Greenpeace y la carta de los Nobel
Hace unas semanas más de un centenar de premios Nobel conminaron a Greenpeace a abandonar su oposición al cultivo de transgénicos, y más concretamente la del cultivo del arroz dorado, una síntesis de arroz y zanahoria diseñada en un laboratorio suizo. La breve carta se cierra con la siguiente pregunta retórica: "¿Cuánta gente en el mundo debe de morir antes de considerar esto como un "crimen contra la humanidad"?"
Hace unas semanas más de un centenar de premios Nobel conminaron a Greenpeace a abandonar su oposición al cultivo de transgénicos, y más concretamente la del cultivo del arroz dorado, una síntesis de arroz y zanahoria diseñada en un laboratorio suizo. La breve carta se cierra con la siguiente pregunta retórica: "¿Cuánta gente en el mundo debe de morir antes de considerar esto como un "crimen contra la humanidad"?"
Acusar a Greenpeace de crímenes contra la humanidad parece completamente fuera de lugar, puesto que la cantidad de vidas que podrían salvarse si se generalizara el cultivo del arroz dorado no dejan de ser objeto de pura especulación, pero sobretodo porque la carta parece asumir como una fatalidad que la única forma de combatir el déficit de vitamina A en la dieta de ciertos países en vías de desarrollo sea mediante el cultivo del arroz dorado. Asumiendo la mayor (que entre 250.000 y 500.000 niños pierden la vista anualmente a causa de la deficiencia de vitamina A, lo que parece exagerado), ¿por qué los premios Nobel no proponen distribuir suplementos de vitaminas entre dichas poblaciones en vez de transgénicos? O aún mejor, ¿por qué no distribuir zanahorias?
La carta de los Nobel comete pues una falacia de la causa simple, es decir, atribuye la ceguera de los niños filipinos a la falta adopción de cultivos de organismos genéticamente modificados, cuando la realidad es que se trata de un problema de distribución y no de acceso a cierta tecnología.
Evolución mundial del índice de Gini de 1980 a 2010. Fuente: Branko Milanović (Global inequality: A New Approach for the Age of Globalization).
En su último libro, el economista Branko Milanović explica que si bien la desigualdad global medida por el índice de Gini ha disminuido ligeramente en los últimos treinta años (lo que resulta extraordinario, puesto que no ocurría desde la Revolución Industrial), la desigualdad global sigue siendo superior que la desigualdad medida por separado en cualquier país desde que existen registros.
Defender que el cultivo de transgénicos puede ayudar a resolver el problema central de la distribución de los recursos es ciertamente complicado. Diversos estudios muestran que los rendimientos de los cultivos de Estados Unidos (intensivos en transgénicos) y de Europa (bajos en transgénicos) han evolucionado en los últimos veinte años de forma similar.
El hecho de que muchas de las semillas transgénicas sean modificadas de forma que éstas no sean fértiles (y los agricultores deban aprovisionarse por lo tanto sistemáticamente a través de las empresas detentoras de las patentes) o de que la mayor parte de transgénicos se modifiquen para soportar pesticidas a menudo producidos por los mismos grupos que producen las semillas hacen que organizaciones como Greenpeace mantengan que más que ayudar a paliar el hambre, los transgénicos contribuyen a transferir rentas agrícolas a grandes grupos industriales (exacerbando pues ciertas desigualdades).
Note el lector de este post que aún no he mencionado los riesgos. Entre los 109 firmantes hay muchos químicos y físicos eminentes, pero no parece haber muchos expertos en evaluación de riesgos. El párrafo de la carta siguiente, que cito textualmente, es ciertamente alarmante:
"Nunca ha habido un solo caso confirmado de un resultado negativo en la salud de los seres humanos o animales derivados del consumo de estos alimentos. Se ha demostrado en repetidas ocasiones que sus impactos ambientales son menos perjudiciales para el medio ambiente, además de una gran ayuda para la biodiversidad global."
Conmino a los 109 firmantes a leer al ensayista Nassim Taleb: en efecto, la ausencia de la prueba (de los riesgos) no equivale a la prueba de su ausencia y los premios Nobel cometen pues una nueva falacia de manual en su carta. Cabe recordar que los beneficios del arroz dorado son hipotéticos (no está muy claro ni siquiera para sus defensores la cantidad de beta-caroteno adicional absorbido por el organismo al consumir el arroz dorado) y en todo caso limitados a la diferencia de costes entre el cultivo del arroz dorado y la distribución de vitamina A por otros medios arriba mencionados, posiblemente más onerosos pero en absoluto prohibitivos.
Los perjuicios del cultivo del arroz dorado a gran escala son igualmente hipotéticos. Es bien posible que no existan, pero en el caso de existir, son potencialmente catastróficos. Permítame el lector ilustrar este punto con un sencillo ejemplo. Imagínese que su hijo tuviese una simple amigdalitis, y que el pediatra le propusiera los siguientes tratamientos:
Tratamiento A: Penicilina. Coste del tratamiento: 10 euros. Efectividad altamente probada.
Tratamiento B: Nuevo antibiótico experimental. Coste del tratamiento: 5 euros, ya que el laboratorio fabricante lo subvenciona. Efectividad probada en ratas.
Sinceramente espero que su médico excluya directamente la posibilidad de optar por el tratamiento B en el caso de que los padres del paciente sean lo bastante necios para elegir el mismo. Se me antoja sin embargo que los firmantes de la famosa carta están haciendo exactamente lo contrario de lo que espero que haga su médico de cabecera.
Quiero creer que a los 109 premios Nobel no les mueve ningún cinismo, y que no pretenden en absoluto usar a los niños filipinos como cobayas de un gigantesco experimento, es más, estoy seguro de ello. Supongo que en el símil que yo he dado, donde yo dije una amigdalitis ellos ven una grave hepatitis o algo peor. Sin embargo, antes de acusar a nadie de crímenes contra la humanidad harían bien en asegurarse de que sus recomendaciones no están en contradicción con el principio de responsabilidad formulado por el filósofo Hans Jonas, y que reza lo siguiente:
"Obra de tal modo que los efectos de tu acción sean compatibles con la permanencia de una vida humana auténtica en la Tierra".