qué avala a Beltrán y a Lamm para dirigirse a ellas con un tono despectivo, llegando a dudar de su lucha feminista? ¿Qué derechos ha conseguido Beltrán y Lamm para poder erigirse como gurús en políticas feministas?.
No creo que haga falta responder nada.
En cuanto a su ley garantista, además de ser una total falacia, no prevé situaciones tan importantes como la decisión de qué madre se acogerá al permiso de maternidad. Teniendo en cuenta que, según dicen quienes defienden esta práctica, la gestante no es madre sino que lo es la que paga, puedo esperar cualquier barbaridad.
Apunto también que ninguna ley ha conseguido acabar con abusos y delitos, por lo tanto, es muy infantil hacernos creer que una ley garantista acabará con el abuso y la explotación de las madres gestantes.
Las mujeres de la India o Ucrania, que viven en extrema pobreza son razones suficientes para parar esta aberración, por muchas mujeres occidentales que aseguren que es una experiencia enriquecedora. Permítanme que lo dude mucho.
Quiero acabar citando un párrafo del libro La maternidad subrogada en un Estado Social (Cátedra Feminismos, 2017), de María Luisa Balaguer, el cual recomiendo mucho: