Uber y el coche autónomo
Puesto que hoy en día los conductores de Uber proporcionan ellos mismos sus coches y un coche autónomo cuesta todavía bastante más de 35.000 dólares, Uber no tiene un interés inmediato en hacer un movimiento como el anteriormente descrito, lo que no quiere decir que no estén preparando activamente el futuro en ese sentido.
El mes pasado escribí un post sobre el previsible desarrollo del coche eléctrico en un futuro bastante cercano. Comenté entonces que la transición hacia los motores eléctricos es solamente la primera revolución industrial que va a transformar la industria del automóvil en los próximos años. Sobre la siguiente tuve igualmente la oportunidad de discutir recientemente con el profesor Raúl Rojas, el pionero del coche autónomo europeo que el pasado octubre recorrió los más de 2.400 kilómetros que separan la frontera de Estados Unidos con México D.F en el coche autónomo que su laboratorio ha desarrollado.
El coche de Raúl Rojas es la prueba fehaciente de que la tecnología necesaria para desarrollar coches autoconducidos ya está casi al alcance de nuestra mano, si bien aún queda un tiempo para que ésta llegue al gran público. La mayor parte de fabricantes establecidos temen el impacto que esta tecnología pueda tener en sus ventas, por lo que es previsible que esta revolución tecnológica la lidere un actor nuevo como Tesla, que ya produce coches parcialmente autoconducidos, pero cuyo fundador entiende perfectamente que la diferencia entre un coche autoconducido el 90% del tiempo y un coche plenamente autónomo es mayor que la de un coche actual y un coche autoconducido la mayor parte del tiempo.
Según el propio Elon Musk ha publicado en su cuenta de Twitter hace unos pocos días, Tesla se ha marcado como una de sus principales prioridades resolver este problema, y Musk ha aprovechado los millones de seguidores que tiene en Twitter para publicitar el hecho de que buscan ingenieros para este proyecto.
Todo ello hace pensar que el foco de atención de los emprendedores de Silicon Valley puede muy pronto bascular de internet hacia los coches, o más probablemente aún, hacia la zona de intersección entre los dos campos en la que hoy se haya sólidamente instalada Uber. Recordemos que Uber tiene una valoración de 50.000 millones de dólares, lo que quizás se trate de una burbuja especulativa, pero para entender la dimensión del asunto, si consideramos un precio de 35.000 dólares por vehículo, estaría dentro de las posibilidades de Uber el desplegar una flota de 200.000 vehículos en Estados Unidos por 7.000 millones de dólares, con lo que superaría el número de taxis actualmente existente allí.
Ahora bien, puesto que hoy en día los conductores de Uber proporcionan ellos mismos sus coches y un coche autónomo cuesta todavía bastante más (mucho más) de 35.000 dólares, Uber no tiene un interés inmediato en hacer un movimiento como el anteriormente descrito, lo que no quiere decir que no estén preparando activamente el futuro en ese sentido.
A nadie se le escapa ya que si bien el gran público puede tener cierto interés en poseer un coche autónomo (aunque probablemente este interés no sea mayoritario), las compañías operadoras de taxis aguardan con expectación el advenimiento de coches autónomos viables y la propia Uber está invirtiendo sumas colosales en desarrollar su propia tecnología, y el año que viene la prefectura de Kanagawa (Japón) va a experimentar por primera vez un taxi autónomo con uso comercial.
Para una empresa como Uber, pasar a un marco de coches autónomos puede igualmente suponer una salida a los embrollos legales que impiden la mayor parte de sus operaciones en países como el nuestro o como Francia, y que le complican la vida en los propios Estados Unidos, en donde ha tenido reveses judiciales compensados más recientemente por algunos éxitos. Puede igualmente dejar atrás a compañías de taxi que estén desarrollando sus propias plataformas o a la startup india Ola, que ofrece una plataforma similar a Uber para taxistas profesionales.
El tecnólogo Benedict Evans realizó hace unos meses el ejercicio de imaginar el coste por kilómetro de un hipotético coche autónomo con un coste de 35.000 dólares (el mismo que Tesla anuncia para su próximo modelo III), y calcula poco más de 10 céntimos de euro por kilómetro.
Si una carrera típica de Uber hoy comporta un desplazamiento de unos 2 kilómetros a un coste de 10 euros, de los que Uber se queda con 2 y el conductor con 8, en el marco descrito por Benedict Evans, Uber podría cobrar pongamos 2,5 euros (1/4 del precio actual) por el mismo desplazamiento, aumentando de paso sus márgenes. Además, en San Francisco casi la mitad de los usuarios de Uber usan el servicio UberPool, que les permite compartir taxi, por lo que el precio puede rebajarse a 1,5 euros por el mismo desplazamiento (y permitiendo a Uber mejorar su margen igualmente).
Es decir, el precio actual podría rebajarse unas 7 veces mientras que Uber (o Google o otra compañía por el estilo) mantendría sus márgenes por carrera, por lo que la demanda de carreras de taxi autónomo explotaría en tal caso hasta el punto de que los coches no autónomos serían tan caros en comparación a un servicio de taxi bajo pedido por internet que probablemente se conviertiesen en juguetes para los ricos.
Cuando lleguemos a una situación como la anterior, estimo que un 95% de los coches actualmente en circulación serán innecesarios. Y llegaremos hasta ahí. La cuestión es si llegaremos en 10 o en 40 años (yo soy optimista y apuesto por unos 15 años).
La industria del automóvil genera hoy en el mundo directamente unas ventas de más de 1 billón de euros (algo parecido al PIB de España), y es uno de los motores del actual crecimiento que estamos experimentando. Si consideramos las industrias de servicios posventa, seguros, parking y financiación, la cifra de negocio asciende a casi 2 billones de euros anuales que se pueden evaporar, y con ellos más de 10 millones de empleos.
Obviamente, estos trabajadores podrán reorientarse hacia otras industrias que hoy quizás ni imaginamos (por ejemplo, la transformación de coches no autónomos en coches autónomos), pero la transición será complicada en países en los que, como es nuestro caso, la industria del automóvil tiene un gran peso. La otra cara de la moneda es que en las ciudades se liberarán millones de metros cuadrados hoy ocupados por coches, será más sencillo circular a pie o en bicicleta y los usuarios de servicios de taxis autónomos estaremos mucho menos endeudados.