La crisis y la bomba de relojería demográfica
Sé que muchos españoles jóvenes están demasiado ocupados en buscar trabajo. A los que como yo tengan más suerte y ya tengan un precioso empleo les recomiendo ir pensando en hacerse un plan de pensiones cuanto antes, dado que los tiempos no nos permiten ponernos a hacer bebés alegremente.
El advenimiento de esta crisis, la dificultad para explicar sus causas y para encontrar soluciones pueden considerarse como un fracaso claro de lo que genéricamente se denominan ciencias sociales, y más concretamente de la economía. No cabe deducir de esta afirmación que los economistas sean los culpables de esta crisis, nada más lejos de mi intención que dar a entender eso, pero la crisis ha puesto de manifiesto que la particularidad del objeto de los estudios sociales (la sociedad) complica enormemente la realización de experimentos, la recogida de datos y la metodología en general, y por lo tanto la teoría. Epistemológicamente (perdón por el palabro) la ciencia social se sitúa en un término medio entre las ciencias puras y la filosofía, lo que no resta en absoluto valor a la disciplinas que la conforman y a sus observaciones, pero resulta fácil de entender porque los economistas son peores a la hora de predecir crisis económicas que los astrofísicos en predecir eclipses, por ejemplo.
Es sin embargo gracias a las luces que aportan ciertos economistas que podemos explicar esta crisis, y el trabajo de alguien como Hyman Minsky hace posible tanto entender por qué se ha producido esta última así como los mecanismos a poner en marcha para intentar evitar la próxima. Por lo menos en los Estados Unidos se ha establecido como un hecho ampliamente aceptado que la quiebra de Lehman Brothers constituyó un "momento Minsky" en el que el crédito y los mercados financieros, de naturaleza inestable, se vinieron abajo porque durante demasiados años demasiados actores económicos se habían estado endeudando (o "apalancando" en la jerga) demasiado. Minsky era un oscuro profesor de provincias de Missouri que murió 12 años antes de que sus teorías fueran moneda corriente entre los economistas, e irónicamente durante prácticamente todo ese tiempo otro economista de ideas muy distintas, Alan Greenspan, dirigió la Reserva Federal, recibió todo tipo de honores y permitió la proliferación de instrumentos como los derivados financieros así como de otras políticas que no hicieron sino echar leña al fuego y con seguridad hicieron que Minsky se revolviera en su tumba.
Otro economista que no podrá descansar tranquilo es John Maynard Keynes, considerado por muchos un coloso de su disciplina equivalente a Isaac Newton en física, y cuya idea central en relación a los economistas clásicos fue que la demanda agregada es inestable y que si se produce una gran bajada de la misma el estado debería intervenir decididamente para cubrir la brecha y evitar una contracción mayor de la economía. Keynes fue profesor en Cambridge y más influyente que Minsky (llegó a ocupar asiento, como Newton, en la cámara de los lores), pero como aquél, sus ideas comenzaron a extenderse una vez muerto gracias al libro -todo un clásico- Foundations of Economic Analysis de Paul Samuelson.
Pese al valor del trabajo de Keynes y su reconocimiento generalizado (el libro de Samuelson ha sido una especie de Biblia para varias generaciones de economistas), Europa y Rajoy nos están sometiendo hoy a una especie de experimento (algo muy difícil en ciencias sociales) llamado austeridad, y que consiste en favorecer políticas de gasto procíclicas en plena recesión económica, y como Keynes hubiera predecido acertadamente, el experimento estaba destinado a fracasar. Antes de la austeridad, el propio euro ya constituyó en cierta forma un fracasado experimento económico a gran escala ya que Europa estaba lejos de ser lo que Robert Mundell, considerado en cierta forma el padre de la criatura, definió como un área monetaria óptima.
Pelillos a la mar. Mi intención al escribir este post era hablar de demografía, que es la ciencia social más fácil de modelizar matemáticamente y por lo tanto la que mejores predicciones proporciona. Desgraciadamente en este sentido las noticias no son buenas para los de mi generación: cada vez somos más los españoles jóvenes que nos vamos -fenómeno que hará bajar el paro engañosamente-, España envejece y en 2050 seremos casi un 40% los españoles mayores de 60 años. En 2050 yo tendré 69 años, estadísticamente tengo muy buenos números para estar vivo dado el incremento de la esperanza de vida pero si vuelvo a trabajar en España tengo muchas menos probabilidades de cobrar una pensión digna: el ratio de ocupados/pensionistas se ha desplomado a 1,9 lo que hace el sistema de reparto de las pensiones, por el cual los activos costean las jubilaciones de los pensionistas, prácticamente insostenible. De hecho, lo más probable es que a mis 69 años esté trabajando, no nos engañemos. Espero que lo que voy a decir no lleve a nadie a pensar que soy un brutal neocon -no lo soy-, pero si los de mi generación queremos cobrar algún día una pensión hay que plantearse pasar del actual sistema de reparto a uno de capitalización individual o por lo menos a uno mixto, o tarde o temprano estaremos jodidos, con perdón.
¿Hay algún motivo para el optimismo? Hace poco leí en un foro un artículo de un caballero que se llama Victoriano Ramírez González que según tengo entendido es profesor de Matemática Aplicada en la Universidad de Granada y que propone un mecanismo de auto-rescate para España, por el que una parte de los sueldos se percibirían en deuda pública. Las mejores ideas, y el caso de Minsky y Greeenspan es ilustrativo, no van a venir necesariamente del BCE o de un Ministerio, sino que a lo mejor salen de una universidad de provicias. Victoriano Ramírez plantea aplicar su idea a todos los asalariados. Sería relativamente fácil en todo caso aplicar una medida de este tipo a los funcionarios que como el profesor Ramírez señala han sido en parte los chivos expiatorios de la crisis antes de plantearse hacerles un recorte de sueldo sin más. Ramírez sólo menciona que en el caso de los pensionistas la deuda que se aplicaría sería de corta duración, para el resto, digo yo, la adquisición obligatoria de deuda podría ir a parar a un fondo bloqueado hasta su jubilación. Iniciativas en este sentido a lo mejor no son viables: ni el profesor Ramírez ni yo somos economistas, pero algo debe hacerse para atajar el problema de la deuda y el de las pensiones, y nuestros queridos políticos proponen sólo austeridad.
Sé que muchos españoles jóvenes están demasiado ocupados en buscar trabajo para pensar en estas cosas, yo he pasado también por ahí no hace tanto. A los que como yo tengan más suerte y ya tengan un precioso empleo les recomiendo encarecidamente ir pensando en hacerse un plan de pensiones cuanto antes mejor, dado que los tiempos no nos permiten ponernos a hacer bebés alegremente y dudo que el consenso necesario para que se aprobara un nuevo Pacto de Toledo se pueda dar hoy en día.