La repatriación de los misioneros y la dimisión inaudita
En la cadena de errores que han permitido que el ébola llegue a España, la auxiliar de enfermería Teresa Romero es el eslabón con menor responsabilidad. La del Gobierno es clara, por lo menos, en la pobre evaluación del riesgo de contagio, y en estos casos lo adecuado es que haya dimisiones.
En la cadena de errores que han permitido que el ébola llegue a España, la auxiliar de enfermería Teresa Romero es el eslabón con menor responsabilidad.
Las cosas como son: Teresa Romero se presentó voluntaria para cuidar a los misioneros repatriados Miguel Pajares y Manuel García Viejo mientras otros compañeros suyos se escondían. Si Teresa hubiera escurrido el bulto entonces no se hubiera contagiado, pero en vez de eso decidió cumplir con su deber. Y que a nadie le quepa duda alguna: si la responsable de recoger las heces de Pajares o de García Viejo hubiera sido una hija de Ana Mato en lugar de Teresa Romero, tenga usted la certeza de que éstos no hubieran fallecido en Madrid sino en Liberia y Sierra Leona, respectivamente.
Las críticas del consejero de Sanidad de la Comunidad de Madrid a la infectada resultan por todo ello de una mezquindad sin parangón. Sé que ahora resulta fácil decirlo, por lo que quizás lo elegante sería no decir nada, pero repatriar a los misioneros Miguel Pajares y Manuel García Viejo fue un grave error en el que Teresa no tuvo responsabilidad alguna.
Entiendo que esto hay que explicarlo bien porque puede dar pie a malentendidos: al igual que Teresa Romero, Miguel Pajares y Manuel García Viejo merecen mi mayor respeto y admiración por su valentía y por su entrega. Entiendo que su última voluntad fuese morir en casa, o para ser más exactos, intentar agotar las posibilidades de salvarse en casa. Yo también he estado enfermo a miles de kilómetros del hogar y entiendo la angustia que tal situación provoca.
Ahora bien, no es responsable ignorar que el dispositivo para repatriar a los misioneros costó cerca de un millón de euros. Con ese dinero se podría haber construido un laboratorio sobre el terreno (y darle el nombre de un misionero) o haber enviado un excelente equipo médico para tratar tanto a los sacerdotes como a otros enfermos. Optar por la repatriación supone de hecho un agravio comparativo con otros enfermos, y lamentablemente aún recuerdo que cuando Miguel Pajares fue repatriado su compañera Chantal Pascaline, infectada también, comentó con acierto que los otros enfemos iban "a morir como chinches".
La hermana Pascaline no era española, por lo que su petición de ser tratada en Madrid fue ignorada olímpicamante, pero no la de García Viejo, ya que Pajares sentó un precedente. Cabe recordar en este punto que el ébola es una enfermedad para la que en este momento no existe cura conocida, por lo que la posibilidad de que los pacientes se recuperaran en España con respecto a que lo hicieran en África era casi idéntica. Como expliqué en mi post anterior, no es imposible sobrevivir al ébola en África si se recibe el tratamiento adecuado. Sin embargo, el Gobierno dilapidó una suma importante de dinero público apostando a que era más probable que los religiosos sobrevivieran en España, pese al aparatoso vuelo intercontinental que ello supuso a dos personas cuya salud era fragilísima.
Supongo que si el Gobierno respondiera a este tipo de cuestiones invocaría a razones humanitarias para repatriar a los religiosos. Ahora bien, somos ya más de dos millones de españoles viviendo en el extranjero, de los que estimo que unos pocos por lo menos estarán en estos momentos gravemente enfermos, por lo que estaría bien que el Gobierno defina en qué situaciones el humanitarismo es pertinente.
Me atrevo a anticipar que los españoles que caigan enfermos de malaria, VIH, fiebre amarilla o cólera lo tendrán crudo, porque estas infecciones no están dando mucho que hablar en la prensa recientemente. Si caen enfermos de ébola pero se encuentran en Guinea por negocios o algo similar lo veo realmente complicado: en el caso de que estos españoles sobrevivieran su foto en los periódicos no tendría la suficiente carga emotiva. Si los españoles con ébola han ido a hacer turismo a África Occidental creo que pueden descartar por completo que nuestro Gobierno los vaya a repatriar, y es más, no cabe descartar que el consejero de Sanidad de turno dé a entender que el hipotético turista español merece pagar con la muerte su error.
El Gobierno se niega a admitir pese a todo que repatriar a los misioneros fuera un error, y por favor tenga en cuenta el lector que hasta ahora no he invocado el riesgo de contagio subsiguiente a la repatriación, que con la prepotencia que caracteriza a nuestros gobernantes imagino que fue considerado inexistente en el Consejo de Ministros en que se decidió actuar como se hizo. En una reciente entrevista, el ministro García-Margallo se reafirmó en que el "Gobierno hizo lo que tenía que hacer", y estaría bien que aclarara si van a seguir haciendo lo que tienen que hacer en el futuro.
La responsabilidad del Gobierno es clara por lo menos en la pobre evaluación del riesgo de contagio, y en estos casos lo adecuado es que haya dimisiones. Ése es el precio justo a pagar por los errores de gestión en política. Ante la ausencia de dimisiones, no ha de sorprendernos que se lleve a los responsables ante los tribunales. Y ojo, que en un caso similar de mala gestión en relación a un suero contaminado que produjo más de 4.000 infectados por VIH en Francia, Edmond Hervé, antiguo secretario de Estado socialista del Gobierno de Laurent Fabius fue condenado por dos cargos contra la salud pública, y escapó solamente por un pelo al de homicidio involuntario, es decir, a la cárcel.